Uno de los mayores lastres educativos de los que todavía se hace ostentación en nuestro país es la exclusiva, y a su vez excluyente, veneración de una sola de las raíces que dan origen a nuestra mexicanidad.
Desde la instauración de lo que en su momento fue el Ministerio de Educación Pública con Vasconcelos, posteriormente sobajada a Secretaría de Educación Pública por parte del régimen callista tras el asesinato de Álvaro Obregón, una de las principales taras que la instrucción oficial tuvo que incorporar a adoctrinamiento fue la falsa noción de que la identidad nacional se debe de manera dual tan solo a su raíz indígena en primera instancia, y después a una supuesta raíz azteca que por sí sola englobaría las características o virtudes de todos los mexicanos-independientemente de que sean indígenas o mestizos-de manera definitiva.
Esta falsa noción siguió vigente durante el régimen cardenista, que no fue sino una extensión del Maximato en todos sus vicios y ninguna de sus supuestas virtudes; tan así que durante ese primer sexenio fue que se dio el mayor incremento de analfabetismo en la Historia de nuestro país, como ha demostrado el investigador Macario Schettino en Un siglo de confusión, al igual que muchos otros desde el siglo anterior. En efecto, durante este periodo no menos ominoso de nuestro pasado, e incluso durante el intento fútil por establecer una serie de Misiones Culturales Educativas, los maestros de campo y de ciudad eran adoctrinados por el sistema político mexicano no solo en un espíritu antirreligioso como parte de su catecismo escolar sino también bajo el falso positivo de que en nuestro país "todos somos indios".
A lo largo del siglo XX, ambos vicios siguieron repitiéndose al grado de ser incorporados como parte de una de nuestras mayores taras idiosincráticas, sobre todo el segundo, por el cual se pretende borrar casi tres siglos de identidad y gestación histórica de manera etnólatra, chauvinista y tragicómica-por cuanto se niega no solo nuestra raíz española sino también la africana y la asiática-en un intento burdo por simplificar una falsa identidad que desde la ignorancia y el resentimiento se pretende vender a la población desde la impostura estatista del "Pensamiento único" (El No pensamiento).
Parte de este rezago bochornoso se ha visto últimamente a través de algunos medios de comunicación que de manera dolosa y ante la llegada de un huracán a las costas de la Península de Yucatán han pretendido culpar de ello a una estatua de Poseidón, dios de los mares en la mitología griega, alentando a quitarla de su sitio en una playa para sustituirla por una estatua de Chac Mool, dios maya del agua.
A lo anterior se suma una demanda pública de Carlos Orlando Morales de Litigio Estratégico Indígena, en Oaxaca, contra la estatua del dios griego bajo la excusa de que afecta su derecho humano a la preservación de la cultura indígena. Este derecho, según el demandante, está previsto en el artículo 2º, fracción IV, de la Constitución Federal: "Las autoridades tienen el deber constitucional de preservar la cultura maya sobre culturas extrañas…Tengo el derecho humano a que mi cultura maya sea preservada. Si existía el interés de honrar al dios del agua, de las lluvias y de los mares, nuestra cultura maya tiene consigo a sus propias deidades."
En su demanda el quejoso refiere: "Como persona indígena maya tengo el derecho a que se privilegie la preservación de mi cultura, gastronomía, deidades, lugares sagrados, monumentos, etcétera. Este derecho me lo otorga el artículo 2º, apartado A, fracción IV, tengo el derecho a la preservación de mi cultura. El dios Chac forma parte de mi cultura maya."
Asegura que la instalación de Poseidón afecta su derecho al medio ambiente sano pues la inclusión de un elemento extraño al mar de la Península de Yucatán afecta por lo menos uno de los servicios ambientales: el paisaje.
Lo surrealista no es que el oaxaqueño pase por alto a los dioses del agua de las culturas mixteca y zapoteca (Ñuhu Zahui y Cocijo) que si le corresponderían-pues se asume "maya"-sino que dicha demanda la haga desde una de las entidades con mayor rezago del país: donde impera la violencia inmediata, se violan los derechos humanos, se nulifica la dignidad de las mujeres y banaliza la amenaza de un huracán que pone en riesgo a vidas humanas en otro Estado que no es el suyo mientras el país arde bajo la mayor crisis de inseguridad que se haya visto en sexenios.