La casa de la antigua hacienda de Ábrego está habitada por fantasmas.
Ahí mora el espectro de Mariquita de la Peña y Peña, cuyo novio fue muerto por salteadores de caminos cuando venía a desposarla. Ella jamás volvió a poner los ojos en otro hombre. Eterno luto le guardó al amado.
Vaga de noche por los aposentos la sombra de don Antonio de Ábrego, hijo del fundador de la dinastía. Mató en duelo a su mejor amigo, Luis del Valle, por una inoportuna broma que éste le hizo en presencia de su dama. Ahora pide una y otra vez: "Perdóname, Luis, perdóname". Sus palabras se pierden en la oscuridad.
A veces se oyen las voces de los niños que murieron antes de nacer y de los que nacieron antes de morir. Son una pequeña forma blanca que va repitiendo con vacilante voz: "Mamá. Mamá.".
Conozco a los espectros, y ellos me conocen. Cuando voy de visita a la casona se dicen unos a otros:
-Ya llegó el fantasma.
¡Hasta mañana!...