Columnas Social

Columnas

Las palabras tienen la palabra

Necesito mi café

JUAN RECAREDO.-

“Te invito a un café”; “A ver cuando nos tomamos un café”; “Vamos a un café y platicamos”, es una invitación universal que llega incluso como dice una canción de Pérez Botija a “Invítame un café y hazme el amor” en La gata bajo la lluvia que interpreta Rocío Dúrcal.

Reunirse a tomar un café es la excusa perfecta para platicar sabrosamente, en persona. ¡Cuántos negocios y cuántos romances y también cuántos pleitos se han arreglado — o desarreglado— frente a una taza de café! Y de pronto se pregunta uno: bueno ¿y qué es el café o de dónde y cómo surgió esta bebida que ha llegado a ser tan universal y en algunos casos indispensable para “arrancar el motor” de las actividades cotidianas?

El café es una bebida que se obtiene por infusión a partir de los frutos y semillas del cafeto, que contiene una sustancia estimulante llamada cafeína. Cuenta la leyenda que hace muchos años, en Abisinia —hoy Etiopía— un pastor llamado Kaldi un día se encontró a sus cabras haciendo visajes y contorsiones como si estuvieran participando en el concurso de La reina del reguetón —“perreando” pues, aunque fueran cabras y no perros—, lo cual le causó gran extrañeza, pues empezando porque el reguetón todavía ni para cuando se inventara.

Observando con detenimiento a sus animalitos —me refiero a las cabras—, Kaldi pudo comprobar que ellas “se ponían a bailar alocadamente” después de que se comían unos frutitos rojos de cierto arbusto que él también probó y al rato ya andaba el muchacho también bailando y contorsionándose lleno de energía, ahora sí que literalmente como chiva loca.

Cortó entonces Kaldi una muestra de hojas y frutos de aquellos y las llevó a los monjes de un monasterio quienes las pusieron a cocinar y luego las probaron, exclamando: “¡guácala! ¡fuchi!” y otras exclamaciones que acostumbraban a hacer cuando algo les sabía muy mal. Entonces arrojaron a la lumbre los granos que quedaban y se dieron cuenta que a medida que se quemaban los frutitos aquellas despedían un sabroso olor que ellos hubieran dicho que era el “clásico olor a café” si ya lo conocieran como lo conocemos nosotros actualmente.

Entonces fue cuando a uno de los monjes se le ocurrió tostar los granos y así preparar la bebida que entonces a los monjes ya les gustó.

La palabra café se deriva probablemente de Kefa, nombre de una región del sudoeste de Etiopía. Actualmente existe una gran variedad de formas de preparación del café. Las más populares entre nosotros son el café expreso que es un café muy concentrado, el café “americano” que es suavizado con el doble o más agua de lo que se usa para preparar el café “solo doble” y el mexicanísimo “café de olla”, hervido con canela y piloncillo.

El café moka o mokaccino lleva 1/3 de café expreso, 1/3 de chocolate y 1/3 de de leche, el capuccino es un expreso con leche espumosa y polvo de cacao. También existe entre muchos otros el “café cortado”, “café irlandés”, café vienés” y el café frappé que se sirve helado.

Y ahora, querido lector, ha llegado el momento de tomar una buena taza de café. ¿Me acompaña?

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios. [email protected] Twitter: @donjuanrecaredo

ME PREGUNTA Carlos Espinoza: ¿Qué diferencia hay entre los verbos humedecer, humectar y humidificar?

LE RESPONDO: Humedecer es causar o provocar humedad en algo. Humectar puede ser lo mismo o también aplicar un humectante. Humidificar es provocar humedad en el ambiente.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: Hay que dejar la vanidad para aquellos que no tienen otra cosa qué exhibir.

Leer más de Columnas Social

Escrito en: Las palabras tienen la palabra

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Social

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2274268

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx