Esto es lo que dijo Donald Trump durante un evento de su campaña en Ohio: "Le vamos a poner 100% de aranceles a cada carro que cruce la línea (desde México) y no van a poder vender esos carros si yo soy elegido. Ahora, si yo no soy elegido, esto va a ser un baño de sangre. Y eso es lo de menos. Va a ser un baño de sangre para el país. Eso va a ser lo de menos. Pero no van a poder vender esos autos".
Los discursos de Trump son tan caóticos y desordenados, tan llenos de amenazas e insultos, sin notas ni teleprompter, que es imposible saber cuales son sus verdaderas intenciones. ¿Realmente cree lo que está diciendo, o solo lo dice para crear un impacto en la audiencia que lo está escuchando? ¿Son promesas de campaña o simplemente más mentiras?
De ese discurso en Ohio que duró más de una hora, muchos medios sacaron este titular: "Si no soy yo elegido, esto será un baño de sangre". Y este es el precedente. Trump ha insistido, falsamente, que él ganó las elecciones de 2020, y cientos de sus seguidores atacaron violentamente el capitolio en Washington el 6 de enero de 2021 luego de un discurso del ahora expresidente. A los detenidos por ese ataque Trump les llama "rehenes" no criminales.
Pero Trump, en su plataforma de Truth Social, acusó a los medios de comunicación de "pretender estar en shock por su uso de las palabras 'baño de sangre' a pesar de entender que me estaba refiriendo simplemente a las importaciones (de autos) …que van a matar a la industria automotriz".
Entonces, si de verdad Trump no estaba amenazando con violencia en caso de perder las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, México y su nueva presidenta -quien quiera sea- deben de prepararse. Trump está adelantando que, si regresa a la Casa Blanca, impondría nuevas sanciones e impuestos -100 por ciento- a los autos que se construyen en México y se importan a Estados Unidos.
"México se ha apoderado, en un periodo de 30 años, del 34 por ciento de la industria automotriz de nuestro país " dijo Trump en el mismo discurso en Ohio.
Los datos son estos: México produce más tres millones de autos cada año, y es el séptimo productor de vehículos motorizados en el mundo según la Administración de Comercio Internacional (ITA) que depende del Departamento de Comercio de Estados Unidos. "El 88 por ciento de los vehículos producidos en México se exporta", asegura ITA, "con un 76 por ciento destinado a Estados Unidos". Entre las empresas automotrices que tienen plantas en México de acuerdo con ITA, están Audi, BMW, Ford, General Motors, Honda, Hyundai, Kia, Mazda, Mercedes Benz, Nissan, Stellantis, Toyota, Volkswagen y Tesla.
La producción, importación, y exportación de vehículos entre México, Estados Unidos y Canadá fueron meticulosamente negociadas y acordadas en un tratado (T-MEC) que entró en vigor en 2020. Y aunque sigue habiendo disputas, en ningún punto del tratado aparece imponer nuevos aranceles del 100 por ciento a los autos fabricados en México y destinados a Estados Unidos.
Estás son las reglas del juego entre los tres países. Pero eso es lo que quiere hacer Trump si vuelve a ganar. Su discurso populista y nacionalista es bien claro. "Si ellos quieren construir plantas (de automóviles) en Ohio, en Michigan, en Carolina del Sur, lo pueden hacer utilizando trabajadores estadounidenses", dijo Trump hace unos días, "lo pueden hacer".
Para muchos no está claro lo que Trump quiso decir, o sugerir, con su comentario sobre un "baño de sangre" si pierde las elecciones de noviembre. Pero lo que sí es evidente es que, de ganar la Presidencia, intentaría atraer a Estados Unidos empleos que actualmente están en México.
Las consecuencias serían enormes. Esto, sin duda aumentaría los precios de los autos en Estados Unidos e impactaría negativamente a la economía de México. Además generará nuevas presiones migratorias en la frontera con México. Si se cerraran algunas de las plantas automotrices en México, debido a los nuevos aranceles, sus trabajadores quedarían desempleados y podrían considerar migrar a Estados Unidos.
La posible reelección de Trump -quien sigue negando los resultados de las votaciones de 2020- es una enorme prueba para la centenaria democracia estadounidense. Pero para México sería un reto gigantesco, tener como vecino, de nuevo, a un gobernante que no respeta las reglas y que está acostumbrado a hacer y decir lo que se le pega la gana.