Tengo amigos que son como mis hermanos. Estar con ellos es estar conmigo mismo. Por eso procuro no dejar crecer la hierba en el camino de la amistad.
Me entristeció la muerte de José Luis Esquivel. Su generoso trato enriqueció mi vida. Periodista de extraordinarios méritos, fue maestro de muchas generaciones en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad nuevoleonesa. Escribió una serie de libros en los cuales dejó constancia de sabiduría y elevada calidad humana.
Su esposa, Iris, tuvo bello nombre y bello corazón. Haberla perdido fue para él golpe fatal del que nunca se recuperó. Jamás, sin embargo, hizo abandono de la fe, virtud que conservó hasta el fin.
Valiosas lecciones recibí de él que me enseñaron a vivir más plenamente. Sabía mucho de periodismo, pero su cátedra mejor fue la bondad.
Hombres como él no tienen muerte. José Luis Esquivel sigue viviendo en la memoria y en la gratitud de quienes tuvimos la fortuna de tratarlo. Su palabra y su ejemplo siempre nos acompañarán.