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JORGE VOLPI

ÁTICO

Tras años de señalar la ineficacia y el autoritarismo de AMLO, PRI, PAN y PRD volvieron a imitar lo que criticaban.

El reciente proceso mediante el cual el PAN, el PRI y el PRD eligieron a su candidata a la Presidencia no deja dudas de que estamos frente... al PAN, al PRI y al PRD. Más allá de que Xóchitl Gálvez haya sido la mejor elección -en buena medida porque no milita en ellos-, el mecanismo no podría haber resultado más funesto de cara a la sociedad. Contando con una figura que, gracias a su carisma y su propia historia personal, logró entusiasmar a un sector importante de los votantes, el Frente tuvo la oportunidad única de mostrar al fin su apuesta por la transparencia y su distancia de Morena; en vez de ello, calcó sus métodos y, peor aún, exhibió aquello que lo ha relegado a un segundo plano en nuestra vida política: su ausencia de autocrítica y sus componentes autoritarios, equivalentes a los de sus odiados rivales.

Para empezar, los integrantes del Frente pusieron en marcha un sistema tan caótico y enrevesado como la propia alianza que lo conforma. En vez de poner en marcha unas primarias abiertas a toda la sociedad -justo lo que esta les exigía para darles su confianza-, optaron por copiar las encuestas de Morena, añadiéndoles un componente de voto directo, aunque sin el menor interés por crear las condiciones que permitieran implementarlo. La paranoia de que los leales a López Obrador votasen por el candidato menos competitivo los llevó a fraguar este engendro: una muestra, en cualquier caso, de su temor a la democracia.

La plataforma para inscribirse, recolectar firmas y eventualmente votar tuvo un sinfín de fallos y, por si no fuera suficiente, los organizadores hicieron lo peor que puede ocurrirle a una competencia: cambiar las reglas cuando esta ya se encuentra en marcha. Primero, cambiaron los criterios para pasar a las siguientes rondas; después, las fechas y condiciones de las encuestas; y, por último, desecharon las votaciones finales, abocadas de antemano a la catástrofe. El saldo no puede ser más negativo: tras años de señalar la ineficacia y el autoritarismo de AMLO, volvieron a imitar lo que criticaban.

Como en la manida fábula del escorpión y la tortuga, PAN, PRI y PRD no pudieron dejar atrás su naturaleza y prefirieron ahogarse juntos antes que reivindicarse frente a los ciudadanos. En lugar de acentuar la bocanada de aire fresco representada por Gálvez, prefirieron recordarnos que el PAN es el partido que desató la guerra contra el narco -sin duda la peor decisión tomada jamás en el México reciente-, que el PRI no solo expolió al país durante setenta años, sino que volvió a hacerlo en cuanto volvió a tener el poder y que el PRD, o lo que queda del PRD, es tan incongruente como irrelevante. Alito Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, en teoría los más encarnizados enemigos de López Obrador, se empeñaron en darle la razón: encarnan, como han demostrado ahora, la mafia en los partidos.

Para nadie es un secreto que no era Xóchitl Gálvez su candidata ideal: habrían preferido a alguien salido de las cúpulas; alguien que, aun presintiendo su derrota frente a Morena, les garantizara espacios y prebendas: lo único que en el fondo les importa. Sin embargo, cuando se dieron cuenta de que ella terminaría por ganarles la partida, tomaron una decisión aún más perversa: adoptarla e impulsarla, pero sometiéndola a sus condiciones. La decisión de PAN de abandonar a Santiago Creel y la postrera del PRI de hacer lo mismo con Beatriz Paredes no fueron errores de cálculo ni correcciones en el camino: sus aparentes sacrificios son la moneda de cambio que les permitirá seguir imponiendo sus criterios -es decir, protegiendo sus intereses- en la campaña de Gálvez. Un descarnado y descarado acto de supervivencia de sus dirigentes y sus élites.

Todo ello sin contar con que el Frente no cuenta con un proyecto de país que no sea el más zafio antilopezobradorismo. Xóchitl Gálvez es, eso sí, la candidata. Por desgracia, si no logra distanciarse al máximo de las aviesas o corruptas dirigencias del PAN, PRI y PRD, su aventura está condenada al fracaso. Y al final no habrá sido más que el instrumento para que las mafias partidistas conserven, tras el 2024, sus mezquinas parcelas de poder.

@jvolpi

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