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El eclipse

J. Salvador García Cuéllar

Desde que aparecimos en la tierra, a los humanos nos interesó escrutar los cielos, tan asombrosos por su grandeza y hermosura, sin embargo, ese interés ha menguado desde que en las ciudades se utiliza la iluminación artificial, sobre todo en la vía pública, pues esto que llamamos contaminación lumínica nos impide el asombro causado por los fenómenos astronómicos. Al parecer es necesario que se haga amplia publicidad sobre un acontecimiento de esta naturaleza para que la gente le tome importancia.

Espero que el pasado lunes usted haya disfrutado el eclipse total de sol. Para quien esto escribe fue una experiencia sobrecogedora, quedé atónito durante más de tres minutos. También quedé asombrado, pero no se confunda el lector, pues tal vez dirá que todos estuvimos unos minutos bajo la sombra de una noche fugaz, sin embargo, si bien estuve en la penumbra, a lo que me refiero es al sentimiento de admiración y extrañeza por tan insólito fenómeno sideral.

La nubosidad no fue obstáculo para que nos maravilláramos de tan grande acontecimiento, pues a pesar de que hubo algunas delgadas nubes, de cualquier manera, el sol se ocultó y quedamos rodeados por una tiniebla muy distinta a la que estamos acostumbrados.

Estos eventos siderales se han conocido y estudiado por la mayoría de las civilizaciones. Sabemos que alrededor del Mediterráneo los sumerios, los babilonios y otros pueblos de lo que hoy llamamos Medio Oriente conocían los movimientos de los astros, y entre ellos los eclipses, por lo que podemos suponer razonablemente que tuvieron para estos fenómenos un nombre con que designarlos y diferenciarlos.

Los griegos fueron los que usaron la palabra eclipse con la enunciación y el significado que ahora le damos. Ellos llamaron ekleipsis a este tipo de acontecimientos, basados en el verbo ekleipo, que significa omitir, excluir, abandonar o cesar, tal vez pensaron que el sol los abandonaba, o bien que cesaba de emitir su luz por algunos momentos y por eso llamaron a este fenómeno el cese, la omisión o el abandono del sol en el caso que nos ocupa, y de la luna en otras ocasiones, pero también lo usaban cuando un lago se secaba o para presagiar la muerte de un rey o algún personaje importante, es decir que cuando no veían el lago, entonces decían que se eclipsaba, como lo hizo el sol el pasado lunes.

El eclipse es un término relativo, pues siempre debemos decir cuál astro es el que se oculta, por lo que la expresión no está completa si no mencionamos alguna palabra adicional, como el sol o la luna, aunque los griegos antiguos también podían completar la frase con el nombre de una masa de agua o de un personaje importante, como un rey. Es por eso que decimos eclipse de sol o eclipse de luna según sea el caso.

El pasado lunes, la luna se interpuso entre el sol y nosotros los terrícolas, por eso no pudimos verlo durante unos minutos, según el lugar donde cada uno se encontrara. En otras ocasiones, la tierra se interpone entre el sol y nuestro satélite natural, entonces el eclipse es de luna y los griegos lo llamaban ekleipsis selenes. Además, los oscurecimientos pueden ser parciales o totales, si el astro que se oculta lo hace solamente en parte, o si lo hace en su totalidad.

Ojalá que todo mundo se haya olvidado de los males que, según algunas creencias antiguas y medievales, ocasionaba este tipo de acontecimientos, pues, usted lo sabe, se trata de un fenómeno natural que muy poco tiene que ver con nuestro destino o nuestra conducta.

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