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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

Babalucas se jactaba de tener una cultura enciclopédica semejante a la de Pico della Mirandola, quien poseía todos los saberes de su época y algunos más. El vanidoso badulaque desafió a un amigo: “Hazme la pregunta que quieras. Te la responderé”. “A ver -le preguntó el amigo-. ¿Qué son los rayos catódicos?”. Contestó Babalucas: “Son Fernando e Isabel”. “Ésos son los Reyes Católicos” -lo corrigió el amigo. “No -opuso Babalucas-. Los Reyes Católicos son Melchor, Gaspar y Baltasar”. “Ésos son los Reyes Magos” -le indicó el amigo. “No -volvió a negar Babalucas-. Los Reyes Magos son tus papás”. Durante mucho tiempo el mundo estuvo aislado de la antigua hacienda de Potrero de Ábrego. Así, se conservaron en ese alejado sitio montañés costumbres ancestrales que aún alcancé a ver en los mediados del pasado siglo. Patriarcales eran aquellos usos. Los hijos le besaban la mano a su padre, y los ahijados a sus padrinos. Lo fui, de bodas, de un hombre de 70 años, viudo que casó en segundas nupcias. Veintitantos tendría yo, y el señor insistía en besarme la mano, respetuoso. La mujer no podía sentarse a la mesa con su marido. Debía servirle la comida y estar de pie, atenta a lo que le pidiera. Sólo después de que terminara él de comer, y saliera de la cocina, le era permitido a ella tomar sus alimentos. Otra costumbre había que se antoja medieval. Cuando dos hombres hacían un acuerdo no firmaban ningún papel ni llamaban a testigos. Cada uno se arrancaba un pelo del bigote o barba, y con eso el trato quedaba formalizado. Tal acción quería significar: “Soy hombre, y por lo tanto cumpliré este compromiso”. Después aprendería yo, en Corominas, Moliner o Angelli, no recuerdo, que al parecer la palabra “bigote” proviene de la expresión germánica “Bei Gott”, que quiere decir “Por Dios”, modo de juramento. Extraño eco teutónico en aquel apartado rincón de Coahuila. Y ya que a Coahuila me han traído mis divagaciones, recordaré a mi maestro de Derecho Romano en la entrañable Escuela de Leyes de mi natal Saltillo. Dos locuciones latinas me enseñó, entre muchas otras, ese querido profesor, don Ernesto Cordero de la Peña, cuya estatura procerosa y traza atlética apenas alcanzaban a contener su grande y bondadoso corazón. La primera es do ut des, doy para que des, una de las modalidades de contrato que las leyes de Roma consagraban. La otra es Pacta sunt servanda, los pactos obligan a quienes los hacen. La política es en buena medida el arte de la negociación. Para recibir hay que dar. Desde ese punto de vista es explicable el acuerdo que el PRI hizo en Coahuila con el PAN a fin de ir juntos en varios procesos electorales. Necesariamente tales convenios deben ser secretos, y en secreto deben mantenerse por las partes. Los tratos hechos en lo oscuro han de quedar en lo oscuro. A dicha secrecía faltó Marko Cortés, quien difundió en todas sus partes el arreglo hecho entre los dos partidos, lo cual les ha acarreado críticas a ambos. Viene a mi mente un proverbio castellano: “Secreto de dos es de Dios. Secreto de tres, del diablo es”. El escándalo causado por la revelación del imprudente líder de Acción Nacional ha dañado lo mismo al PAN que al PRI en Coahuila, y ha sido motivo de comentarios poco favorables para la entidad, donde la política se ha ejercido con la destreza que dan casi 100 años de permanencia de un solo partido en el poder estatal. La ruptura entre los dos partidos, el tricolor y el blanquiazul, los perjudica a ambos, sobre todo de cara a la elección presidencial de junio. Esperemos que finalmente se imponga el buen sentido, para que las cosas vuelvan a su nivel. Y esperamos también que suba ese nivel. FIN.

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Escrito en: De Política y Cosas Peores Armando Fuentes Aguirre 'Catón'

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