Cómo comprender y ayudar a aquellos que sufren.
La capacidad de ayudar radica en la habilidad para comprender, escuchar y reconocer el dolor de quienes están sufriendo, sin la expectativa de cambiarlos o repararlos.
A menudo, aquellos que llevan consigo un dolor profundo se sienten incomprendidos y distantes, lo que dificulta que alguien se acerque para ofrecer ayuda. La dificultad se intensifica cuando el dolor y el sufrimiento se manifiestan de manera tan intensa que se confunden con una necesidad de confrontación, convirtiendo a estas personas en seres agresivos, intolerantes y altaneros. En este escenario, aquellos que intentan ayudar se sienten atacados, lo que resulta en una situación donde, en lugar de ofrecer apoyo, se sienten heridos, impotentes e incluso experimentan sentimientos de culpa o enojo, llevándolos a alejarse y dejando a la persona sumida en su propio dolor.
Este ciclo vicioso y sin salida solo amplifica el sufrimiento, creando un camino cada vez más oscuro para la persona afectada.
¿Quiénes son estas personas atrapadas en esta situación tormentosa?
Son hijos o padres inmersos en constantes disputas sin motivo aparente.
Son individuos que luchan por completar sus estudios o son expulsados de instituciones educativas.
Son aquellos que no pueden mantener un trabajo y tienen conflictos con superiores y colegas.
Son personas que ponen en riesgo su salud física y se exponen al peligro constantemente.
Son aquellos que abusan de sustancias, alcohol u otras adicciones.
Son personas con compulsiones sexuales.
Son individuos iracundos que buscan peleas sin control.
Son personas infelices, amargadas, groseras, entre otros.
En general, es sencillo identificar a quienes sufren por la interconexión entre sus comportamientos y su infelicidad. Estas personas son extremadamente sensibles, y su conducta confunde el tipo de ayuda que realmente necesitan.
Lamentablemente, a menudo nos enfocamos en el maltrato que infligen y en los comentarios que emiten, sin percatarnos que su falta de conciencia y responsabilidad ante sus acciones son solo indicadores de su padecimiento, ellos se defienden atacando. No atacan para lastimar a nadie.
El riesgo al tratar con este tipo de personas es que, debido a su comportamiento intolerante, nos confundamos y centramos nuestros esfuerzos en establecer límites, disciplinar y contener la frustración, sin comprender que la atención debería centrarse en ayudar a contener su dolor y la carga emocional que sienten.
Para dejar de sufrir por un dolor que no es propio y poder asistir a las personas fracturadas emocionalmente, es crucial distanciarse de sus comportamientos y entender que los ataques no son personales.
Reconocer su dolor en lugar de juzgarlos permitirá adoptar una nueva actitud, eliminando expectativas y brindándoles la libertad de expresar sus sentimientos sin temor a críticas, posibilitando que trabajen en su dolor a su propio ritmo y con los recursos emocionales que vayan adquiriendo gradualmente.
Uno puede ser de gran ayuda cuando no se engancha ni se hace parte de sus reclamos o maltrato y se cuida para que su salud mental no se comprometan ni se lastimen.
LA RECETA REDEFINIENDO EL DOLOR AJENO INGREDIENTES:
Aceptación: capacidad de abrazar y adaptarse a la realidad tal como es.
Fortaleza: resistencia y valentía para enfrentar desafíos, superar adversidades de otros.
Compasión: empatía y el deseo de aliviar el sufrimiento ajeno, mostrando apoyo genuino.
Calma: serenidad mental y emocional, caracterizado por la paz interior
Límites claros: establecer y comunicar de manera firme y respetuosa los límites personales, protegiendo el bienestar emocional y psicológico.
AFIRMACIÓN PERSONAL PARA NO CAER EN EL ENOJO DE OTROS
Reconozco que tengo el poder de mantener la calma ante el enojo y el maltrato de los demás. Puedo establecer límites claros sin perder mi serenidad. Entiendo que cada persona carga con problemas personales y yo no tengo que arreglarlos. Tengo la fortaleza para no engancharse en discusiones o peleas que yo no las cauce ni las inicie. Para no ser responsable de las acciones ajenas. Elijo la aceptación y la compasión como respuestas ante situaciones desafiantes. Trato de preservar mi paz interior en momentos de crisis y cuando no puedo, me doy crédito por lo que trate. Reconozco que muchas veces es muy difícil mantener la calma cuando el maltrato es directo o agobiante.
Cómo no tomar a personal el ataque de otros y poderlos ayudar.
Aceptar a las personas tal como son, en lugar de esperar que se ajusten a nuestras expectativas, nos libera de la ilusión de cambiar una realidad que no es la suya.
Enfocarnos en nuestro propio crecimiento y desarrollo esencial antes de intentar cambiar a los demás. La responsabilidad y la capacidad de cambio se limitan a lo que controlamos directamente, reconociendo que no podemos imponer cambios en los demás.
Restaurar conexiones y reparar relaciones fracturadas debido al dolor y la agresión puede abrir la puerta a la disposición y el deseo de recibir ayuda. Este proceso marca el inicio de un camino hacia la colaboración y la transformación mutua.
Acompañar a nuestros seres queridos en el dolor no nos hace responsables ni cómplices de sus acciones.