¡Qué agradecida es la tierra!
Viene la lluvia y ella le dice "Gracias" llenándose de hierba verde y flores coloridas.
Así se mira ahora el paisaje del Potrero. Parece un luminoso cuadro de Monet. El sol, que se escondió unos días tras las nubes, salió como recién bañado, goteando la cabellera rubia, sonriente el rostro, un tibio abrazo su calor.
El mundo recobró su alegría. Al cielo se le había olvidado ser azul y se acordó otra vez de serlo. Esta avecilla que se llama la saltapared -López Velarde le dedicó un poema- anda igual que siempre por el rancho, pero las señoras salen a espantarla, pues se dice que si ese pájaro se posa en una casa eso es señal segura de que la mujer que vive ahí engaña a su hombre.
Todo ha vuelto a su ser. Hay, sin embargo, un sitio donde las cosas ya no serán jamás como eran antes. No hay lluvia que haga florecer de nuevo un corazón entristecido.
¡Hasta mañana!...