Para el décimo día de la guerra entre Hamas e Israel, hay ya una escalada. Con el paso de las horas y los días, avanzan vertiginosamente los escenarios militares, las situaciones humanitarias se acumulan en paralelo. La calle árabe está incandescente; manifestaciones en pro de Palestina y de Israel sacuden múltiples ciudades. Hay una frenética actividad diplomática. Los acontecimientos amenazan con desembocar en otro conflicto en el Medio Oriente, involucrando varios frentes y actores. El conflicto palestino israelí y árabe israelí ha entrado, definitivamente, en una fase insospechada. Luego de la sorpresiva incursión del sábado 7 de octubre, de los condenables actos terroristas, asesinatos y atrocidades cometidas por los combatientes palestinos de Hamas en el sur de Israel, incluida la toma de rehenes civiles y militares israelíes, las violaciones al derecho internacional humanitario se han extendido, también por parte de Israel, socavando la legitimidad del derecho a defenderse. Nada ni nadie parece querer o poder detenerlas. Los ataques y lanzamientos indiscriminados de cohetes y misiles sobre el enclave, al igual que sobre algunas poblaciones israelíes, continúan incesantes, Hay y habrá un altísimo costo de vidas, con las gravísimas pérdidas a la infraestructura vital, cuando prosigan los ataques a hospitales, plantas potabilizadoras de agua, de generación de energía eléctrica, edificios de vivienda, escuelas y lugares de refugio en el territorio ocupado bajo asedio.
La imposición de un sitio total sobre la franja de Gaza, para impedir el abastecimiento de alimentos, de energía eléctrica y combustibles, bloquear el suministro de agua, en anticipo a una inminente incursión militar israelí, terrestre, aérea y naval, constituyen un castigo colectivo sobre la atribulada población palestina, que no tiene ningún lugar seguro donde refugiarse. De la misma manera que el ultimátum para forzar a más de un millón a desplazarse al sur. Ambos constituyen conductas criminales según el derecho internacional. Las leyes de la guerra, contendidas en las convenciones de Ginebra, no están siendo respetadas por ninguna de las partes. Se están cometiendo crímenes de guerra, como en Ucrania. El mundo observa otra catástrofe con los ojos impávidos.
A la fecha son más de 4 mil muertos: 2,700 palestinos y 1,400 israelíes, con miles de heridos. Según fuentes israelíes los rehenes suman 199. Hamas afirma tener 250. Los ataques e intercambios de morteros en los últimos días, en la frontera entre Israel y Líbano, entre Hezbollah y las Fuerzas de Defensa de Israel han abierto otro peligroso frente, poniendo en riesgo la misión de interposición de Naciones Unidas. Para imposibilitar cualquier suministro adicional de Irán a Hezbollah y contener el frente sirio en las disputadas Alturas del Golán, la fuerza aérea israelí bombardeó el jueves 12, simultáneamente, los aeropuertos de Damasco y Alepo, inutilizándolos.
En medio de la prolongada parálisis y bloqueo ruso del Consejo de Seguridad, Brasil intenta que sus miembros acuerden una resolución o al menos una declaración que exija un cese al fuego y el establecimiento de corredores humanitarios en el sur de la franja, a fin de detener la escalada y garantizar la entrega urgente de ayuda humanitaria. Egipto se encuentra en una posición en extremo difícil y comprometida, cuando puede y debe mediar, habiendo, por ahora, nulas posibilidades para hacerlo; cuando enfrenta múltiples presiones estadounidenses y árabes, cuando está inmerso en una profunda crisis económica. Pero, sobre todo, cuando por razones de seguridad y de orden geopolítico debe evitar, a cualquier costo, un éxodo masivo de palestinos que pudieran ingresar por la fuerza a su territorio y refugiarse en el desierto del Sinaí, donde, desde hace años, combate a grupos de extremistas islámicos.
Mientras el gobierno de emergencia israelí congrega a cientos de miles de reservistas -desconfiados de la actuación de Netanyahu- para proseguir con sus planes militares para incursionar y librar una guerra urbana desigual en la densamente poblada franja Gaza, teniendo como objetivo "acabar de una vez y para siempre" con Hamas y la Jihad Islámica, buscando derrotar a ambos actores no estatales, nulificar por completo sus capacidades ofensivas, conseguir que Hamas deje de gobernar, Israel no puede dejar de calcular los enormes costos políticos y mediáticos al interior y ante la opinión pública mundial de las numerosísimas bajas militares y civiles que indudablemente sufrirá y provocará entre la población civil confinada en 365 km cuadrados.
Para ende, necesita ser capaz de resistir las presiones estadounidenses para que desista de intentar la reocupación, cuando Washington trabaja con todos los recursos a su alcance, utilizando canales diplomáticos ubicados en la puerta de atrás, con la indispensable participación de Qatar y Turquía, para conseguir, la inmediata entrega incondicional de rehenes, empezando por los estadounidenses, al tiempo que negocia con Egipto establecer una vía de salida y entrada, a través del pequeño y bombardeado paso de Rafah, en cuyas inmediaciones se encuentran numerosos camiones con ayuda. Washington desplazó al Mediterráneo oriental una escuadra encabezada por dos de sus más poderosos portaaviones. Intenta disuadir, desplegando su poderío militar de manera ostensible, a Hamas, Hezbollah e Irán, cuyo ministro de relaciones exteriores, al igual que el Secretario de Estado Antony Blinken han debido visitar y conferenciar en los últimos días con los líderes de los principales países árabes aliados, haciendo contacto directo con todos los interlocutores claves para conseguir sus respectivos objetivos. EUA para defender, por encima de todo, sus intereses, y a Israel. Biden irá a Israel, no a rescatar a Netanyahu, sino a proteger su reelección.
@JAlvarezFuentes
