Este amigo mío con el que tomo la copa -varias- los martes por la noche es devoto de Chejov. Dice que en sus obras de teatro parece que no está pasando nada, y está pasando todo.
Fue médico el gran escritor ruso, recuerda mi amigo. Quizá por eso hacía observaciones que a algunos les parecerán insustanciales, pero que si se consideran bien tienen mucha profundidad.
-Por ejemplo -menciona- notó que cuando los hombres revisamos visualmente a otro hombre lo hacemos viéndolo de arriba hacia abajo, en tanto que cuando revisamos a una mujer lo hacemos de abajo hacia arriba.
-No me he fijado en eso -confiesa mi amigo.-, pues no soy observador, pero sé que antes había que tener cuidado con revisar así a un hombre, pues nos exponíamos a que nos preguntara, retador: "¿Qué me ve?". Ahora, en cambio, hay que ser cautelosos al mirar de ese modo a una mujer, porque podría acusarnos de acoso sexual.
-En fin -suspira mi amigo, pesaroso-. Parece que beber y filosofar son los únicos bálsamos para atenuar este dolor llamado vida.
Y concluye:
-Eso también lo dijo Chejov.
¡Hasta mañana!...