La conversación actual en cualquier mesa o red social siempre incluye las altas temperaturas a lo largo y ancho del territorio nacional. Hace algunos días sufrimos con los apagones que, según las autoridades, se atribuyeron simplistamente a la demanda excesiva de energía, relacionada directamente con el calor. Precisamente mañana, 5 de junio, se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, fecha declarada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972 y que cada año tiene a un país diferente como sede, en este caso, Arabia Saudita. El objetivo es generar conciencia sobre el daño que causamos al medio ambiente y promover acciones que ayuden a su cuidado y restauración. En 2024, la celebración se centra en la restauración de la tierra, una problemática que se refleja en la sequía que actualmente afecta a la mayor parte de los estados en México.
Todos hemos contribuido a la deforestación: los gobiernos que, en sus distintos niveles, han permitido la destrucción de la tierra en obras que solo han beneficiado a unos cuantos, o con fines electoreros; el sector privado que muchas veces privilegia la obtención de ganancias sobre el bien común; el sector informal que ve en la rapiña y la explotación ilegal de recursos un medio para subsistir… pero también tú y yo, que en el plano personal, por acción u omisión, hemos provocado que un bosque se incendie, que un lago se contamine, que desperdiciemos el agua de una manera infame, que tiremos basura y escombros.
La CONAFOR define la deforestación como “la pérdida permanente de la vegetación forestal por causas inducidas o naturales” y declara que entre 2001 y 2022 se han perdido en promedio 208,746 hectáreas por año; de esta cantidad, casi un 70% se perdió en la selva. En ese mismo periodo, los estados que sufrieron mayor deforestación fueron Campeche, Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Jalisco. Greenpeace informa que, desgraciadamente, México ocupa uno de los primeros lugares en tasas de deforestación en el mundo y que la zona sur es la que se encuentra en mayor riesgo. Cita como principales causas el incremento de la frontera agrícola y ganadera; la tala ilegal y los incendios forestales; la expansión de áreas urbanas e industriales; y las plagas y enfermedades de los árboles.
Una de las iniciativas que se promueve en defensa del medio ambiente es la economía circular, que la Fundación para la Economía Circular define como “un concepto económico que se interrelaciona con la sostenibilidad, y cuyo objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible y que se reduzca al mínimo la generación de residuos”. Esta propuesta ha crecido en popularidad pero aún se queda corta, pues hace falta un mayor impulso; leyes y políticas gubernamentales, acciones educativas integrales y un mayor compromiso de la sociedad.
Dejemos ya de postergar las acciones que detengan o minimicen la destrucción del medio ambiente; estamos viviendo ya las consecuencias de no hacerlo.