La quinta guerra entre Israel y Hamas ha cambiado irremisiblemente no sólo la trayectoria del conflicto palestino-israelí -ahondando múltiples traumas-, sino ha transformado por completo la dinámica de confrontaciones violentas, impasses, acuerdos y negociaciones en el Medio Oriente, unas visionarias, otras insuficientes. Con tanta destrucción e incertidumbre, ante las incontenibles reverberaciones de la ira, la tragedia y el dolor, frente a los embates de la guerra, la polarización ideológica, la desinformación y las batallas mediáticas, el mundo necesita ver más allá de la niebla de otra guerra catastrófica y reafirmar, como humanidad, que existe la voluntad colectiva de árabes y judíos, junto con la de una inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo, para encontrar aquellas difíciles salidas, complejas y audaces, capaces de poner en ejecución soluciones incrementales que permitan retomar el relegado proceso de paz, además de alentar e impulsar otros procesos. Una oportunidad extraordinaria para vislumbrar una ofensiva en favor de una paz global sustentable y duradera.
Debemos hacer cuanto sea necesario para que prevalezca la voluntad colectiva de detener de inmediato la confrontación, terminar con la violencia fratricida y poner fin a las hostilidades, para acabar con la pérdida de vidas, la furia de la venganza, la ocupación y el control territorial mediante invasiones; para que cese el estruendo de las armas y puedan prosperar las medidas de confianza, avanzar nuevas vías de diálogo y entendimiento, hasta hacer que las partes se vean obligadas a sentarse a negociar. Las guerras tanto en Gaza como en Ucrania y en su entorno, pueden y deben dejar de estar atrapadas en los cálculos del poderío militar, económico y político, en las falsedades y conductas irreductibles impuestas por el ánimo de arrasar, imponer y vencer en confrontaciones geopolíticas, incitadas por líderes políticos cuestionados, cínicos e inmorales, a los que hay que hacer responsables. En la rebeldía de los jóvenes, en millones de personas solidarias, en los foros multilaterales y regionales, en los medios de comunicación, en las protestas callejeras, los objetivos superiores de la paz deben prevalecer sobre los estragos de la guerra para desmontar las falacias de su inevitabilidad y acallar las mentiras del conflicto perenne.
La comunidad internacional y la opinión pública necesitan escapar de la trampa del ciclo demencial de violencia, provocado tanto por el ataque terrorista de Hamas en contra de Israel y el lanzamiento de cohetes, como por el desproporcionado bombardeo incesante e inmisericorde y la asimétrica incursión militar de Israel en la franja de Gaza; al igual que de los persistentes ataques contra los palestinos en Cisjordania, las provocaciones en la frontera con Líbano, las agresiones en Siria e Irak. Sólo así se logrará contener el involucramiento de Estados Unidos y de Irán y circunscribir el de otras potencias regionales como Turquía, Arabia Saudita, Emiratos Árabes, arrastradas a un conflicto que continúa extendiéndose rápidamente por todo el Medio Oriente, que tiene como protagonistas a actores no estatales.
Ha llegado la hora de examinar a fondo, sin cortapisas, prejuicios y sesgos, con todos los riesgos y las enormes dificultades que ello entraña, los supuestos, los antecedentes y las premisas en las que descansan tanto los fundamentos mismos del Estado de Israel y su indispensable seguridad como las legítimas aspiraciones y la defensa de los derechos inalienables de los palestinos, sin dejar de lado el valor y la viabilidad de las iniciativas árabes.
Luego de un mes de guerra, se impone un solo objetivo prioritario: conseguir un cese al fuego inmediato para construir un acuerdo razonable que pueda prosperar a partir de una tregua humanitaria que suspenda y ponga un alto total a la lógica de la superioridad militar, de los actos terroristas, que continúan infligiendo un criminal castigo colectivo sobre población civil inocente buscando imponer condiciones de facto sobre el terreno. Sólo así, con toda la presión internacional y las acciones diplomáticas necesarias, se conseguirá, a cambio, de manera rápida y simultánea, la entrada urgente, sin interrupciones ni obstáculos, de la ayuda humanitaria suficiente y un intercambio de rehenes por prisioneros con la mediación de Egipto y Qatar, bajo supervisión internacional.
El status quo es insostenible. Mientras esto no cambie, el conflicto no podrá resolverse al impedir nuevas propuestas. Para conseguirlo, debe prevalecer el pleno respeto al derecho internacional humanitario. Debe terminar la división entre dos autoridades palestinas enfrentadas y cesar el desplazamiento forzado en los territorios palestinos ocupados que permanecen separados. En Cisjordania es fundamental acabar por completo con los asentamientos ilegales de colonos judíos y revertir su constante expansión, la cual ha incitado el reclutamiento de miles de jóvenes palestinos, socavando el futuro. Deben replantearse y reactivarse los flujos de ayuda económica y financiera para los refugiados palestinos, al igual que la pronta revocación democrática de los mandatos tanto del gobierno de coalición israelí encabezado por Netanyahu, como de la Autoridad Nacional Palestina y también de Hamas. Durante décadas, a palestinos e israelíes los han defraudado sus líderes, que se han eternizado en el poder, incluso corrompiéndose, al perpetuar el conflicto, atizando las diferencias, exacerbando las tensiones, dinamitando los acuerdos.
La compasión y la empatía pueden trazar otro derrotero. No perdamos de vista la razón y la justicia: persistamos en buscar las vías pacíficas que conduzcan a la existencia de dos Estados. Aferrémonos a la esperanza. Sumémonos a las filas de los pacifistas. Sólo así, podremos recuperar nuestra condición humana, antes de que sea demasiado tarde.
@JAlvarezFuentes
