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Verdad Amarga

¿Y en donde quedó el FONDEN?

ENRIQUE SADA SANDOVAL

Mientras el país dormía, la fuerza de la naturaleza vino a golpear al Estado de Guerrero desde sus costas y hasta tierra adentro, asolando los principales puertos de aquella entidad, empezando por el de Acapulco.

Ciertamente parece que el país dormía y no solo en sentido figurado sino en sus principales instituciones públicas, empezando por los gobiernos locales que no hicieron nada por alertar a su población en tanto el Gobierno Federal con su silencio se convertía en el principal corresponsable de los daños y las muertes que ocasionó un huracán que, por sus efectos devastadores, pudo haberse previsto en sus consecuencias funestas, y no lo fue.

El Presidente de la República no dijo nada, y el Ejército Mexicano ante el mutismo de su Comandante Supremo se limitó a hacer lo mismo que su jefe: dejar hacer y dejar pasar lo peor.

Una vez que la tragedia sucedió empezaron los justos reclamos ante la inopia del Titular del Ejecutivo; sobre todo por haber desaparecido el Fondo Nacional de Desastres (FONDEN) con sus 10 mil millones de pesos para malograr ese dinero en los elefantes blancos de sus negocios familiares como Dos Bocas, el Tren Maya y las próximas elecciones del 2024.

Donde el Gobierno no supo ni quiso operar, la ciudadanía se organizó para enviar ayuda urgente en alimentos, agua, medicamentos e insumos. Sin embargo, empezaron a cruzarse quejas por parte de varias personas que acusaban ser detenidas por la Guardia Nacional en su traslado de estos bienes y hasta despojados violentamente por los mismos de la ayuda humanitaria que pretendían remitir a los sobrevivientes, volviendo aún más turbio todo y en detrimento de quienes deberían de estar protegidos de existir el FONDEN.

Ante este escenario, lo que el Presidente López hizo no pudo ser sino peor: en un montaje demagógico, pese a las condiciones intransitables por tierra, ordenó ser trasladado a la zona de desastres en vehículo oficial de las Fuerzas Armadas tan solo para quedar estancado en pleno lodazal y tomarse la foto, para regresar a Palacio Nacional sin resolver nada con el bochorno de su propio accidente.

Si lo anterior logró como efecto inesperado el hacer ver mal al titular del Ejecutivo fue porque el trasfondo era mucho peor, tomando en cuenta que se trata de un hombre que para revisar semanalmente los adelantos del Tren Maya, del Transístmico y la refinería de Dos Bocas lo hace en helicópteros y aeronaves de la Fuerza Aérea.

Y los remedos de ayuda que propuso no pueden ser peores: desde quitarle tres días de su salario a los trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México, despojar a los deportistas ganadores de los Panamericanos del monto de sus premios-a iniciativa de la misma Ana Guevara-y hasta el no menos controversial despojo de fideicomisos a los trabajadores del Poder Judicial.

Frente a la crítica de la Sociedad civil y de los medios que lo exhibieron nuevamente como irresponsable e insensible, la respuesta de López fue amenazar con llevarse los Fideicomisos del Poder Judicial de la Federación para solventar con 15 mil millones de pesos parte de la devastación que dejó el huracán Otis a su paso-con 50 muertos y 50 desaparecidos oficialmente-en lo que esperaba la reacción de la Ministra Presidente Norma Piña quien, lejos de lo que anticipaba el Presidente, lo sorprendió al aceptar la cesión de los recursos solicitados para la tragedia, siempre y cuando se hiciera con transparencia tanto como de manera institucional; algo que no le corresponde a este Poder autónomo y que, sin embargo, ha demostrado mayor sensibilidad y entereza que el Primer Mandatario en medio de todo esto.

Mientras tanto, la entidad se mantiene en condiciones de emergencia, desabasto y completo abandono de sus autoridades, pues todos los funcionarios que deberían estar en Acapulco resolviendo los problemas gravísimos que dejó el huracán prefirieron hacer triste aparición perdiendo el tiempo en "la mañanera" en la ciudad de México, empezando por la gobernadora de Guerrero Evelyn Salgado y la alcaldesa de la ciudad, manteniéndose lo más lejos posible de la zona de desastres y de una ciudadanía que con justa indignación les demanda su atención inmediata.

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