El trágico desenlace de la presunta secuestradora de la niña Camila, Ana "N", y de su hijo a manos de los habitantes del pueblo de Taxco no genera un sentimiento de paz, sino de incertidumbre respecto a la justicia en México. En principio, lamento profundamente, como padre de familia, lo ocurrido con Camila; ninguna niña o niño debería pasar por este tipo de situaciones trágicas. Me resulta inconcebible pensar siquiera en dañar a un menor de edad, pero la descomposición social nos expone a escenas cada vez más inverosímiles, que parecieran sacadas de la ficción.
Los escenarios de terror que se viven a lo largo y ancho del país sólo dejan en evidencia que las estrategias de seguridad en todos los niveles, incluyendo los locales, están atravesando un momento de caos. En el caso de Taxco, resulta sorprendente escuchar las declaraciones del director de la policía local, Doroteo Vázquez, quien afirmó contar apenas con 40 agentes, y que el día del linchamiento una parte de su cuerpo policiaco estaba ocupada escoltando peregrinaciones y atendiendo otros asuntos. Esto, por ende, impidió que pudieran controlar el linchamiento en el que perdió la vida la presunta secuestradora Ana "N" y su hijo.
¿A quién podemos responsabilizar por la incapacidad policial? ¿Acaso a la gobernadora de Guerrero? Según el presidente municipal de Taxco, Mario Figueroa Mundo, no recibieron el respaldo necesario por parte de las autoridades estatales, lo que plantea una dura crítica hacia la estrategia de seguridad de Evelyn Salgado Pineda, quien recientemente realizó cambios significativos en su equipo y gabinete para intentar mejorar la situación en materia de seguridad.
Hace unos meses, Causa Común presentó sus estadísticas sobre linchamientos o intentos de los mismos, contabilizando un total de 1778 desde 2016 hasta 2023. Por otro lado, el artículo "Acerca de los linchamientos (y vigilantismo): reflexiones sobre la violencia" publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana, escrito por Raúl Rodríguez Guillén y Norma Ilse Veloz Ávila, registra un total de 1619 linchamientos consumados o intentos de linchamiento durante el mismo período, hasta 2022. Esto significa que tan sólo de enero a septiembre de 2023 se cometieron 159 linchamientos o intentos de linchamiento. No es sorprendente, dada su tradición social, que los estados donde este fenómeno es más común sean Puebla, Estado de México, Ciudad de México, Hidalgo y Tlaxcala, siendo Puebla el estado que cuenta con el mayor número de actos violentos. Además, estos incidentes ocurren con igual frecuencia en zonas urbanas que rurales.
Cómo olvidar, por ejemplo, los constantes linchamientos donde han perdido la vida personas inocentes, acusadas por la turba de ser secuestradores o violadores, ya sean turistas o repartidores de mensajería. Entre los casos más sonados, recordemos la noche del 23 de noviembre de 2004, en San Juan Ixtayopan, en Tláhuac, cuando tres agentes federales de investigación fueron linchados al ser acusados de "robachicos", juzgados únicamente por su apariencia. No existe justificación para estos actos de violencia, y considerar los usos y costumbres de cada población, como sugiere la moda del ejecutivo, sólo sirve para eximir de responsabilidad no sólo al pueblo mismo, sino también a las autoridades de cada región.
Por supuesto, existe un hartazgo evidente de la población con respecto al crimen organizado, y pensemos en Guerrero, donde los índices de criminalidad crecen sin control alguno. La muerte de Ana "N", por ejemplo, elimina toda posibilidad de conocer los detalles absolutos que la llevaron a cometer el supuesto secuestro y asesinato de la niña Camila. Por más duro que suene, como país, no podemos seguir validando estos valores culturales cuasi salvajes que rozan la criminalidad, en aras de entender y respetar las normas sociales de cada región. Debemos extender las reglas de la civilidad hacia todas las regiones del país, pero es poco probable que logremos esto durante este sexenio, especialmente cuando desde el ejecutivo se lanza el mensaje de que los pueblos originarios siempre son buenos e inocentes.