Se ha vuelto un lugar común afirmar que vivimos tiempos difíciles. Las evidencias y señales de alerta nos abruman; de manera vertiginosa distintas crisis sistémicas están sucediendo simultáneamente. Las respuestas no están a la altura. Resultan patéticas por insuficientes e inoportunas. Para muchísimas personas resulta confuso y angustiante advertir cómo la emergencia climática se agrava, a pesar de que amenaza la civilización humana y la sobrevivencia del planeta. También al confirmar como en Europa, con la guerra de Rusia en Ucrania, se perdió la construcción de la paz. Al constatar el ánimo de confrontación que continúa extendiéndose, sin que se vislumbre el fin del conflicto, ni tampoco un alto a sus impactos negativos a nivel global. De igual modo como la inteligencia artificial avanza insospechadamente hacia territorios desconocidos, conmocionando todos los órdenes de la vida.
La sustentabilidad y la gobernabilidad democrática son preocupaciones centrales en nuestro mundo, al igual que el aumento de las tensiones geopolíticas y las presiones inflacionarias persistentes en la economía mundial. El desorden internacional y la beligerancia entre naciones son inquietantes. Las Naciones Unidas nos han puesto de nuevo sobre aviso: vamos camino al desastre. Las actuales políticas de crecimiento llevarán a un aumento de la temperatura de 2.8 grados para fines del siglo, lo que será catastrófico. En el mes de junio las temperaturas en todo el planeta rompieron récords. El ritmo del calentamiento se está acelerando, mientras la tecnología de captura y almacenamiento de carbono no avanza a la misma velocidad. Al haber enfoques distintos sobre cómo fijar los precios del carbono, entre otorgar subsidios o aplicar impuestos, es predecible que se agudicen, consecuentemente, las fricciones comerciales y políticas. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo pronostica que el comercio mundial de productos y servicios volverá a caer, para concentrarse en los grandes bloques y relaciones comerciales. El proteccionismo está de vuelta.
Se necesita que todas las industrias en el mundo usen la mayoría de sus recursos para impulsar, no para obstaculizar, la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables, empezando por las grandes compañías petroleras, que dieron vuelta en U, renegando en los hechos de sus compromisos, al dejar de cumplir con objetivos mínimos de descarbonización, esos que ellas mismas se impusieron. Parecen estar dispuestas a vender el futuro después de que el año pasado obtuvieron ganancias adicionales por cuatro billones de dólares. Se necesita ejercer máxima presión sobre los gigantes energéticos y tecnológicos para que adopten nuevos planes de transición. También para que cesen y desistan de usar el tráfico ilegal de influencias y de recurrir a intimidaciones legales.
Paralelamente, urge que las instituciones financieras dejen de invertir en nuevas obras de infraestructura basadas en carbón y dejen por completo de financiar la exploración y explotación de combustibles fósiles. En la reciente Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Global se anunció un paquete de herramientas para que los países en desarrollo puedan enfrentar múltiples crisis simultáneas. El Banco Mundial ofrecerá una pausa en el pago de la deuda para permitirles refinanciar y redirigir los fondos disponibles para responder a situaciones de emergencia climática, reimpulsando el desarrollo. Ninguna condonación. El FMI ha dispuesto 100 mil millones de dólares en líneas de crédito para los países más vulnerables. Hay una nueva crisis de la deuda.
El sistema financiero es notoriamente injusto y necesita reformas de fondo. Mientras los países desarrollados pudieron imprimir dinero para reactivar sus economías en la pandemia, los países en desarrollo no pudieron tomar esa medida, al enfrentar el incremento exorbitante de su endeudamiento, teniendo antes que satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones. Se han endurecido las condiciones monetarias y financieras. Ahí está el caso de la crisis financiera de Argentina y el llamado de varios presidentes latinoamericanos para que EUA ayude a encontrar una salida.
En la próxima cumbre climática, en Dubái en diciembre, probablemente las grandes empresas petroleras buscarán que se siga discutiendo la reducción de las emisiones en lugar de la eliminación completa de los combustibles fósiles, para lo cual usarán todos los medios a su alcance. La acción climática conjunta se seguirá retrasando si se mantiene en la mesa la regulación y mitigación de las emisiones, habiendo transcurrido ocho años del Acuerdo de París. Hay posiciones encontradas, aun reconociéndose que la carga del cambio climático es desigual, habiendo un reclamo de justicia. Los países del Sur Global demandan la implementación efectiva del fondo de "pérdidas y daños" acordado el año pasado, prioridad a la que deben contribuir mayoritariamente los países del Norte. Será imperativo contar con una estrategia de ejecución clara, detallada y unificada para garantizar que funcione según lo previsto.
Hay que celebrar la reciente adopción del primer tratado para proteger la vida marina en altamar. Los océanos producen la mayor parte del oxígeno que respiramos y absorben dióxido de carbono, siendo fundamentales para la reducción de las emisiones responsables del calentamiento global. El tratado será abierto a la firma el 20 de septiembre en la reunión anual de jefes de Estado en la Asamblea General, y entrará en vigor una vez sea ratificado por 60 de los 193 países miembros que lo aprobaron. Su implementación, mediante un nuevo organismo para administrar la conservación de la vida marina y la creación de áreas protegidas en altamar, la evaluación de los impactos ambientales de las actividades de comercio en los océanos será de vital importancia para nuestro planeta.
@JAlvarezFuentes
