Las nueces de este árbol centenario son pequeñas y duras, pero de pulpa sabrosísima.
Las ardillas del huerto las atesoran como si fueran perlas de Ormuz, y las palomas de ala blanca buscan con goloso ahínco las que han pisado los animales de labor.
Así gozan los frutos que deja caer este nogal, más viejo que los hombres más viejos del Potrero. Dice una sentencia popular: “Cuando Dios da, da a manos llenas”. Eso es cierto.
Las lluvias de los pasados meses pintaron de verde todo el campo. Los pinos, antes grises por el secano, tuvieron en cada aguja una gota en la cual se reflejaba el mundo.
Del manantial llamado la Cazuela, pues nace en el seno de una roca plana y redondeada, está brotando tanta agua que con ella se podría saciar la sed del Sahara.
Demos gracias a Dios por el agua. Eso es decir: demos gracias a Dios por la vida.