Largo es el catálogo de santos que Santiago de la Vorágine puso en su Leyenda Dorada, y más extensos aún los santorales de Butler, fray Justo Pérez de Urbel o Fernando Roig.
Ninguno de ellos, sin embargo, menciona a una santa que figura con letras de oro en mi almanaque. Se llama Teresita Rodríguez de la Paz. Su fiesta habrá de celebrarse el 23 de agosto, reciente día en que murió, soltera de 85 años.
No era fea Teresita. Cuando joven tuvo varios pretendientes, pero no aceptó ninguna propuesta de matrimonio. Su madre padecía demencia senil, y su padre una enfermedad que le impedía el movimiento. Hija única, dedicó su vida a cuidar de ellos. No salía de su casa más que para ir a misa los domingos.
Entregó al Señor a los queridos viejecitos. Así decía al hablar de la muerte de sus padres. Y añadía: "Quisiera ya irme con ellos, para seguir cuidándolos".
Es una santa. Quien llega a los altares debe haber hecho tres milagros. Ella los hizo: el milagro de la fe, el de la esperanza y el del amor.
Teresita Rodríguez de la Paz. Que tenga a Dios en su santo reino.