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Ibero Transforma

Mientras, transcurre el tiempo

FLOR A. VARGAS CORTÉS

En los últimos tiempos, he participado en diversas actividades que han suscitado reflexiones profundas acerca del sistema educativo de nuestro país, centrado principalmente en la preparación para el trabajo, dado que gran parte de nuestras vidas se desenvolverá en la esfera productiva. No obstante, escasean las instituciones que prestan atención y, aún más escasas, aquellas que subrayan la importancia de aprender a vivir, una habilidad que deberíamos cultivar desde que nacemos hasta que morimos, y no limitarnos simplemente a aprender a trabajar.Nos hemos especializado en diversos campos del conocimiento y, con cierto celo, algunos atesoramos esos saberes, tal vez mostramos nuestros "haceres"; pero no todos tenemos mucho qué presumir del ser.

Es más, hemos llegado al punto en el que los diversos enfoques del conocimiento se contraponen y en vez de complementarnos, creemos que una disciplina es superior a otra. Nos apasionamos con esos saberes y relegamos algunos aspectos todavía más relevantes: aprender a ser.

Es ese ser el que se realizará con el saber y el saber hacer que se aprenda en la formación escolar.

Y es que los principales responsables de enseñar a nuestros hijos a ser íntegros, respetuosos, responsables no siempre estamos atentos a lo que es bueno para nuestros hijos y para la sociedad. No pocas veces confundimos el concepto de "bueno" por "cómodo". Y es que no todo lo que nos gusta nos hace bien.Por alguna extraña razón, en la actualidad, vemos exposiciones de trabajos de niños de kínder o primaria que, claramente no fueron hechos por ellos exclusivamente mientras que a la par se muestran padres y/o madres satisfechas con el desempeño del hijo como si fuera un trabajo de tesis.

Es bueno impulsar a los hijos para que se esfuercen, lo cuestionable es la ayuda tal que invisibilice su esfuerzo y aprendizaje con tal de que se le reconozca superior los demás.

Llegará el día en que tendrán que demostrar sus talentos y algunos de estos podrían no haberse desarrollado adecuadamente. Tendrá que pagar por ellos.Vivimos en una sociedad que no tolera lo imperfecto, pero al confrontarnos con la imperfección del mundo, las frustraciones inevitablemente se apoderarán de nosotros.

Y no se trata de conformarse con la mediocridad, sino de ayudar a los hijos a desarrollarse lo más humanamente posible.

Aprender a vivir desde los primeros años de vida facilitaría llegar a la vejez sin buscar atajos, porque tarde o temprano el tiempo habrá transcurrido y llegaremos a la última etapa de aprendizaje con lo poco o mucho que podamos cosechar. Algunos habrán aprendido a cuidarse física, emocional, financiera, mental y espiritualmente. Otros simplemente llegaremos como resultado de la consecución de los días, no preparados para disfrutar la última etapa de la vida, esa a la que sería bueno llegar con plenitud para vivirla en paz y sin los sobresaltos de una salud precaria y peor aún, sin recursos para sostenerse. ¿Quién o quiénes son los responsables de la educación integral de nuestros hijos?

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