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Los bloques que definen la nueva globalización

Arturo González González

El cuadro histórico del último tercio del siglo XVIII, época de grandes transformaciones mundiales, nos muestra a una Europa dividida entre el mar y el continente, unos Estados Unidos seguros en sus primeros pasos como país independiente y una China imperial que si bien conservaba algo de su prestigio y poder, caminaba hacia el aislamiento y la decadencia. Hoy, casi dos siglos y medio después, esos tres espacios geográficos ofrecen realidades distintas que se unen en un punto: siguen siendo actores centrales del concierto internacional. No obstante, cada uno de ellos enfrenta retos que no debemos perder de vista, y la manera en la que se resuelvan, o no, definirá el futuro de la nueva globalización que está naciendo.

La división y rivalidad endémicas de los imperios europeos condujeron a su autodestrucción, con un impacto planetario, en las dos guerras mundiales del siglo XX. La única forma de superar el desastre y evitar que los estados de Europa volvieran a enfrentarse fue crear un esquema de integración política y económica gradual. En 1993, con el Tratado de Maastricht, nació la UE que hoy aglutina a 27 estados del continente. En un arrebato de neonacionalismo, el Reino Unido dejó de pertenecer a la UE en 2020, situación que puso en jaque al proyecto comunitario europeo, pero que hoy ha adquirido nuevos aires frente a los problemas externos que lo rodean. La guerra regresó a Europa y con el temor a una Rusia que ha invadido Ucrania, en la UE se esparce la idea de que es necesaria una mayor unidad estratégica en el ámbito político y militar, dentro del cual aún depende demasiado de EUA.

En lo económico, la UE ha renunciado a la ortodoxia del liberalismo que hegemonizó las decisiones hasta 2020, para dar cabida a políticas geoeconómicas que apuntan hacia la flexibilización de medidas fiscales y la protección de sectores industriales. Bruselas se ha dado cuenta al fin de que el mundo ya cambió y que China y EUA han reavivado el proteccionismo y la política industrial. Cuando ocurrió el Brexit, se pensó que la UE caería presa de las fuerzas centrífugas avivadas por el euroescepticismo, el neonacionalismo y la xenofobia, pero la percepción de la amenaza rusa, la creciente rivalidad entre EUA y China y la fragmentación de la economía global, dieron al proyecto europeo nuevos aires.

Parte de la transición que vive el mundo pasa por la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El crecimiento imparable de China y su consecuente desafío orilló a EUA a estructurar un acuerdo que fuera más allá de la disminución o eliminación de aranceles al comercio. El Tratado México-EUA-Canadá (TMEC), que entró en vigor en 2020, actualiza, moderniza y profundiza las relaciones comerciales de los tres países y los pone en la ruta de la consolidación de un auténtico bloque económico regional capaz de competir con mayor fuerza con el crecimiento de Asia Oriental.

No obstante, el bloque norteamericano enfrenta problemas serios para avanzar en su consolidación y el aprovechamiento máximo de sus capacidades. Los principales son la mala gestión del fenómeno migratorio, la incapacidad de coordinar esfuerzos para acotar el poder del crimen organizado y la desconfianza de ciertos sectores políticos frente a lo que consideran como pérdida de autonomía o intervencionismo. Pero esto es sólo entre los tres países. EUA cuenta con sus propios desafíos que dificultan su acción dentro de un mundo cada vez más inestable, competido y explosivo.

Desde el nacimiento de la república estadounidense quedó claro que los estados integrantes mantendrían autonomía en aspectos relevantes de la vida de los ciudadanos. Y así fue hasta la Guerra Civil de 1861-1865, cuando comenzó a imponerse una forma de ser del "poder americano". Cuando Europa cedió ante el belicismo imperialista y entregó la batuta de la economía mundial a EUA a mediados del siglo XX, el poder de la república federal creció en volumen y concentración. Sin embargo hoy se percibe un retroceso en ese sentido, ya que los estados han aumentado su protagonismo incluso en la política exterior, a la par de que crecen sus reclamos de autonomía en decisiones importantes como el aborto, la migración, las elecciones, etc.

La convulsión del cambio de época tiene en EUA el efecto contrario que en la UE: mientras ésta ensaya nuevos caminos de unidad, la potencia americana acusa una especie de fragmentación y dispersión del poder que la limita en su capacidad de decisión y acción. Y ambos fenómenos son observados con sumo interés desde el tercer bloque, Asia Oriental, principalmente desde China.

En enero de 2022 entró en vigor el Acuerdo de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) que hoy agrupa a 15 países de la región Asia Pacífico, entre los que destacan China, Japón, Corea del Sur, Australia e Indonesia. El RCEP surge por el impulso chino en parte como respuesta a la guerra comercial y tecnológica iniciada por EUA, y con el ánimo de crear en el nuevo eje económico del mundo la zona de libre comercio e inversión más grande del orbe. Pero las ventajas que se observan en lo económico, se vuelven desafíos cuando hablamos de política y geopolítica.

Aunque China se esfuerza por mostrarse como una potencia emergente pacífica y partidaria de la paz y el entendimiento de los pueblos, la desconfianza hacia ella de países como Japón, Corea del Sur, Australia y Filipinas no disminuye. Al contrario. Y esto tiene que ver con la estrategia de EUA de ubicar a Pekín como una amenaza al statu quo de Asia Pacífico, donde hay una importante presencia de fuerzas estadounidenses, con la autonomía de Taiwán como uno de los asuntos centrales. El reto del RCEP es cómo erigirse en el bloque económico regional puntero de la nueva globalización a pesar del choque de intereses geopolíticos de sus integrantes.

Los principales focos de tensión en esa zona del mundo están en la península de Corea, por las fricciones entre Norte y Sur, y en los mares Oriental y Meridional, en donde China mantiene disputas con varios países por el control de las aguas e islas, además de la necesidad de Pekín de establecer el control total sobre Taiwán, lo que llevaría a un probable enfrentamiento directo con Washington. Entre los tres bloques ocurren hoy las guerras en Europa del Este y Oriente Medio, los conflictos y tensiones en la región del Sahel de África y las disputas diplomáticas en América Latina.

Hace dos siglos y medio, Europa era el nuevo centro de poder del mundo, China la vieja fuerza en retroceso y EUA el jugador recién llegado. Hoy, la configuración de la nueva globalización se define otra vez en la relación de esos tres actores, pero ahora en un escenario de bloques regionales en el que Asia Oriental es el nuevo eje económico, Norteamérica el antiguo centro en resistencia y Europa un viejo participante con rostro renovado.

urbeyorbe.com

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