La cosecha del huerto de nogales ha sido generosa. Los vareadores terminaron su labor, y el fruto recogido es abundante.
Yo doy gracias a quien da todas las gracias, y cuando nadie me mira ni me escucha les agradezco también a los árboles su rico don, y les hablo con palabras de amor que, estoy seguro, entienden.
Empiezan a despedirse ellos después de haber cumplido su tarea del año. Pronto tenderán sobre la tierra gris una alfombra color de oro para ir sobre ella a descansar. En el invierno duermen el sueño del trabajo bien cumplido. Volverá la primavera -la primavera siempre vuelve- y las ramas de los nogales se llenarán de nuevos brotes que nos dirán la lección eterna de la vida.
Venero el magisterio de estos árboles que no retoñan sino cuando ya se han ido las heladas. Quisiera yo saber esperar, como hacen ellos. Espero yo también dar fruto bueno antes de que llegue el invierno y me vaya a descansar.
¡Hasta mañana!...