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Politiqueros

YAMIL DARWICH

Se dice del político: "es cualquier persona afiliada a una asociación o grupo que desarrolle actividad partidaria, con independencia de si ostentan, o no, algún cargo público".

Todos somos políticos y debiéramos participar activa y responsablemente en la toma de decisiones; así, en su descripción ideal, el bienestar común estaría protegido del abuso. Ahí empieza el problema.

Si algún ciudadano decide hacer trabajo político honesto en el servicio público, entonces debe autoevaluarse y revisar sus capacidades antes de buscar o aceptar el puesto.

Politiquero, es definición despectiva para quienes buscan abusar con la política, engañando sobre sus intenciones y capacidades, buscando ubicarse en algún puesto que le genere dineros con pocos esfuerzos. "Ganapanes", les llaman despectivamente y estamos infestados con ellos.

Desde luego que ser político de profesión es actividad digna; entregar tiempo y calidad de vida personal para buscar el bien común es disposición que pocos tienen, pero que les hace brillar mostrando su mejor expresión humana.

Desgraciadamente, con frecuencia son devorados por los caníbales politiqueros del servicio público.

Cuando revisamos las plantillas laborales públicas, podemos encontrar a algunos políticos profesionales ubicados en puestos secundarios, sirviendo y trabajando honestamente, desplazados por los politiqueros que ocupan las posiciones altas del organigrama, aprovechando sus habilidades camaleónicas para aparentar ser lo que quieren sus superiores. Serviles, indignos agachones.

Estos politiqueros presentan particularidades; entre otras:

Doble cara en el servicio de atención: adecuada o mal trato, según la persona que les solicite apoyo y, desde luego, considerando las relaciones que tengan con jefes o influyentes; comúnmente viven alejados de los valores trascendentes -bien, verdad, justicia, etc.- y procuran aparentar responsabilidad y visión social -respeto, responsabilidad, honestidad, etcétera-; siguen el principio de "el mayor beneficio con el menor esfuerzo", para ellos servir no es un fin, sino un medio para escalar posiciones y beneficio personal; de pronto desaparecen del puesto asignado por dos causas fundamentales: lograron "una liana" más lucrativa o "el jefe" los llevó con él, por serle confiables, sabiéndolos inmorales y poco éticos.

Al revisar la historia, vemos que aparecieron cuando las organizaciones sociales -ciudades, luego imperios- requirieron vasallos que atendieran las conveniencias de reyes y emperadores. Servían y callaban; obedecían sin pensar, aunque algunos excepcionales pasaron a la historia por ser intelectuales, innovadores y desarrolladores de conceptos y leyes - Tomás Moro, buen ejemplo-.

También aparecieron quienes aprovecharon la oportunidad para ocupar puestos de alto mando -Senado Romano- persiguiendo el bien, buscando que los pares aceptaran sus ideas. Nació la política verdadera y adheridos, los parásitos politiqueros, "cargándose" a donde les orienta su instinto depredador.

La democracia favoreció el desarrollo de teorías y filosofía política, diversificando posturas, pensando en el bien común. Así nacieron los partidos políticos formales. Nuestra desgracia está en el dominio de politiqueros sobre políticas y políticos.

Los parásitos se multiplicaron y sofisticaron, haciendo del servicio público su beneficio personal, sin importarles el fin social. Muchos políticos cayeron en desgracia y otros se sumaron siguiendo aquello de "si no puedes con ellos… ¡úneteles!"

De pronto aparecieron las llamadas "Ciencias Políticas", que modificaron criterios de estudio y aplicación de reglas en la administración pública; las ciencias y las técnicas desplazaron a la teoría tradicional -nosotros empezamos con la romana antigua y francesa moderna- descuidando los principios humanistas del liberalismo, luego neoliberalismo, que acabó siendo ineficiente; finalmente aparecio el intelectual politiquero que parió al populismo empobrecedor.

En la historia de occidente aparecieron influyentes con ideas modernas, ellos fueron pioneros de las nuevas tendencias de hacer política y visión al futuro; apoyaron a los grandes pensadores que reeducaron desde sus universidades; comprendieron que requerían investigación en campos de antropología, sociología, economía y mercadotecnia. El resultado fue la popularización del neoliberalismo.

Parte de nuestro destino recayó en mexicanos que acudieron a tales universidades extranjeras, donde recibieron la instrucción escolarizada para administrar "productivamente" al país; sus capacidades tecnológicas y científicas, sumadas a las influencias familiares los llevaron al poder, adueñándose del destino nacional.

Ellos modernizaron la política mexicana al poseer el saber macroeconómico con análisis metodológico. Desafortunadamente fueron poco educados en fundamentos del humanismo que, desde luego, los conocen por estudio, pero sin apropiárselos y aplicarlos en su desempeño.

El dinero lo transformaron en el fin, no un medio y se entregaron a la corrupción, que avanzó a pasos agigantados, hasta llevarnos al estado actual, favoreciendo al populismo destructor.

Sin freno, ahora florecen politiqueros populacheros; cínicos, mentirosos, abusivos, ladrones, pederastas, exhibicionistas o simples vulgares y groseros. Ellos generan votos y son protegidos por sus líderes inmorales.

De ahí que "se busca un hombre" -Diógenes- quien, sacando lo mejor de sí mismo sea líder inspirador que nos mueva al cambio inteligente, ejerciendo actitud positiva, racional y ante todo verdadaramente democrática. Piense alternativas.

Nuevas opciones nos abren posibilidades… ¿utopía?; reflexionemos nuestro voto, porque… ¡ahí vamos de nuevo!

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