Este amigo con el que tomo la copa -varias- los martes por la noche no cree en el más allá. Declara:
-Bastante trabajo me cuesta creer en muchas cosas del más acá.
A pesar de su escepticismo ultraterreno piensa que el infierno existe.
-Tiene que existir -afirma-. De otra manera ¿dónde pondría Dios a Hitler?
Yo veo contradicción en las tesis de mi amigo, pero no se la hago ver. Sé que el vino aumenta el sentimiento, pero disminuye el entendimiento, y no me arriesgo a discutir con él. Acepto sin reparos lo que dice. Eso con dos copas le gusta y con cuatro le disgusta. Me reclama entonces:
-¿Por qué me das la razón en todo?
Le contesto:
-Porque si no te la doy la pierdes.
Mi respuesta lo saca de onda. Tras una pausa pide:
-Hablemos mejor del más allá, aunque sepamos que es cosa muy del más acá.
Le digo:
-Tienes razón.