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Sexismo

YAMIL DARWICH

La palabra define la "actitud discriminatoria de quien infravalora a las personas del sexo opuesto o hace distinción de las personas según su sexo". En eso hemos caído.

Continuamos pagando el precio de una comunicación mercadológica maliciosa, esa que promueve la compra sin reflexión, con el fin de estimular a la economía mundial haciendo "girar" el dinero. Su mejor argumento es la manipulación de la libido.

Así, poco a poco y desde el siglo anterior nos motivan a buscar parecer, más que ser y, desafortunadamente, a atender el machacante llamado de comerciales que resaltan el poder del dinero y no los valores humanos porque esos no venden.

La aplicación de la psicología mercadotecnia para vender, aprovechando los nuevos conocimientos de la neurobiología que mueven al humano hacia el erotismo, hacen su trabajo.

Los mayores, fuimos motivados al cambio inconsciente de nuestro esquema valoral; seguramente recordarán las revistas con ilustraciones de mujeres consideradas hermosas -por cierto "llenitas", hoy mal vistas- que mostraban sus preferencias por aquel lector que poseyera el automóvil anunciado y/o despidiera el aroma del perfume codiciado - el más caro-. Si usted es joven, pregunte a su familiar mayor.

Más adelante, a finales del siglo anterior, los "pantalones con piel de durazno", eran anunciados mostrando unos glúteos femeninos que los portaban ajustados al cuerpo. Éxito de venta.

Las denuncias aparecieron y diversos pensantes publicaron textos que nos advertían de la agresión al consciente y subconsciente de la que somos objeto. Recuerde "Seducción Subliminal", de Wilson Bryan Key, aún vigente como texto de estudio en las universidades.

Los leímos y estudiamos sin atenderlos, profundizando en la enajenación, favoreciendo la profundización en el erotismo.

Iniciado el presente siglo, la evolución continuó y, entonces, recibíamos mensajes sobre artículos a la venta de uso íntimo: preservativos, anticonceptivos y juguetes sexuales varios que son expuestos en los medios, particularmente en redes sociales con acceso de todo público, incluidos impúberes.

En tal ambiente, los movimientos humanistas a favor de las minorías encontraron eco social, algo sobradamente justificado, fortaleciendo la lucha ante las injusticias sociales cometidas contra ellos -particularmente homosexuales- empezando a recibir justicia. Algo necesario para la evolución social y humana.

Desafortunadamente, los afectados emocionalmente aprovecharon el impulso de la defensa -muy justa- del feminismo y/o el reconocimiento al respeto hacia el homosexual y sus preferencias, enquistándose los líderes radicales maliciosos que promueven el desencuentro entre los sexos: se presentaba el recrudecimiento del sexismo.

Los partidos políticos, particularmente los que buscaban mayor posicionamiento, encontraron en ellos una veta de votos que apoyarían a sus causas; así, sin pensar en las consecuencias, los motivaron y hasta financiaron para ganarse sus confianzas, aprovechándose de los reclamos -sobradamente justificados- en cuestiones de respeto e igualdad, engañando a las minorías; de facto, con varios de ellos negociaron posiciones de autoridad para utilizar escaños en las cámaras de diputados y senadores; incluso nombrando juez -Aguascalientes- a un travesti.

En la actualidad, ya es raro sorprendernos por los abusos a los principios sociales y morales; poco nos exalta y casi nada nos mueve a la protesta ciudadana; pareciera que nos hemos entregado al rompimiento del orden social.

Lo que nadie consideró en tales tomas de decisión del pasado, fueron los alcances que tenían sus despropósitos; mucho menos previeron el desbocamiento de algunos de ellos, quienes llegaron a la violencia física contra ciudadanos -caso de las enmascaradas que destruyen y maltratan durante las protestas- o el franco reto a las aún mayorías. Recuerdo a un transeúnte acompañado de su esposa quienes caminaban del brazo, siendo agredidos durante una manifestación de defensa a la homosexualidad, gritándole al varón, burlonamente, acusaciones de bisexualidad infundadas, agresiones groseras que festejaban con algarabía los participantes de la marcha.

Es incorrecto que las minorías se impongan a las mayorías promoviendo la violencia, empezando por la injusticia a las mujeres que requieren nuestra atención -caso del feminicidio- o del homosexual verdadero, que padecen agravios a causa de los ideatorios, entorpeciendo la evolución del humanismo en las sociedades.

Desafortunadamente es otra desatención a las responsabilidades adquiridas por los politiqueros; ellos, desde su puesto público -asignado por la sociedad- deberían actuar defendiendo el orden social y combatiendo el sexismo; sin embargo, temen perder el puesto y sus ingresos, sabedores de la agresividad del monstruo que han creado con su negligencia.

Bien por la defensa a la mujer; correcto que reconozcamos y corrijamos actitudes y criterios sobre la homosexualidad; malo que muchos de nosotros no reconozcamos el principio de los problemas sociales y sigamos paralizados, observado desde nuestro estado de confort.

Hay mucho trabajo por hacer para cambiar el destino de nuestro México; es tiempo de atender las deficiencias en el actuar ciudadano y empezar a modificar el rumbo, siempre recordando que "mí derecho, termina donde comienza el derecho de los demás". ¿Ya reaccionamos?

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