Higinio respetó y admiró a los escritores locales. Asistió a las presentaciones de libros y cuando tuvo oportunidad reseñó sus obras. El encuentro con uno de los títulos de Jaime Muñoz Vargas le llevó a la reflexión sobre los modismos de la lengua lagunera, porque él los empleaba cotidianamente (HAEN).
En el libro "La Tolvanera… pizca en el habla lagunera" de Jaime Muñoz Vargas, no escapa el mismo Jaime con una "novedad": que es un gomenso más de los muchos gomezpalatinos que trabajan en Torreón (también fue de los dormidos de Lerdo) y en cuanto a la palabra mamar, describe pronunciamientos diferentes con sus respectivas acepciones: mamado, mamalón, mamar, mamarse, mamerto, mamey, mameyes, mamilas y mamón.
Y aunque este tomo puede considerarse como una aportación más al conocimiento del lenguaje popular comarcano y del norte de México -es meramente de divulgación y no rollero, precisa Jaime en el prólogo; remueve sentimientos de la juventud desinhibida y nos remonta a los tiempos de Tin Tan (mis tiempos) con "ese mi bato, la marmaja y aquellos oclayos verdolaga", de voz tintanesca inconfundible. Por lo tanto, nos pone al corriente en las interpretaciones de las palabras netas, meco, obrar, pedero y machicha, (siempre pronuncié bachicha a los golpes de los compañeros en la cabeza y ahora me entero que andaba mal en cuestiones de ortografía manual golpista.
Le hacíamos al ñetas y escapábamos al castigo por blandengue y barco. Y de dulce sonido cita guandajón, guandajona y güila.
"La tolvanera…" se pone a la par de los grandes diccionarios con una serie de abreviaturas que nos sirven de guía para no trabarnos: adj. Igual a Adjetivo, adv. Adverbio, amb. Ambiguo, interj. Interjección, loc. Locución, s. Sustantivo y v Verbo.
El librito resulta interesante, ameno y atrevido; cita putazo, quequi, tronera, languciento y lebrón, esta última aplicada a los mal hablados, respondones e irrespetuosos.
Como estudioso de la lengua ordinaria lagunera, "la que no tiene alcurnia", da cabida al "tequiliú", el "moche", que como todos sabemos están obligados a pagar a sus jefes agentes y oficiales de Tránsito y cita a masiosare como expresión patriótica pero a los niños de primaria nunca nos explicaron que es osare. Del mismo modo incluye a Ciudad Lerdo en su diccionario: "Lerdo dormido, supuestamente lento y provinciano"
Aficionado por necesidad cultural a la botana cervecera, no pasa por alto los términos relacionados con la alimentación y la bebida: -si me invitara unas cerbatanas acompañadas con unos taquetes de triplay o un "Toño y Lupe" le contestaría "sirol". Tampoco rechazaría un "yuki" o una "celis" para la "crudelia". Lamentablemente las palabrejas son mal vistas por los doctos y sólo se hablan en la calle, dice el autor, y simulan eludirlas -digo yo- los bien hablados, con un aparente desapego a nuestra identidad; "La Tolvanera…", sin embargo, se encarga de atraerlas como remolino de lectura fonética. Nos da con Tokio.
Se requiere una segunda edición porque sabemos que bodoque no sólo significa chaparro y gordo, sino que también es un término cariñoso hacia el ser amado: "mi bodoquito, véngase a sacudir el catre". -Ahí va dieciocho.
Olvidaba: - "Pilinga". adj.s. Dicho del sujeto delgado y de baja estatura. "Ese boxeador es peso mosca muy pilinga". Pene pequeño "Al niño se le ve la pilinga. Palabra de uso popular que me acompañó en mi niñez: "¡Muchacho del demonio, ya no juegues con la pilinga!", era el regaño materno de todos los días y sus noches).