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El mundo en el laberinto de Creta

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Hay un viejo mito que dice que el arquitecto Dédalo construyó un laberinto en Creta por órdenes del rey Minos para esconder ahí un monstruo. Se trataba del Minotauro, una bestia mitad humano mitad toro, nacida de la relación entre Pasífae, esposa de Minos, y un toro blanco de cuya belleza ella se había enamorado. El laberinto se convirtió en escenario de un horrible sacrificio. Al perder la guerra con Creta, cada cierto tiempo la ciudad de Atenas debía enviar como tributo siete doncellas y siete mancebos para ser arrojados al laberinto. La estructura era tan intrincada que parecía que no tenía principio ni fin. Las víctimas terminaban irremediablemente devoradas por el Minotauro. Hoy, los intereses geopolíticos de las potencias mundiales y regionales han conducido al mundo al interior del laberinto de Creta. La retórica de los participantes de este juego perverso apunta sólo hacia callejones sin salida. Tres botones como muestra.

Desde hace varios meses Occidente construye la narrativa de que un enfrentamiento con Rusia es inevitable. Esta narrativa ha crecido en los pasillos del poder de la Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos a raíz de los avances recientes de las fuerzas rusas en el terreno. El discurso occidental es que si Ucrania cae, Rusia irá contra otros países europeos. El eventual regreso de Donald Trump a la presidencia de EUA alentaría al presidente ruso Vladimir Putin a atacar Europa dado el escaso compromiso manifestado por el republicano en la defensa de los socios europeos de la OTAN. Ante ese escenario, gobiernos y medios de Europa hablan de la necesidad imperiosa de prepararse para la guerra que viene. Proponen dos caminos: si se quiere evitar la guerra con Rusia, se debe ayudar a Ucrania a ganar; y si se cree que Ucrania está perdida, hay que pertrecharse para enfrentar a Moscú. Pero ambas vías conducen al mismo callejón: el choque con las fuerzas de Putin.

Del otro lado, el Kremlin plantea un escenario único: Rusia debe ganar la guerra en Ucrania hoy, mañana o pasado mañana. Y ganar la guerra implica el reconocimiento por parte de Kiev y sus apoyadores occidentales de las ganancias rusas en el terreno y las condiciones de Putin. El problema es que si Occidente incrementa sustancialmente el apoyo a Ucrania y, además, se involucra de forma más directa en el conflicto para revertir la situación actual, Rusia ya ha advertido cuál es su plan B. La frase que repiten los propagandistas rusos es contundente: "no se puede derrotar a una potencia nuclear". Dicho en el castellano más llano: si Rusia se va al carajo, el mundo se va con ella. En Ucrania todos los caminos conducen al Minotauro. O al menos eso nos quieren hacer ver.

Algo similar ocurre en Palestina. El gobierno sionista de Israel defiende su idea y acción de aniquilar a Hamás, la agrupación islamista palestina que perpetró el atentado terrorista del 7 de octubre de 2023 y que mantiene secuestradas a decenas de israelíes. Pero es más que obvio que cuando el primer ministro Benjamín Netanyahu habla de Hamás, en realidad está refiriéndose a todos los palestinos, incluidos niños y bebés. De otra forma no se explica la estrategia de arrasar con todo en Gaza y acelerar lo que Likud intenta desde hace décadas: una limpieza étnica del territorio palestino. Las acusaciones de genocidio se han multiplicado incluso en los países históricamente aliados de Tel Aviv. La vieja solución de los dos Estados no entra en los planes de Netanyahu. Las acciones desproporcionadas que llevan a cabo en el terreno las fuerzas israelíes dejan clara la "oferta" del gobierno sionista para los palestinos: sumisión, exilio o muerte.

En la medida en que el sionismo radical se apodera de todas las decisiones en Israel, el islamismo extremista gana adeptos entre los palestinos, quienes ven en la violencia su única opción de supervivencia frente a los embates del ejército mejor preparado de Oriente Medio. Y de la misma forma que dentro del sionismo radical no existe hoy una vía distinta a la desaparición de lo que queda de Palestina, para el islamismo extremista no hay un camino alterno a la destrucción de Israel. La región entera está metida también en el laberinto en el que las fauces del Minotauro aparecen como la única "salida".

El tercer ejemplo sigue la misma trayectoria. "Hay una sola China y el gobierno de la República Popular es el único legítimo y Taiwán es parte de China". Esta frase se repite como mantra en Pekín. El crecimiento de poder económico, político y militar le ha dado a la China continental el empuje para subir el tono a sus reclamos y denunciar de forma más asertiva la presencia de EUA en las aguas de los mares Oriental y Meridional que Pekín reclama como parte de su espacio. El presidente Xi Jinping ha endurecido su política frente a Taiwán y su gobierno ha declarado que la reunificación completa de la isla es inevitable y que, de ser necesario, usarán la fuerza para que se consiga. Factores políticos, geopolíticos, históricos y económicos mueven al gobierno comunista en ese rumbo.

Por su parte, Taipéi ha fortalecido los vínculos con EUA en los últimos años para garantizar el apoyo político, financiero y militar en caso de una invasión. Aunque Washington reconoce formalmente a la República Popular China desde 1979, mantiene relaciones no oficiales con la isla y ha manifestado su compromiso con la defensa de la autonomía de Taiwán. El tono también ha subido de este lado; EEUU dice que no permitirá una invasión. Es decir que, si Xi ordena acciones hostiles contra la isla, los estadounidenses responderán. Nadie quiere ceder. Nuevamente la pared del laberinto; y a la espalda, el hijo del toro y Pasífae.

Si nos quedáramos con la intransigencia del discurso de los jugadores de estos escenarios, deberíamos concluir que nos encaminamos, irremediablemente, a una guerra mundial de consecuencias difíciles de imaginar. Pero el caos que ocupa el vacío dejado por la hegemonía estadounidense no necesariamente debe conducir a un choque brutal. Hay decisiones que alguien debe tomar. La diplomacia firme y la buena política pueden estirar las bridas de los corceles de la guerra para amainar su ímpetu.

En el mito del laberinto de Creta hay un héroe y una heroína: Teseo y Ariadna. Ariadna, hija de Minos y Pasífae, hermana del Minotauro, ayudó al ateniense Teseo a guiarse con un hilo dentro del laberinto para acabar con el monstruo, salvar las vidas de las doncellas y mancebos y salir del ingenio de Dédalo. Veo en el hilo esa política diplomática que necesita con urgencia el mundo para evitar un desastre mayúsculo, y en Teseo y Ariadna, de bandos opuestos, a los ejecutores de dicha política que ayude a salir del laberinto.

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