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Carlos Pellicer y la alegría del idioma

Es uno de los poetas mexicanos del siglo XX con más influencia en el mundo contemporáneo

Carlos Pellicer es uno de los poetas mexicanos del siglo XX con más influencia en el mundo contemporáneo.

Carlos Pellicer es uno de los poetas mexicanos del siglo XX con más influencia en el mundo contemporáneo.

SAÚL RODRÍGUEZ

Se trata de uno de los poetas mexicanos del siglo XX con más influencia en el mundo contemporáneo. Carlos Pellicer nació en el agonizante periodo decimonónico, el 16 de enero 1897, en San Juan Bautista, Tabasco, y más tarde, al percatarse de su talento, entregó sus versos a una modernidad emergente.

Pero antes de ejercer el oficio poético, vio su juventud empapada por la lucha revolucionaria. También soñó con ser piloto y surcar los cielos. En 1909, Tabasco vivía una situación complicada y el padre de Carlos Pellicer se enlistó en el ejército constitucionalista. Por tal motivo, el futuro poeta se trasladó a Campeche. Allí trabajó vendiendo los dulces que elaboraba su madre.

El gobierno carrancista le permitió estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria y en Colombia. Eso le permitió relacionarse con intelectuales de primera línea.

El repertorio de Pellicer registra en sus primeros cinco libros una explosión poética de proporciones considerables: Colores en el mar (1921), Piedra de sacrificios (1924), 6,7 Poemas (1924), Hora y 20 (1927) y Camino (1929). Los versos contenidos en estos volúmenes arrojan un hito de juventud, ráfagas de viento lírico, ciclones de palabras que chocan en la mirada del lector.

En 1953, Carlos Pellicer ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua. Su discurso de ingreso fue emotivo, pues en él abordó un concepto al que llamó “la alegría del idioma”.

Tenía apenas ocho años de edad cuando su madre le leía los versos de Juan de Dios Peza y José Rosas Moreno. “Los leía considerando palabras y versos en su acción sonora”. Pellicer habló de cómo empezó a componer versos a partir de las sonoridades que escuchaba en las calles de Campeche.

Se consideraba un ser vital, por fuera y por dentro. “Naturalmente, el mundo es malo; pero es hermoso”. Esa vitalidad tuvo como consecuencia la alegría del idioma. Para él, la música y la pintura le parecían lo más importante, pues adoraba la forma y el color. Criticó la ciencia, no le importaba lo que pudiese hacer una máquina. “Me importa más su belleza plástica que el rendimiento útil que pueda prestar”.

Pellicer afirmaba que el átomo poético es tan poderoso que unas cuantas páginas escritas por un genio, no importando si su nombre era Goethe, Dante, Shakespeare, estas son capaces de “marcar época y perfilar naciones”.

“Gracias a la alegría del idioma, he conseguido algún aliento para cantar las grandes cosas del hombre”.

La alegría del idioma hizo de él un poeta que amó su oficio, su arte. Y para él, “sólo el arte goza de una especie de modesta eternidad”.

Carlos Pellicer, quien también fue senador del Congreso de la Unión y obtuvo el Premio Nacional de Literatura y Lingüística en 1964, murió el 16 de febrero de 1977 en la Ciudad de México. Tenía 80 años de edad. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores.

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