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YAMIL DARWICH

Entre toda la mitología religiosa aparece una historia que promueve la bondad con solidaridad y subsidiaridad. Se trata de Artabán, un cuarto rey mago que se demoró en llegar ante el niño nacido en Belén de Judá.

En 1896, apareció por primera vez la historia, obra de Henry van Dyke, cuento titulado 'El otro rey Mago', que narra las bondades de un sabio que se demoró y no llegó a tiempo a su destino incumpliendo el objetivo que tenía: adorar al niño Dios.

Explica los porqués, a pesar de su propósito y esfuerzo, no llegó al tiempo del nacimiento en el portal de Belén del niño Dios, aunque finalmente pudo lograrlo, 33 años después, en los momentos en que El Nazareno estaba siendo crucificado.

Resulta que, al vivir en regiones muy lejanas, los llamados reyes magos, recurrían a mensajeros para comunicarse y cuando descubrieron la estrella que los guiaría a Belén, acordaron reunirse en una fecha determinada, en el zigurat de Borsippa, a 18 km al suroeste de Babilonia, de la ribera oriental del Éufrates, actualmente llamada Birs Nimrud. Artabán, que vivía más lejos, debió iniciar el viaje anticipadamente.

Vale la pena recordar que los distinguidos personajes, hacían el viaje acompañados de caravanas de colaboradores, encargados de su seguridad, transportar los equipamientos necesarios para la travesía -incluyendo tiendas de campaña y mobiliario-, además de presentes que entregarían al recién nacido.

Nuestro personaje llevaba: un diamante protector de la isla de Meroe, un pedazo de jaspe de Chipre y un Rubí de las Sirtes -arena comprimida-, como triple ofrenda para el Niño.

En el camino se encontró a un anciano maltratado por los bandidos, a punto de morir, por lo que se detuvo, curó las heridas del viejo y le ofreció el diamante para que lo utilizará en gastos de viaje.

Sin embargo, la demora hizo que, al llegar al punto de reunión, descubriera que los reyes magos ya habían partido, por lo que continuó el viaje solo, siguiendo la estrella, esperando poder alcanzarlos en breve.

Al llegar a Belén, descubrió por los informantes que los padres del niño ya habían partido con un rumbo desconocido y, además, los tres reyes magos ya habían regresado a sus lugares de origen.

Desconsolado por no haber logrado sus propósitos, de pronto, vio como los brutales soldados del rey Herodes, acatando sus órdenes, degollaban a recién nacidos, incluidos todos los menores de dos años de vida.

Herodes, temía por la seguridad de su trono, al escuchar de algunos de sus adivinadores y el correr de los rumores entre la población, que había nacido el verdadero rey.

De pronto, Artabán, descubrió a uno de tales soldados sanguinarios blandiendo una filosa espada ante un niño que tenía atrapado con la mano libre; estaba a punto de asesinarlo.

Artabán, detuvo la mano del asesino y le ofreció, sin dudarlo, el rubí a cambio de la vida del menor, aun recordando que inicialmente lo había destinado como regalo al Hijo de Dios.

Al ser sorprendido cometiendo el flagrante delito, otros soldados lo detuvieron y llevaron al Palacio de Jerusalén, donde lo sentenciaron y apresaron en las celdas del edificio durante mucho tiempo.

Debieron pasar 30 años para que fuera liberado.

Ya en libertad, supo de la ubicación del niño, ahora hecho un hombre, que predicaba en Judá, por lo que se dirigió a tal lugar.

Al llegar se encontró con la triste noticia de que Jesús había sido apresado y condenado a morir en la cruz, lo que le llevó a acelerar su encuentro; sin embargo, en el camino, encontró a un padre de familia, quien, ahogado en deudas, estaba a punto de subastar a su única hija.

Le entregó el jade, último de los presentes, convenciéndolo de que lo aceptara para solucionar su problema.

Reinició el viaje y para su infortunio supo que estaban crucificando a Jesús y, embargado por la tristeza, sintió que la tierra temblaba y se hundía, provocando sobresalto entre los habitantes de Jerusalén y el derrumbe de casas.

En su distracción, no se dio cuenta de que una de las edificaciones se derrumbaba, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza que le hizo perder el sentido.

En ese momento tuvo una visión: era Jesús, que le expresaba al mago su agradecimiento por todas las buenas acciones de ayuda y bondad que había hecho en su vida, en especial los grandes esfuerzos para viajar y conocerle.

Termina el cuento narrando que luego de su visión, Artabán falleció y ascendió al cielo junto al Señor.

Sin duda es una bella historia inspirada en esta temporada de Navidad; que espero sirva para reafirmar el amor entre familiares, cercanos y de todos los humanos en general, un sentimiento que se está agotando en el mundo y que debemos propiciar.

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