Mariposa negra: una radiografía colectiva
“El cerebro es una caverna en donde se refugian todas las respuestas, pero también todos los misterios”, escribe Mónica Mateos en Mariposa negra, volumen publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Se trata de una crónica de 113 páginas, dividida en veintidós capítulos, en donde la cronista relata en primera persona lo que sobreviene cuando una serie de molestias desembocan en un diagnóstico: “Macroadenoma hipofisiario que contacta con el quiasma óptico, medidas 17x18x20 mm, compromiso con seno cavernoso izquierdo”. Dicho de otra manera: tumor cerebral.
El diagnóstico es la puerta a una travesía de varios meses por salas de consulta, laboratorios, quirófanos, camas de hospital y salas de radioneurocirugía. En ese plano la crónica nos recuerda que ignoramos vastas regiones de nosotros mismos (las más profundas), así como el precario equilibrio en que se finca nuestra salud. Mateos echa mano de sus muchas habilidades en el periodismo para transmitir, con efectiva sencillez, la manera en que sus emociones se van transformando a lo largo del tratamiento. Si bien al inicio sus frases nos infunden temor e incertidumbre, conforme avanza el relato nos llenan de confianza, optimismo y, sobre todo, nos permiten revalorar ese baúl de asombros que es el propio cuerpo. Al describir una tomografía de cráneo, Mónica Mateos escribe: “¿será que en esa cripta esponjosa reposa el alma, el aliento vital?”.
El viaje no termina allí. Mariposa negra es además una valiente radiografía del sistema de salud en México. Recordemos que los hechos ocurrieron entre 2010 y 2011: tras el pasmo que sobreviene con el diagnóstico, Mateos se propone registrar la experiencia de primera mano. Así nos enteramos, por ejemplo, de que debió comprar no pocos elementos necesarios para su tratamiento, entre ellos gadolinio, un metal raro utilizado como medio de contraste en ciertos estudios. Para conseguirlo, la cronista debe contactar a un personaje que la cita “por fuera” de los laboratorios donde trabaja, y que guarda esta y otras mercancías en la cajuela de su auto. El precio del gadolino: 600 pesos por quince mililitros.
En este renglón resulta estrujante la historia de un hombre a quien la autora identifica como su “Tío M”, quien falleció por cáncer de hígado. Puntual, la crónica evidencia las dificultades que a diario enfrentan miles de derechohabientes para hacer válido su derecho a ser tratados. En contraste tenemos el capítulo “Privilegios”, donde Mateos registra también la existencia de “salas VIP” en algunos hospitales públicos. Habitaciones reservadas a “recomendados” y personajes influyentes. En óptimas condiciones, con vigilancia, con muebles nuevos y mucha luz natural. Tanto médicos como enfermeras tienen la orden de priorizar cualquier asunto relacionado con los pacientes que allí son atendidos.
No obstante, en Mariposa negra encontramos también historias que, de nuevo, nos infunden fe en las instituciones públicas y en quienes allí trabajan. Es el caso del Doctor N, neurocirujano del Centro Médico de Occidente, en Guadalajara, quien comienza sus jornadas de madrugada, que se dirige a los pacientes con respeto y amabilidad, que hace hasta lo imposible por tratar a niños, a ancianos, a mujeres y hombres cuya vida está en sus manos. En el mismo tenor, Mateos registra los loables esfuerzos de otros médicos y enfermeras que llegan a violar los lineamientos sindicales (que les impiden trabajar horas extra) y que doblan turno con el propósito de ayudar a más gente.
Para Mónica Mateos el cerebro es una caverna en donde se refugian todas las respuestas, pero también todos los misterios. Lo mismo podría decirse del lenguaje cuando es utilizado como ella lo hace en este libro: su poderosa capacidad de observación, sumada a la contundencia de su prosa, hace de este libro una lectura imprescindible.
