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Salas de consumo supervisado de drogas para evitar muertes por sustancias ilícitas

Este tipo de instalaciones ofrecen un entorno seguro y limpio para el uso de fármacos ilegales, evitando sobredosis y el contagio de enfermedades por jeringas contaminadas.

Centro de consumo supervisado de drogas en Atenas, Grecia. Imagen: Drugreporter

Centro de consumo supervisado de drogas en Atenas, Grecia. Imagen: Drugreporter

RICARDO OROZCO ROSALES

La adicción a las drogas persiste como un tema tabú en la sociedad. La televisión a menudo presenta historias conmovedoras de individuos que, tras enfrentar desafíos devastadores debido a la farmacodependencia, lograron recuperar sus vidas. Sin embargo, cuando esos anuncios publicitarios llegan a su fin, caemos en la costumbre de juzgar. Es común etiquetar a quienes padecen una adicción como personas de voluntad frágil, sugiriendo de alguna manera que merecen sufrir las consecuencias de su enfermedad. Desde la comodidad de nuestros hogares, adoptamos esta perspectiva recelosa.

Anhelamos poner fin al narcotráfico, pero dejamos de lado a aquellos que enfrentan constantemente el peligro de una sobredosis, permitiendo que este sector marginado persista sin los recursos necesarios para liberarse de la toxicomanía. Las sustancias nocivas fluyen libremente y se tornan cada vez más potentes, económicas y accesibles. Incluso lo que antes considerábamos el peor de los escenarios, el consumo de heroína, ahora se ve eclipsado por compuestos aún más letales, como el fentanilo.

No importa qué tanto desviemos la mirada, cada vez más gente cae en la farmacodependencia. En las redes sociales, entre la variedad de “videos chistosos”, a menudo se cuelan grabaciones de personas en situación de calle bajo los efectos de algún estupefaciente. Nos reímos o simplemente lo ignoramos, lo cual es igual de grave.

Pero quienes sufren el infierno de las adicciones merecen dignidad. Por eso, en medio del tabú, surgen soluciones innovadoras.

UNA NUEVA PERSPECTIVA

Hace décadas surgió en Europa una idea que cambiaría la forma de abordar la adicción: las salas de consumo supervisado de drogas, concebidas para llenar un vacío en la atención a usuarios activos. Su existencia abrió puertas hacia una visión de tratamiento para quienes padecen esta enfermedad —en contraste con la inmediata criminalización a la que están expuestos en países como México—, un avance trascendental para la salud pública.

Estas instalaciones proporcionan un entorno seguro y limpio para el empleo de sustancias ilegales, con personal especializado que ofrece apoyo integral. Han demostrado reducir el uso compartido de agujas, mejorar el acceso a recursos para superar la dependencia, además de prevenir sobredosis y enfermedades como el VIH y la hepatitis C.

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Personal del centro de consumo supervisado de drogas en Atenas, Grecia, recibiendo a una usuaria. Imagen: Drugreporter

Se originaron en respuesta a la crisis de inyectables de la década de los ochenta. La primera de ellas abrió en Berne, Suiza, en junio de 1986, en pleno brote de VIH/SIDA entre quienes se aplicaban fármacos con jeringas contaminadas.

Las evaluaciones son en su mayoría positivas: las salas proporcionan información valiosa sobre patrones y tendencias de uso de sustancias. Por tanto, desempeñan un papel fundamental en la comprensión y desarrollo de sistemas de apoyo a los usuarios.

Quienes han utilizado estos espacios coinciden en que encerrar o desplazar de las calles a las personas con adicción no es efectivo; se necesita una intervención más comprensiva cuyo enfoque sea la integración del afectado a la comunidad. Como resultado de la puesta en marcha de las salas, se ha observado una disminución del uso público de sustancias ilícitas, liberando de este fenómeno a una variedad de zonas urbanas.

En una visita a un centro de consumo de drogas en Atenas, Grecia, documentada en el canal de YouTube Drugs Reporter, se revelan aspectos conmovedores. Los usuarios, al adentrarse en las instalaciones, quedan gratamente sorprendidos por la calidad de lo que encuentran. Algunos incluso se preguntan si ese lugar realmente fue diseñado para ellos. La respuesta es un rotundo sí.

La clave en este contexto es que quienes acuden se sientan acogidos, como si estuvieran en casa o en compañía de una especie de familia extendida. El personal se esfuerza por brindarles apoyo psicológico, dotándolos de herramientas para enfrentar los desafíos diarios y ayudándolos a trazar un camino hacia una vida mejor. Para ello se ofrece terapia, pero la decisión de iniciarla queda en manos de los usuarios, respetando su propio proceso de recuperación.

Aquellos que deseen prolongar su estancia en el centro de Atenas después de utilizar las instalaciones principales, tienen la opción de dirigirse al primer piso, donde encontrarán un espacio donde pueden relajarse, disfrutar de juegos, acceder a terapia individualizada y, por supuesto, deleitarse con una comida. Sentirán que están en un lugar seguro donde se les comprende y respeta.

“Nuestra vida trasciende las drogas; somos personas, al igual que todos ustedes”, dice uno de los entrevistados durante la visita a este lugar, resumiendo la esencia del enfoque transformador de las salas de consumo supervisado de sustancias ilegales.

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El activista Peter Krykant y su van adaptada para consumir sustancias ilícitas. Imagen: The Scotsman

AGENTE DE CAMBIO

Hace dos décadas, Peter Krykant, un ciudadano escocés, libraba una batalla contra la heroína y la cocaína. En una entrevista con Al Jazeera compartió su experiencia: “Hubo momentos en los que me encontraba sin hogar, sufría insultos, agresiones e incluso arrestos simplemente debido a mi apariencia”.

Sea cual sea la razón por la que una persona se acerca a los estupefacientes, ya sea para buscar placer, aliviar el dolor o debido a la presión del entorno en el que vive, ninguna de ellas es motivo para que desaparezca automáticamente su derecho a recibir atención del sistema de salud pública en caso de posible adicción o peligro de sobredosis. Tampoco merece ser perseguida por la policía ni ser excluida de la sociedad. Ver a un ser querido luchar para lograr la abstinencia puede ser doloroso y desafiante, y a veces puede llevar a sentir que no hay esperanza en ninguna parte. De ahí que, en lugar de elegir selectivamente cuáles causas merecen compasión, deberíamos ser una sociedad que brindara apoyo a todos sin excepción.

Hoy, a los 46 años, Peter Krykant se ha convertido en una figura central en la lucha por la aceptación de las salas de consumo supervisado de drogas en Escocia. Su incansable activismo dio sus frutos el 27 de septiembre de 2023, cuando las autoridades de Glasgow aprobaron la primera sala oficial de Reino Unido.

Sin embargo, el escocés ya había iniciado su propia estación de consumo supervisado, sin autorización, en Glasgow, la cual operó desde septiembre de 2020 hasta mayo de 2021, un trabajo duro pero conmovedor. Las instalaciones consistían en una furgoneta y una ambulancia convertida. Su valiente acción obligó al gobierno de su país a enfrentarse a un grave problema: la tasa de muertes por drogas más alta de Europa, con más de mil personas fallecidas solo el año pasado.

El anuncio de este tipo de iniciativas, en cualquier nación, marca un momento de alta complejidad. Si bien las salas de consumo supervisado no son la solución definitiva para las adicciones, sí son un camino para evitar que las personas mueran en las calles.

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