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Palas Atenea

Palas Atenea

La obra de Rembrandt que enmarca el desierto lagunero

(ESPECIAL)

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DANIELA RAMÍREZ CERVANTES

A principios de febrero una obra de arte de un valor invaluable arribó al desierto lagunero. El Museo Arocena es el recinto que abrió sala para que los laguneros pudieran admirar de cerca un Rembrandt, se trata del cuadro titulado Palas Atenea, pintura fechada hacia 1654, la cual alude a la diosa de la sabiduría y protectora de los guerreros en la mitología de la Grecia clásica, numen patrona de la ciudad de Atenas, que suele representarse con casco, lanza y escudo.

Hija predilecta de Zeus, no es casualidad que naciera de la cabeza del dios sin intervención de mujer. En consecuencia, la imagen de Palas Atenea reúne todos y cada uno de los talentos y atributos masculinos. Cabe mencionar que la misoginia existe y florece desde tiempos inmemoriales, así también durante el resplandor absoluto de la Grecia clásica.

Pero, volviendo a la obra del pintor neerlandés Rembrandt van Rijn, que fue descubierta en un mercado de arte y hasta hace poco salió a la luz, pertenece a una colección particular y actualmente se encuentra en comodato con el Museo de Ausburgo, en Alemania.

Es la diosa Atenea, la guerrera, que el pintor retrata magistralmente, pero también es el rostro de Hendrickje Stofels (1626-1663) ama de casa del pintor y madre de su hija, Cornelia (nombre inspirado en su madre). Rembrandt elige a esa diosa para inmortalizar y rendir homenaje a Hendrickje, mujer con la que no pudo casarse debido a que Saskia, su primera y única esposa, madre de dos Cornelias fallecidas y de Titus, sobreviviente, redactó una cláusula testamentaria que sentenciaba que en caso de que Rembrandt se casara de nuevo, éste perdería su herencia, la cual era considerable, debido a que Saskia pertenecía a la clase alta.

Cuando Rembrandt requiere ayuda en su casa para cuidar a Titus, luego de que Saskia muere, contrata a Gerte Direx, una viuda para asistirlos. Con el tiempo, Gerte se convierte en amante del pintor y cuida con esmero al niño. Pero, el pintor decide contratar a una ama de casa más joven y le pide a Gerte que se vaya. Ella lo demanda por incumplimiento de promesa matrimonial, y accede a una pequeña pensión. Por su parte, Rembrandt responde, y, utilizando sus influencias, la ingresa a un hospicio del que no sale hasta muchos años después. Cabe destacar que mientras Gerte Direx estuvo con el pintor, también fungió como modelo de varios de sus lienzos.

Con ese bagaje acudo a la exhibición del Museo Arocena que se titula La diosa de la casa de Rembrandt: Palas Atenea. Ante esta obra magistral me descubro extasiada y observo ese rostro que creo reconocer, algo me dice que ya lo he visto. Y en efecto, minutos después, resuelvo que se asemeja mucho a la pintura Betsabé con la carta de David (1654), y a La novia judía (1642), (obras también firmadas por Rembrandt) pero confieso: este retrato, el de Palas Atenea, es mucho más de lo que hasta ahora he visto.

No sé si fuimos presentados, pero junto a mí está uno de los coleccionistas y dueños de la pieza barroca que logró arribar hasta el desierto lagunero. De manera orgánica cruzamos palabra y me brota la sensación de que ya nos conocíamos desde antes, y es justo por ese sentir que me atrevo a lanzar una pregunta, “¿Qué lugar de su casa ocupa la obra de Rembrandt?”. Antes de su respuesta, imaginé un lugar de máxima exposición, tal vez la sala, el comedor, u otra estancia, pero con sencillez el coleccionista me responde: “No está colgada. La tenemos en el recámara, en el suelo, enfrente de nuestra cama”.

Es así como tengo acceso a una historia alterna (no oficial) del cuadro, que me dicen, fue descubierto en un mercado de antigüedades por uno de los máximos especialistas de la obra de Rembrandt perteneciente a la Universidad de Leipzig.

“¿Y cómo llegó a sus manos?”, cuestiono de nuevo. Uno de los coleccionistas es español, el otro, de origen alemán, y ambos se mueven entre sus respectivas residencias en Barcelona y Leipzig.

Un de los dueños actuales del cuadro, me narra que el alemán poseía un pequeño dibujo que era atribuido a Rembrandt y quiso saber de su autenticidad, así que llamó a la casa del especialista del llamado maestro del claroscuro, con suerte obtuvo respuesta de su esposa, y fue ella quien provocó el encuentro entre estos dos hombres que después tejerán una sólida amistad.

La pequeña obra (por su formato), en el análisis del experto, se supo, no era de Rembrandt, pero sí de uno de sus discípulos. Cabe mencionar que Rembrandt, a lo largo de su vida, instruyó a una importante cantidad de aprendices a los que les cobraba por enseñarles el arte del pincel. Algunos fueron tan influenciados que copiaron su estilo con gran talento que a veces es difícil distinguir sus obras del trabajo de su maestro. Así cuando Willem Drost (1630-1680) pinta en 1654 su versión de Betsabé, que con asombro se asemeja al cuadro original de Rembrandt, realizado en el mismo año.

Regresando al relato, el alemán, al obtener respuesta de que su cuadro no era un Rembrat, se pudo no dar la conexión con el experto, y hasta ahí hubiera acabado la escena, pero no, como ya mencioné, de esa primera comunicación se gestó una gran amistad que desembocará en que el coleccionista, tiempo después, le hiciera un regalo a ese hombre que un día acudió a él porque creyó poseer un Rembrandt, cosa que no fue así, pero que, luego, sí poseería, pues su amigo le daría uno de los mejores regalos de su vida: el cuadro de Palas Atenea, el mismo que mis ojos, ahora, delinean...

Sergio Garza Orellana, curador del Museo Arocena, confirma que el nombre del experto de Rembrant es Werner Sumowski (1931-2015), que para 1950, dentro de la escena de antigüedades de Berlín, descubrió la pintura de Palas Atenea, reconociendo en ella a la pareja de Rembrant, Hendricke Stoffels. Tuvo una corazonada, aunque suele haber imitadores, algo le dijo que el trazo de ese cuadro era del pintor neerlandés. Fue así que decidió adquirirlo y someterlo a estudios técnicos y científicos que confirmaron sus sospechas, el cuadro era un original de Rembrandt.

Desde febrero y hasta el 28 de mayo, la pieza que se encuentra en Torreón después de pasar por la CDMX y Zacatecas, pertenece a un comodato indefinido con el Museo de Augsburgo. Al tratarse de una pieza patrimonial, el gobierno alemán tiene un protectorado con ella, y tuvo que pasar por todo un comité de deliberación para que pudiese salir de su país.

A través de esta obra, Rembrandt inmortaliza a su modelo, mujer controversial para la época, excomulgada por vivir en amasiato con el pintor. El Consistorio de Ámsterdam, de la iglesia reformada, llama a Hendrickje (embarazada de seis meses) para que acuda a responder por el delito de prostitución.

Asiste sola y se declara culpable, sometiéndose al escarnio y repudio colectivo. En cambio, el pintor, al no pertenecer a dicha iglesia, se salva de cualquier acusación.

Cabe mencionar que Palas Atenea fue resguardada durante cuatro décadas debajo de la cama del hombre que encontró la pieza en ese mercado de antigüedades. Si meditamos cuántos años transcurrieron para que cayera el Muro de Berlín y la diosa Palas Atenea de Rembrandt viera la luz, entenderemos por qué su lugar es el más sagrado e íntimo de la casa de los dueños actuales, su alcoba.

Podría imaginarme a esta diosa en mi recámara, pero jamás en el suelo. Palas Atenea la guerrera, la estratega con sus veladuras, sus claroscuros y ese maravilloso marco barroco.

Hasta aquí resulta interesante, sí, hablar de la obra que hoy se encuadra en el desierto lagunero pero que pronto regresará a Alemania para encontrar su lugar definitivo, pero también es una oportunidad para realizar un acercamiento al genio de Rembrandt Harmenszoon van Rijn, considerado por la historia como uno de los mayores maestros barrocos de la pintura y el grabado, el artista más importante de la historia de los Países Bajos.

MÁS SOBRE PALAS ATENEA

La pieza, presentada por primera vez en 2019, se ha exhibido en el Schaezlerpalais de Augsburgo, Alemania; así como en el Kunstverein de la ciudad de Aalen, Alemania. En 2022 viajó a México, para ser expuesta en el Museo Nacional de Arte (INBAL), en el Museo de Guadalupe, Zacatecas (INAH) y, finalmente, en el Museo Arocena de Torreón.

Sergio Garza, explica que se tenía pensado que la obra durara más tiempo en México, sin embargo, el gobierno alemán pidió que regresara al país de donde ya, probablemente, no vuelva a salir, la razón es que debido a su gran valor artístico e histórico, buscan cuidar extremadamente la integridad del cuadro.

“El coleccionista prestará el cuadro de forma permanente a un museo de Alemania, pero él seguirá siendo el propietario”, explica.

La importancia esencial de este cuadro, informa Garza Orellana, también recae en que se trata de uno de los primeros retratos de Hendrickje.

En la página web oficial del Museo Arocena, se explica que Rembrandt pintó a Hendrickje Sttofels, compañera sentimental y madre de su hija Cornelia, para el connotado Festival del Gremio de pintores de San Lucas de Ámsterdam hacia 1654 (y cercana en iconografía al cuadro de Alejandro de Macedonia que conserva el Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa) se trata de una espléndida pieza en la que la mujer aparece de tres cuartos con yelmo, armadura y escudo de exquisitas tonalidades metálicas.

“La capa de vivo rojo, muy probablemente pigmentada con la grana americana, contrasta con el fondo en penumbra. Una luz cenital proveniente del extremo superior derecho del cuadro imprime expresión y solemnidad a la diosa griega, acaso como una metáfora de la fortaleza de la modelo para vivir fuera del matrimonio con un artista y así encargarse de la administración familiar y venta de sus pinturas. La perla que pende de la oreja es un guiño, inteligente y sutil, con el que Rembrandt defendió de las críticas sociales a quien fuera la última gran mujer de su vida”.

La muestra, que puede ser visitada hasta el 28 de mayo del presente año, se enriquece con un espléndido retrato de un Rembrandt de veinticinco años de edad, atribuido a Gerrit Dou (1613-1675), su más destacado discípulo. Asimismo, dos dibujos y una estampa que forman parte de la serie de mendigos realizados por el artista, a partir de la obra del grabador francés Jacques Callot (1592-1635), complementan esta exposición de gabinete en torno al gran maestro de la pintura neerlandesa.

Garza Orellana se adentra un poco para explicar el estilo en el que se manejaba Rembrant, que dice, se identificó como un observador de la realidad en la que aspectos de la vida cotidiana no escapaban de su lienzo y que de alguna manera su arte, retrató con maestría. Su pincel, dice el curador, se alejaba del hecho de idealizar y de gestar pinturas bellas, su interés más bien era sobre lo real, y pintar tal cual lo que veían sus ojos era uno de sus objetivos artísticos.

PRIMERAS PINCELADAS

En la guía: Rembrant, el maestro de las luces y sombras, se hace un resumen muy conciso sobre la infancia de este gran artistanace el 15 de julio de 1606 en Leiden, en el viejo Rin (de ahí su apellido van Rijn, que significa “del Rin”). Es el noveno de los diez hijos de Harmen Gerritszoon van Rijn (1568-1630), molinero de profesión, y de Neeltgen Willemsdochter van Zuytbrouck (1568-1640). A pesar del catolicismo de su madre, Rembrandt es educado en la fe protestante. Proviene de un ambiente burgués, por lo que recibe una educación de calidad en la escuela latina de Leiden de 1613 a 1619. Se trata de una institución calvinista que no sólo le proporciona una educación religiosa exhaustiva (algo que se reflejará en muchas obras del artista, sobre todo en la elección de sus temas), sino también clases de dibujo. Así, es probable que ya desde esta época Rembrandt empiece a apasionarse por la pintura. A partir de su ingreso en la Universidad de Leiden en 1620, deja de lado las clases para dedicarse a su arte. Entonces, tiene tan sólo catorce años y entra como aprendiz primero en el taller de Jacob Isaacsz van Swanenburgh (1571-1638) en Leiden y, más adelante, en el de Pieter Lastman (1583-1633) en Ámsterdam. Ambos son maestros de renombre en esta época, pero es el segundo, con su rica paleta y su fuerza narrativa, quién influye más en Rembrandt. Lastman, que ha viajado mucho a Italia, transmite a su alumno los códigos de la pintura italiana y le descubre el estilo tan particular de Caravaggio (1571-1610), donde el claroscuro ocupa un lugar predominante.

Según la enciclopedia The World Book, los primeros trabajos de Rembrant fueron pequeñas obras de imágenes bíblicas y temas históricos. La influencia de Lastman se apreciaba en las expresiones de sus figuras, sus vivos colores y composiciones llenas de gente. Sin embargo, el alumno superó la capacidad del maestro al utilizar la luz y la sombra para aumentar el dramatismo en su trabajo.

Se puede decir, que lo anterior, es la semilla esencial para que Rembrant se convirtiera en uno de los pintores más sobresalientes del arte europeo.

LA ANATOMÍA DE SU CREACIÓN

Rembrandt van Rijn fue el artista más célebre del Barroco neerlandés. Encontró su nicho en el tema religioso y mitológico, destacando en el retrato y el autorretrato. En estos trabajos, además de claroscuros tenebristas y luz dorada, se puede encontrar una profunda introspección, un halo místico, por el cual suele ser identificado como el pintor del alma. Su vida personal también transcurrió entre luces y sombras: de una juventud alegre y gloriosa, a una vejez sombría.

Lo anterior fue el hilo conductor de la conferencia titulada Rembrandt, el pintor del alma, que la especialista en arte Linda Haro dictó en el Museo Arocena, una oportunidad no sólo para hablar de la importancia de Palas Atenea (que alberga el mismo recinto), sino también para arar en el contexto y en los acontecimientos que rodearon al artista y que se desembocan, inevitablemente, en su estética.

Primero, Haro explicó que al estilo del artista lo envuelve el Barroco, que puede ser definido como: “perla irregular”. En pintura suele verse como un recargamiento visual. Sin embargo, indicó, hay varios tipos: el Barroco de contrarreforma, el Barroco monástico o cortesano y el Barroco protestante, en esta última ramificación es a la que pertenece la obra de Rembrant.

“Se trata de imágenes más austeras de la vida cotidiana, donde también se retrata una vida interior”. A partir de aquí, Linda Haro hará mucho énfasis en que uno de los grandes dotes de este artista es la técnica con la que pinta los ojos de sus modelos, una hazaña en la que, dice, y es evidente, es capaz de retratar estados de ánimo y espasmos de la vida interior.

Y es que Rembrandt indagó de manera penetrante en el mundo de los sentimientos humanos, lo hizo a través de la composición, el color, de la postura y gestos de sus personajes, del estudio del rostro y del lenguaje de las manos. Con la luz, por último, unificó todo el conjunto.

“Es una de las características principales del Rembrandt. Titulé esta charla el pintor del alma, y no lo digo yo, hay libros. Hay muchos artistas que así le llaman, ‘el pintor del alma’, independientemente si son escenas históricas, historias bíblicas, mitológicas, o retratos, Rembrandt es un pintor de la interioridad. Muy pocos van a poder retratar la interioridad cómo él. Otra característica va a ser la luz dorada que se puede ver desde sus obras tempranas”.

Por ejemplo, en sus enormes lienzos, oscuros y profundos, en los que destacan La lección de anatomía del Dr. Nicolaes TulpLa ronda de nochela Cena de Emaús o Dánae, el prolífico pintor retrata una época en la que los Países Bajos occidentales se imponen como primera potencia mundial y son sinónimo de libertad de culto. Su original uso de la luz y de las sombras, sus cuadros realistas empleando la técnica del claroscuro y sus obras como grabador lo sitúan como una de las figuras del arte más importantes de la historia.

En muchos aspectos, Rembrandt puede ser considerado el pintor del Barroco por excelencia. No obstante, va más lejos que sus contemporáneos e imprime a la estética barroca su toque personal, con lo que revoluciona la producción artística de la época. Para resaltar esa teatralidad característica de sus obras, el artista juega tremendamente con la luminosidad. Así, las sombras hacen hincapié en los modelados, mientras que la luz centra la atención sobre ciertas partes de sus cuadros en un juego pictórico llamado claroscuro, que consiste en crear contrastes entre zonas claras y zonas más sombrías. El pintor incluso deja que grandes zonas de sus cuadros se sumerjan en un negro opaco.

Otros de los puntos que se abordaron en la conferencia fue el tema de los autorretratos. Según expertos, Rembrandt es uno de los pintores con mayor cantidad de autorretratos en la historia. Sus autorretratos narran los cambios en su rostro desde los 20 años, hasta su muerte, a los 63 años de edad. El dato lo confirma Linda Haro. “Probablemente ningún otro artista se haya autorretratado tanto. Algunos textos dicen que hay 46 autorretratos, otros dicen que hay 80, 50, 30. Bueno, aproximadamente hablamos de más 40”.

En un artículo, Eunice Castro-Orchillés, redacta que el primer autorretrato de Rembrant data de 1628, cuando él tenía 22 años de edad, “con la amplia frente llena de rizos poco convincentes, y con los labios más gruesos y sensuales que en ningún otro de sus autorretratos. En él expresó la faceta de rebeldía de su carácter. Al año siguiente se representó como un joven inteligente y bien vestido, con cierta confianza en sí mismo. Su último autorretrato lo realizaría poco antes de su muerte, a los 63 años de edad”.

En un portal de arte, se describe que Rembrandt era, aparte de un excelente artista, un observador agudo de la expresión y la actividad humana. Aprovechando esta característica centró esa mirada en sí mismo tan intensamente como en los que le rodeaban. Generó así una colección única y vasta de autorretratos que muestran su virtuosismo artístico y su profunda comprensión por la condición humana.

“Los autorretratos de Rembrandt dan crédito al refrán de que ‘lo más personal es lo más universal’, ya que hablan con fuerza a los espectadores. Este aspecto se manifiesta aún a través del tiempo y el espacio, invitando no sólo a mirarlos de cerca, sino también a ti mismo”.

OBRAS MÁS SOBRESALIENTES

Sí se teclea, tal cual en Google, “Obras más sobresalientes de Rembrant”, aparecen títulos como La ronda de noche (1642), El retorno del hijo pródigo (1669), Lección de Anatomía (1632), pero, según el termómetro de Internet, la más popular es La tormenta en el mar de Galilea (1633), una obra que muestra uno de los primeros milagros de Jesús, concretamente el narrado en el evangelio de San Marcos, capítulo cuarto, cuando Jesús calmó las aguas en una tormenta en el mar de Galilea.

El curador Sergio Garza, sobre esta última obra, puntualiza que es la única pintura marina que se registra de Rembrant, y en la que él mismo se autorretrata en una de las catorce personas que ocupan el bote, concretamente es el que sujeta la cuerda del mástil y mira hacia el espectador.

“Desafortunadamente ahora está perdida. Se robó del museo Isabella Stewart Gardner en la ciudad de Boston en 1990 y no se ha recuperado. De hecho el museo dejó el hueco donde estaba la pintura porque esperan recuperarla algún día”.

Ver de cerca un Rembrant resulta toda una experiencia sensorial. Las casualidades del destino procuraron que el desierto lagunero enmarcara la obra del neerlandés Palas Atenea por cerca de tres meses. Tiempo en el que los habitantes de la región han podido acceder al mundo artístico y personal de un pintor que vivió las altas y bajas de una vida, que aunque concluye en decadencia, se consagra y se inmortaliza cada vez que alguien, en algún lugar, se coloca frente a uno de sus cuadros.

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