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Hemos fallado

RAÚL MUÑÓZ DE LEÓN

Hagamos una parada técnica en este vertiginoso viaje que por sinuosos caminos nos lleva la vida; caminos en los que el peligro y el miedo presiden nuestro estado de ánimo; tiempo convulsivo y de confusión vivimos hoy los mexicanos; divididos por quien tiene la obligación moral y política de procurar la unificación de los ciudadanos, porque el principio rector de la política oficial parece ser "o estás conmigo o estás contra mí"; por tanto, nos movemos con tensión e incertidumbre.

En estos días, en nuestro país prevalece el discurso del odio; esta situación ha propiciado la conformación de un ambiente denso y pesado en el que los más afectados son las niñas y los niños que crecerán con el trauma auditivo del tiro de pistola; los niños mexicanos de esta época padecerán un colectivo trauma psíquico infantil factor psicológico provocado por terribles escenas recurrentes, que lo harán saltar de alegría por creer que su mal está controlado, que su enfermedad está en vías de extinción, mientras él se encuentra en franco periodo de recuperación.

Ante este, nada alentador, Panorama, el cuestionamiento brota espontáneo. Hemos fallado como adultos porque no tuvimos ni tenemos la capacidad de solventar las diferencias que nos separan y exaltar las coincidencias que nos unen o por lo menos nos acercan; hemos fallado en nuestra tarea de trasmitir valores y ponderar conductas positivas; hemos fallado porque no supimos comprender los anhelos y necesidades de niños, adolescentes y jóvenes que exigen un país que les ofrezca reales oportunidades de avanzar y alcanzar el triunfo y con él el éxito.

Hemos fallado porque frente a los hijos y los nietos mostramos cobardía e indecisión ante la problemática que nos plantearon; hemos fallado como adultos, porque fuimos vacilantes y titubeamos al dar respuesta a las preguntas que nos formularon; hemos fallado porque eludimos sus cuestionamientos, sus inquietudes y sus aspiraciones.

¿Qué clase de mundo les vamos a entregar? ¿Cómo explicar, y peor aún justificar, las conductas en que como adultos incurrimos, perjudicando seriamente sus intereses y su futuro? En verdad que tenemos un serio compromiso porque el odio, la violencia, la agresión, el ataque, en fin, sólo antivalores les heredamos. Una sociedad conflictiva y en crisis es lo que les entregaremos y con justa razón nos reclamarán.

Hagamos un esfuerzo por mejorar nuestras relaciones con los demás. Ayudemos al desvalido, apoyemos a quien ha caído en desgracia, salvemos a niñas y niños. Enseñémosles el camino del bien y de la corrección.

Aquí cabe un cuento procaz para hacer más ligera y menos sofocante esta reflexión: "Un tipo le pregunta otro: ¿sabes la diferencia entre lo justo y lo correcto? No, contestó el interpelado. Te lo diré yo con un cuento. Dos amigos se encontraron en las puertas de un motel, con la circunstancia de que en el automóvil de uno iba la esposa del otro, y viceversa. Como se decían compadres, dice uno ¡Qué pena compadre, somos adultos y somos educados, no vamos a hacer un escándalo. Yo creo que lo más correcto es que su esposa pase a su auto, y mi esposa se traslade al mío. ¿No le parece? Contesta el otro: no compadre es lo más correcto, pero no es lo más justo, porque usted ya viene de salida y yo apenas voy a entrar".

Recordemos que son los niños y los jóvenes los que marcan el futuro de la Patria. De su formación y de su conducta depende nuestro destino. Reparemos lo que hemos hecho mal y no seamos reiterativos en las mismas acciones. Aceptemos nuestros errores y reconozcamos que hemos fallado.

Los pueblos que han alcanzado elevados niveles de progreso, son los que han formado una niñez sana y vigorosa, que al llegar a la edad adulta asumen sus responsabilidades en las distintas áreas del quehacer humano con seguridad y firmeza, teniendo como recompensa el éxito en todos los ámbitos de la vida.

Una sociedad limpia, saludable, cívica y moralmente, es la que estamos obligados a entregar a nuestros hijos; sólo así podremos decir que no hemos fallado.

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