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Tomás Ledesma

Lagunero Tomás Ledesma recuerda el 2 de octubre de 1968

Fue testigo de aquellos hechos que marcaron profundamente a México

(RAMÓN SOTOMAYOR)

(RAMÓN SOTOMAYOR)

SAÚL RODRÍGUEZ

Recarga el peso de su cuerpo sobre el bastón al entrar a la Biblioteca José García de Letona. El maestro Tomás Ledesma (Torreón, 1940) presentará y comentará el documental “El grito, México 1968”, dirigido por Leobardo López Arretche, pues él mismo fue testigo de aquellos hechos que marcaron profundamente al país y cuya conmemoración hace del 2 de octubre un espacio de reflexión.

Tiene más de ocho décadas de vida, pero el artista plástico se da tiempo para bromear. Dice que ha estado bien de salud, aunque hace tres meses fue operado de una rodilla, lo cual le causa molestias al caminar. Antes de la proyección, toma asiento en un sofá de la biblioteca, mira a través de sus lentes y comienza a recordar esa tarde del 2 de octubre de 1968.

“¡Ese día fue la matazón en Tlatelolco”. Ledesma trabajaba entonces en una agencia de publicidad para mantenerse y solventar sus estudios en la Academia de San Carlos. Vivía a tan sólo una cuadra de su empleo, pero debía tomar el tranvía para transportarse a su escuela.

“Ese día, si mal no recuerdo, yo salí de trabajar como a las dos de la tarde y dije “voy a comer algo”, ahí en el restaurante del edificio donde trabajaba (sobre Reforma). Un tranvía me llevaba hasta Tlatelolco, donde iba a ser el evento”.

El maestro se percató que la velocidad del transporte se reducía paulatinamente, ante la gran presencia de trolebuses que se dirigían hacia la Plaza de las Tres Culturas. Había una efervescencia muy fuerte por parte de los estudiantes y un descontento ante los próximos Juegos Olímpicos que se celebrarían en el país. Poco antes de llegar a su destino, junto a sus compañeros, el maestro Tomás tomó la decisión de bajar y caminar.

“Pero ya estaba el relajo, tirando pedradas y aventando cohetes. Y allá (en Tlatelolco) la cosa se veía más. Entonces, lo que hicimos fue meternos a un café de chinos. Escuchamos que empezaron a romper los vidrios de los trolebuses”.

No obstante, los dueños del café decidieron bajar las cortinas. Adentro quedaron el maestro Tomás y sus compañeros. Afuera se escuchaban gritos, pedradas y balazos. Una televisión transmitía el noticiero de Jacobo Zabludovsky donde se relataban los trágicos sucesos.

“¡De la que nos salvamos! Y como a las dos horas de estar ahí, a las siete de la tarde, nos salimos, porque ya no se escuchaba relaja ni nada. Ya estaba todo tranquilo. Salimos, “ya, ya pasó todo, vámonos. Yo tenía la costumbre de meterme al Café Habana, el cual era un lugar donde se metía toda la gente de izquierda”.

El maestro se disculpa, hay muchas cosas que ha olvidado, pero aun así su voz se abre espacio entre la memoria. Al por fin llegar a su departamento, puso la radio y escuchó las noticias para seguir informándose sobre lo que había pasado. Casualidad o causalidad, la vida le impidió llegar al corazón de Tlatelolco, pero le permitió ser parte del hecho histórico y seguir compartiendo sus experiencias a 55 años de los acontecimientos.

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