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Las palabras tienen la palabra

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Ya empezaron otra vez

JUAN RECAREDO

No sé por qué me sigue sorprendiendo el hecho de que todavía ni siquiera estamos en el mes de octubre y ya se pueden observar en muchas tiendas las decoraciones navideñas. Sé que cada año se toman más tiempo para exhibir estos productos y que al hacerlo aumentan las ventas de los mismos, pero no deja de llamarme mucho la atención, tal vez porque, para mí como para muchos más, la época navideña es más bien un sinónimo de nostalgia.

Cuando llegan las fiestas decembrinas comienzan a salir recuerdos de la infancia, de las tradiciones que poco a poco algunas de ellas se van perdiendo al ser sustituidas por costumbres que tienen que ver más con lo comercial.

Recuerdo que en mi infancia, la época navideña no se iniciaba con las decoraciones -eso era lo último- sino con el rito de la elaboración de los importantísimos tamales. Mi mamá, algunas tías y hasta las vecinas se reunían, todas comandadas por la abuela que era la que tenía la experiencia total, y empezaban por poner a remojar las hojas de mazorca para que adquirieran flexibilidad y así poder cortarlas y luego envolver el tamal adecuadamente. Había también todo un proceso alterno para cocer los frijoles y la cabeza de puerco, embarrar las hojas, etcétera.

¿Se acuerda de la "acostada del niño"? Esa es otra de las tradiciones que en casa de mi abuela era obligatoria e implicaba todo un ritual que empezaba por rezar el rosario, con los cánticos entre un misterio y otro: vamos pastores vamos, vamos a Belén, a ver en ese niño la gloria del Edén… Había una comadre, la madrina "de la acostada del Niño" que sabía "bajita la mano" unos quinientos villancicos: Ese precioso niño, yo me muero por Él, sus ojitos me encantan, su boquita también…

En muchos hogares aún permanece la costumbre de pedir posada. Están los de afuera que pedían alojamiento y los de adentro que, crueles, lo negaban porque: "no vaya a ser un tunante." ¿Y qué es el tunante? No es el que vende tunas -que al comerlas produce un estreñimiento fatal- sino que el tunante es un pícaro, un bribón que se la pasa dedicado de tiempo completo al oficio de la holgazanería.

Pero bueno, andábamos en la posada, donde vamos todos con una velita encendida, cantando y leyendo en una hoja cada verso y cada estrofa hasta que por fin: ¡entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, que aunque es pobre la morada, la morada, os la doy de corazón… Luego venía la adoración del Niño y otros cientos más de villancicos: Arre borriquito, arre burro arre, anda más de prisa que llegamos tarde…

Otro elemento que jamás faltaba era la piñata llena de colaciones que, la verdad, estaban más duros que una piedra y morderlos representaba una segura cita posterior al dentista. Nunca faltaba un descalabrado al que le dieron con el palo por andarse atravesando a los chamacos que le dan con todo a la piñata. Luego se repartían los dulces, los buñuelos, se organizaba la familia para jugar a los divertidos juegos de salón. En mi familia incluso se hacía alguna pastorela donde Lucifer y San Miguel se agarraban a espadazos: Vámonos de aquí Luzbel, vuelve a tu cueva maldita, que en esta noche bendita te ha vuelto a vencer… ¡Miguel! Y "el malo" se iba derrotado ahora sí que con la cola entre las patas: Triunfaste, Miguel triunfaste, guarda ya tu larga espada. Al cabo ya me fregaste, ya me voy a la…tiznada.

Cada año que veo las primeras manifestaciones navideñas que tienen fines comerciales, me refugio en esa nostalgia por aquellos tiempos que han pasado pero que siguen vivos en la memoria. Ahora, es más fuerte la costumbre de pasarnos de tienda en tienda haciendo corajes y comprando regalos inútiles a última hora, pero, de vez en cuando, nos da oportunidad de celebrar a la Navidad como debe de ser: gozando de la compañía de la familia y los seres queridos.

Que este año recuperemos esa alegría y gozo de la nostálgica pero auténtica Navidad, ¿cómo ve?

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios.

[email protected] Twitter: @donjuanrecaredo

ME PREGUNTA Homero Ortiz: "¿Cómo es correcto decir "haber si nos juntamos" o "a ver si nos juntamos"?

LE RESPONDO: En ese caso se trata de ver, "vamos a ver si se cumple el hecho de juntarnos". Por lo tanto, lo correcto es: "a ver si nos juntamos".

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA. Dijo Charles Dickens: "Celebra la Navidad como te parezca conveniente, pero permite que yo lo haga a mi manera".

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