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Columna

De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

Cuando AMLO y Claudia Sheinbaum despertaron Xóchitl Gálvez todavía estaba ahí. Haré una exégesis de esa paráfrasis. Casey Stengel fue un famoso beisbolista. Su leyenda es similar a las de Babe Ruth, Lou Gehrig o Joe di Maggio, y sus ingeniosidades pueden compararse a las de Yogi Berra.  Realmente no se llamaba Casey, sino Charles, pero inventó ese nombre, Casey, en homenaje a su ciudad natal.

Kansas City, cuyas iniciales, KC, suenan en inglés kei ci, la misma pronunciación del nombre. Ya de madura edad el célebre pelotero fue manager de los Mets de Nueva York, uno de los equipos más perdedores en la historia de las Grandes Ligas. Vino a jugar a la Ciudad de México, y los reporteros le preguntaron si no le preocupaba  la altura de la Capital. "De ninguna manera -respondió él con firmeza-.

Nosotros podemos perder a cualquier altura". En el argot del beisbol la palabra slump sirve para designar una mala racha. Stengel describió una de sus temporadas al frente de los Mets. Dijo: "Perdimos 10 de los primeros 11 juegos, y luego caímos en un slump". Pues bien: también en un slump o mala racha había caído Xóchitl Gálvez. Tras un discurso lamentablemente interrumpido hizo declaraciones poco afortunadas, y luego su imagen pareció apagarse. Algunos de sus seguidores, desanimados, la dieron por perdida.

De pronto, sin embargo, resurgió de sus cenizas como el Gato Félix que dijo la vedette, y reapareció con fuerza aún mayor que la que tuvo al principio de la contienda. En su cierre de campaña, ante una entusiasmada concurrencia que abarrotó la Arena, dijo palabras que fortalecieron la esperanza en un país mejor, sin demagogia populista ni autoritarismos personalistas, sino fincado en la participación de una ciudadanía que busca preservar la libertad, la democracia y la verdadera justicia entre los mexicanos.

El discurso de la precandidata ciudadana fue suficiente para opacar todos los que ha dicho en su campaña oficialista la corcholata de López Obrador. En efecto, la señora Sheinbaum, carente por completo de carisma, se ha limitado a repetir una y otra vez, como eco, las frases de su jefe máximo, y a hablar del segundo piso que pondrá a la falsamente llamada 4T, sin recordar aquello de que nunca segundas partes fueron buenas. A Xóchitl le pesarán las impresentables figuras del tal Alito y del tontaina Marko, pero Claudia cargará un lastre mucho más gravoso, el de López Obrador y familia que lo acompaña: el Ejército y demás fuerzas armadas y coaptadas; la enorme cáfila de servidores incondicionales del caudillo, a quienes habrá que recoger y acomodar; y la clientela electoral que a base de dinero creó y mantiene López, dinero que pronto se agotará y dejará al erario horro, o sea vacío.

Por lo pronto ya llegó la que andaba ausente. Su reaparición fue exitosa, pues volvió a mostrar a la Xóchitl guerrera y aguerrida; echada pa'lante; retadora. Pese a las enormes cantidades de dinero que está gastando la corcholata morenista, la moneda está en el aire. Hagamos a un lado la política, que tantas veces nos ha hecho a un lado a nosotros, y vayamos por sendas menos fragosas y torcidas. Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, le comentó, llorosa, a su mucama: "Unas amigas me dijeron que mi marido está saliendo con su secretaria".

"No les haga caso, señito -la tranquilizó la fámula-. Eso se lo dicen nomás para darnos celos". (Tenía razón la trabajadora doméstica -así se debe decir ahora; no criada, muchacha, sirvienta, fámula o mucama-. El casquivano señor no estaba saliendo con su asistente secretarial. Más bien estaba entrando).

FIN.

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