EDITORIAL Caricatura Editorial Columna Astillero Sergio Sarmiento editoriales

Diálogo

Peregrinaciones

YAMIL DARWICH

Esta temporada está llena de simbolismos culturales/religiosos; entre ellos las tradicionales peregrinaciones de mexicanos devotos -y no- que transitan por las calles, fervorosos, divertidos, hasta molestos y adoloridos -particularmente algunas damas, quienes no desperdician la oportunidad de mostrar su belleza, estrenado zapatillas, algunas más chicas a su medida-.

No solo es tradición nuestra; incluya a las religiones monoteístas y algunas más. Los judíos deben acudir a Jerusalén; los seguidores de Mahoma a la Meca y, nosotros, cada año, a visitar a Lupita, aunque existen otras peregrinaciones menores, dedicadas a diferentes santos.

La tradición mexicana es un acontecimiento que incluye a creyentes y no, algunos ateos y hasta "hermanos separados" que prefieren no enemistarse con el patrón sometiéndose a la "coperacha" para las ofrendas, cumpliendo en el pase de lista entre los peregrinantes.

Los preparativos se efectúan con meses de anticipación: los responsables de las direcciones de recursos humanos -grandes negocios- o los más devotos marianos -pequeños negocios- se encargan de la preparación y… como "buenos mexicanos" aceptamos, aunque sea a regañadientes o sospechas, la administración de los dineros recaudados.

Ir a las oficinas del templo y tratar con el ministro encargado -hoy encomiendan a las secretarias- es obligación de los comisionados, quienes elegirán fecha y hora del peregrinar; ellos, además, deberán hacer las compras de faroles con veladoras, hasta velas de cebo, según posibilidades.

Habrá que considerar que cada uno deberá elegir y comprar su globo con gas, personalmente si peregrinan con niños, quienes, en algunos casos, serán vestidos de inditos Juan Diego, con barbas y bigote pintado; algunos cargarán huacal a sus espaldas -no sé por qué- vestidos de manta blanca o disfrazados de la mejor manera posible. Las niñas, como virgencitas Marías, con o sin manto y corona, según recursos familiares, al fin que "será un sacrificio material que Lupita sabrá recompensar".

Los patrones más devotos, permitirán que todos desfilen por la tarde, aun perdiendo las ventas vespertinas, dejando tiempo a los empleados para sus preparativos personales.

Si la economía lo permite contratarán matachines -también de acuerdo a lo recaudado- todos con vestuarios exóticos y penachos rebuscados -creatividad nacional-. Algunos danzarán modernizados en ropajes y pasos, sin olvidar al "viejo de la danza", haciendo "diabluras", algunas atrevidas.

Todos se esforzarán en cooperar para el óbolo y, de ser posible, se incluirán mariachis o grupos de banda cantando corridos que poco tienen que ver con el festejo.

Tratándose de escuelas de inspiración cristiana, los encabezarán sus bandas de guerra, con pocos elementos o en número reglamentario, con desafino en la ejecución de instrumentos que, de igual forma, agradarán a la Virgen Morena.

El orden es importante: luego de matachines y/o banda de música, desfilarán los (as) abanderados, eligiendo a los más presentables o guapas de la empresa; seguirán las ofrendas de flores y dinero -también según posibilidades-; dado el tamaño de las coronas, podrá rodar la camioneta del patrón, aprovechándola para trepar a los músicos y dejar los asientos de la cabina a la esposa y/o hijos menores.

Luego vendrán los trabajadores, hombres y mujeres, con niños y hasta la suegra, que la sumaron para "hacer bola" entre los peregrinos, dando mayor presencia e importancia al contingente.

Todos cantando tradicionales canciones, regularmente entonados, otros no tanto, pero sí demostrando que "aunque no haya entonación, sí hay devoción".

Al final, "sí hubo con qué", vendrán los coheteros, lanzando al aire silbadores y estruendosos petardos al aire, cosa de espantar "al chamuco".

El tradicional, hermoso y divertido folclor, no se puede considerar sin los asistentes al paso de la procesión: niños con sus padres -protegiéndolos de empellones y tratando de ponerlos "a mero adelante pa que vean bien"-; parejas de enamorados -él, cuidando a su dulcinea de manos y rozones de los "abusones que no faltan"; pelados, raterillos y oportunistas; y, desde luego, grupos de muchachos que "en bola" gritan ocurrencias a los peregrinos, provocando hilaridad entre los participantes y enojo de algunos.

La entrada al templo será entre ruidosos tamborazos, sonidos de sonajas y arcos golpeados por flechas, apresurados por los coordinadores del desfile y pasen a recibir la "carrereada" bendición, colocar las flores según indicación y entregar el óbolo ante la cuidadosa mirada del cura en turno.

Imperdibles los vendedores de todo tipo, que ofrecen tentaciones con elotes, desgranados, paleteros, globeros y demás, todos sonsacando a menores y novias para el consumo. Los más pudientes invitarán a novia o amiga a consumir fritangas en puestos ambulantes que, igualmente debieron cubrir su cuota por el espacio. Tacos, tostadas, tamales serán actores principales.

Cada año vivimos el grandioso festejo, muestra de una más de nuestras riquezas culturales, folclor que debemos cuidar y preservar; envidia de politiqueros que deben entregar pagos, tortas y refrescos para que sus partidarios les aplaudan. ¿Usted peregrina o asistirá como espectador?

[email protected]

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Yamil Darwich Editorial Yamil Darwich Diálogo

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2254415

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx