La mayor parte de mi vida la he vivido en los periódicos.
Comencé a trabajar en un empleo de taller, y al paso de los años fui recorriendo todos los puestos de un periódico hasta llegar a director del más importante en mi ciudad.
Evoco lleno de nostalgia el olor a tinta y el tecleo de los linotipos, y no puedo evitar un sentimiento de tristeza cuando oigo a mis amigos decir que miran ya el periódico en papel como una antigüedad.
Reconozco los avances de los novísimos medios electrónicos, pero lo malo es que ellos no me reconocen a mí. Soy de otro tiempo. A veces me siento tan anacrónico y obsoleto como ya saben quién.
Ahora estoy hojeando y ojeando mi álbum de recortes periodísticos, gozosa colección de erratas y dislates. Leo esta nota: "En su tradicional bazar de Navidad las lindas señoritas del Colegio Tal estuvieron vendiendo hasta el ano- (pasa a la página 4) checer".
Líbrame, Señor, de las errates.
¡Hasta mañana!...