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Carnaval político-electoral

RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

Estamos ya en febrero, mes carnavalesco, según lo establece el calendario cívico mexicano. Tendremos carnaval en un año electoral; veremos, pues, política de carnaval y será así, no sólo en el mes de febrero, sino que se prolongará hasta más allá de junio, mes en el que se llevarán a cabo las elecciones federales, para la renovación de los poderes ejecutivo y legislativo y se elegirán a las autoridades de la Ciudad de México.ANTIFAZ.-  

Es el que usan las dos principales candidatas postuladas por coaliciones; una integrada por partidos históricamente no sólo contrarios, sino ideológicamente contradictorios (PAN, PRI y PRD); otra, formada por dos partidos que son satélites (PT y PVEM) del principal (MORENA ), candidatas que, después de consultar a su respectivo psicoterapeuta, engañan a la población con declaraciones y actitudes demagógicas con la pretensión de hacer creer a los electores que serán ellas las que gobiernen, en caso de lograr el triunfo ,que no dejarán que las dirigencias  o cúpulas de sus partidos coaligados intervengan ni mucho menos decidan en los asuntos públicos.

Buenos propósitos los de las distinguidas damas, pero sólo queda en eso, en buenas intenciones.

Para empezar el carnaval, López Obrador es un viejo puente por debajo del cual ha corrido mucha agua y no permitirá que su candidata, de cuya mexicanidad se duda, por ser hija de padres extranjeros, eche a perder sus planes de poder transexenal.

Con antifaz  similar  aparece en el escenario  político carnavalesco el  Presidente de la República,  para quien como responsable  de  garantizar  la legalidad y equidad   de las elecciones, de que se realice un proceso  limpio, impecable, sin que los  dados se carguen a favor de una candidata, ni que en sus conferencias mañaneras aluda, disimuladamente a una de las contendientes, mucho menos que implícita o explícitamente manifieste su simpatía hacia  alguna de ellas, en este apasionante juego que es la política. El que aún manda en Palacio Nacional, teme el ostracismo, por lo que buscará seguir ordenando desde el edificio de enfrente; a base de concesiones, dádivas, asignación de tareas y otorgamiento de facultades se ha ganado al ejército, la Marina y la Guardia Nacional y hará uso de esas fuerzas militares para que lo protejan y lo apoyen en el caso de que quiera hacer un pronunciamiento para extender su mandato, tener los hilos del control político del país y continuar ordenando a través de la presidenta. 

MÁSCARA.- Se presenta el Ejecutivo con múltiple personalidad, con máscara que pretende ocultar la auténtica, quien verdaderamente es. Irrespetuoso del Derecho y de la Ética, ha mostrado en muchas ocasiones su desprecio por las normas, quiere que éstas se apliquen cuando y donde a su interés convenga. Presenta una cara de "yo no fui", "yo no hice nada", pidiendo un respeto a la ley que él no es capaz de otorgar, utiliza un lenguaje combativo. Protagoniza, pues, una política de carnaval. Teme que, si se aplica la Ley correctamente, se le caerá el antifaz y quedará expuesto ante la población como realmente es, taimado y ladino, y llama mentirosos, legalistas, torcedores del Derecho a jueces magistrados y ministros.

Está obsesionado con la idea de seguir gobernando, aunque para ello tenga que inaugurar y sostener un segundo "maximato" y erigirse en factótum del poder olvidando las lecciones de la historia y de las situaciones que han vivido quienes se han atrevido a desafiarla; Obregón es uno de ello; por eso hay que  recordarle a don Andrés Manuel el pensamiento agudo y punzante del dramaturgo y político inglés, George Bernard Shaw: "Los políticos y los pañales, deben ser cambiados con frecuencia; ambos por las mismas razones". Astuto, ambicioso y prepotente está obsesionado con el poder, al grado de enfermizo, aunque muchas veces haya dicho "que me den por muerto", en la realidad se siente salvador de la Patria y el rayo luminoso que habrá de terminar con los problemas de la gente.

DISFRACES.-  Las principales fuerzas electorales mexicanas practican una política de confeti y serpentinas, de globos y trompetas, pues sus actores y protagonistas desdeñan al ciudadano elector, hoy más politizado que nunca, cosa que los partidos políticos parecen ignorar, preocupados más en promover imágenes personales que en ofrecer serias y responsables alternativas de solución  a la complicada problemática  nacional, olvidándose  de que primero es el programa y después el candidato; antes el proyecto, luego el hombre. Disfrazan con pirotecnia política, con oratoria oropelesca una realidad social que ofrende y lacera; no dicen cual es la fórmula que tienen para acabar con la pobreza y sus elocuentes manifestaciones de atraso y marginación, sólo por poner un ejemplo.  Lo que el pueblo quiere es ¡que termine el festejo político de carnaval para enfrentar con firmeza y decisión los retos que la realidad impone!

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Escrito en: Raúl Muñoz de León Panorama

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