Han iniciado las campañas formales a nombre de Morena en pos de las gubernaturas de Puebla, Chiapas, Veracruz y Morelos. En las cuatro entidades han asomado muestras de inconformidad al interior del partido guinda y persisten factores de distorsión política e ideológica en distinto grado.
Los problemas que se viven son producto de los desaseados y no plenamente aceptados procesos morenistas de instalación de candidaturas, del pragmatismo oportunista y contradictorio del comité presidido por Mario Delgado y de una apertura de puertas a opciones transpartidistas que desdibujan los principios de Morena y ofenden a parte de su militancia.
Puebla es un notable ejemplo de esa desfiguración morenista. El candidato a gobernador es Alejandro Armenta quien, como otros personajes de la marquesina guinda, pasó de una larga y comprometida militancia priista a prestar servicios operativos a la llamada Cuarta Transformación, en este caso desde la coordinación de actividades senatoriales.
Armenta encarna la continuidad de grupos priistas tradicionales, en especial el del justamente estigmatizado Mario Marín. En la composición de las propuestas para presidencias municipales y diputaciones locales ha quedado reflejada la "pluralidad" que incluye al peñista y recientemente expriista José Chedraui (candidato a presidir el municipio de la capital) y a grupos caciquiles como el de Ardelio Vargas Fosado, siempre relacionado con Genaro García Luna. En la renuncia a apoyar plenamente a Armenta y sus arreglos vale apuntar a su primo, Ignacio Mier, despechado operador legislativo guinda.
En Chiapas, Morena ha devuelto al Partido Verde Ecologista de México y, en específico, a los intereses de Manuel Velasco Coello, la posibilidad de gobernar la entidad, luego del desastroso paréntesis sexenal de Rutilio Escandón. El candidato formal de Morena es Eduardo Ramírez, hechura política de Velasco, con tono siempre Verde (fue secretario general de gobierno con Velasco y líder del congreso estatal en el último tramo de dicho gobernador).
Ramírez maniobró en 2018 para generar la ruptura del Verde con el PRI, para pasar al nuevo arreglo con Morena: él mismo se afilió al guinda en 2018 para ser candidato a senador. En las difíciles circunstancias que vive Chiapas, con un inocultable desgobierno de Rutilio Escandón y con cárteles del crimen organizado en constante pugna y afectando a la población civil, la intención 4T de devolver el poder estatal al Verde y a Velasco es casi una provocación social.
En Veracruz, la candidata guinda, Rocío Nahle, ha ido tropezando muy temprano. La develación de una lujosa residencia en la que vive, y que oficialmente le renta una persona cercana, ha disparado la presunción de que se ha beneficiado de cargos públicos, en especial a su paso por la secretaría de energía, como responsable de la construcción de la refinería de Dos Bocas. La gestión opaca e ineficaz del actual gobernador, Cuitláhuac García, tampoco le ayuda a Nahle.
En Morelos, a la candidata morenista, Margarita González Saravia, le ha restado fuerza la decisión centralista de proteger a Cuauhtémoc Blanco, quien llegó al poder en el contexto de la alianza del Partido Encuentro Social con Morena y, luego, de un pésimo papel como mandatario, ha dejado el cargo para hacer campaña por Morena en la Ciudad de México como candidato a diputado federal de representación proporcional.
Sin embargo, en tres estados las posibilidades de triunfo de Morena son amplias: no avanzan el panista Eduardo Rivera, de Va por Puebla, ni Fernando Morales, de MC; no hay presencia fuerte de Olga Luz Espinosa Morales de Va por Chiapas, ni de Karla Irasema Muñoz, de MC, o el independiente Víctor Manuel Mandujano; José Francisco Yunes, de la alianza Va por Veracruz e Hipólito Deschamps Espino, tampoco parecen crecer electoralmente; en todo caso, la exmorenista Lucy Meza, de Va por Morelos, podría ser el reto más fuerte para la aplanadora nacional guinda. ¡Hasta mañana!