Cada día resulta más difícil entender y explicarnos los sucesos en el mundo y en México. Vivimos un gran desconcierto. Priva la incertidumbre en la era de la información. Muchas veces no alcanzamos a comprender el porqué de los acontecimientos internacionales, nacionales y locales. Se nos escapan las causas y razones, no alcanzamos a ver sus repercusiones, porque se nos impone su enorme complejidad, estando de por medio la cantidad, el valor y la velocidad de la información, con la proliferación, sin precedente, de las comunicaciones. Quizás, porque queremos pensar o ignorar los acontecimientos como antaño, como si fueran una irrevocable progresión de hechos, ajenos o distantes, respecto de la cual pudiéramos permanecer indiferentes. Se ha extendido y generalizado el desconocimiento de miles de millones de personas sobre las complicadas interrelaciones en las que están cifrados los distintos ámbitos de su vida en el planeta.
Lo que observamos hoy en el mundo se aleja cada vez más de la integración económica y la cooperación entre naciones. La desigualdad es una realidad apabullante, las tensiones geopolíticas amenazan con acabar de romper con lo que queda del (des)orden internacional, mientras otra ola globalizadora -que no va en retirada- está dando paso a la fragmentación/regionalización del mundo, exacerbando conflictos locales, regionales e internacionales, en forma similar, quizás, a como ocurrió en la segunda década del siglo pasado.
En un cambio de época profundo como el presente, con tan incontenibles avances tecnológicos y retrocesos civilizatorios tan avasalladores, el pensamiento teleológico, que atribuye al devenir histórico un sentido lineal, una finalidad superior inescapable, lejos de esclarecer, obnubila la razón crítica. Necesitamos entender por qué la globalización ha vuelto a fracasar, porque indudablemente el mundo no se está desglobalizado. Necesitamos comprender que, en la presente era digital, la integración global está evolucionando en forma vertiginosa e inequitativa. Debemos reconocer que los intercambios comerciales vinculados al conocimiento y a la experiencia, incluidos la ciencia de los datos, la propiedad intelectual, los servicios y el talento humano han reemplazado a los bienes manufacturados, los recursos naturales y los capitales como los principales impulsores de la interconexión planetaria. Asimismo, que todos los seres humanos, sin discriminación, tienen derecho a obtener los beneficios del desarrollo. No cabe dejar a nadie atrás.
Necesitamos hacerlo para creer que la humanidad puede salir adelante y avanzar. Lo cual exige, precisamente, cambiar el curso seguido y transformar nuestras maneras de pensar y actuar, para poder desarrollar nuevas herramientas conceptuales y formular otros paradigmas de acción e inclusión realizables. Renunciar a la utopía, de que podemos revertir la emergencia climática, de que la paz es necesaria y posible -y no la inevitabilidad de la guerra y la violencia que campea a sus anchas en casi todos los rincones del planeta- que otro mundo es posible, que podemos lograr un México mejor, diferente del actual, unido, en paz, próspero y justo, significaría claudicar, resignarnos a terminar en el peor de los mundos posibles.
Construir la paz, evitar la catástrofe climática, acabar con las crisis humanitarias requiere de arrojo, de ideas innovadoras y conocimientos. Demanda nuestra capacidad para discutir, acordar y desarrollar, de manera rápida y sostenible, nuevos fundamentos políticos, económicos y societales. La esperanza de un futuro mejor no puede resultar un engaño para nuestros hijos.
Por ello es preciso escuchar las recientes palabras del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres: "La guerra no es cosa del pasado…estamos quemando nuestro único hogar. Las familias se ven obligadas a huir de las guerras o de eventos climáticos extremos, porque todavía hay hambre y pobreza…La paz nunca debe subestimarse, ni darse por sentada. Debemos trabajar por y para ella, todos los días, sin descanso. En un mundo que se está desgarrando, debemos curar las divisiones, prevenir las escaladas, escuchar los agravios. En lugar de balas necesitamos arsenales diplomáticos. No puede haber paz duradera sin solidaridad. No hay cohesión social sin derechos humanos. No hay justicia sin igualdad. Todos somos, colectivamente, garantes de ello, Hoy más que nunca, en nuestro mundo fracturado, erigir puentes es la única opción."
¿QUÉ HACER ENTONCES?
Debemos descarbonizar sin retrasos la economía mundial y construir una economía global verde y circular. Alcanzar una genuina transición energética. Sólo alcanzaremos la neutralidad en los pocos años que tenemos, si logramos que las todas empresas transnacionales, empezando por las grandes corporaciones petroleras y tecnológicas, y las empresas grandes y medianas y los individuos en el mundo, con el liderazgo responsable de los gobiernos, hagan suyos, de manera acelerada y transparente, compromisos más ambiciosos para reducir las emisiones, cumpliéndolos mediante planes basados en la integridad, la apropiación y la eficacia. La agenda global del agua, la preservación de los océanos y los ríos requieren estar en el centro de las prioridades cotidianas en todas las latitudes, lo cual implica contrarrestar, rápidamente, la excesiva generación de residuos y fomentar su reutilización. Lo sabemos igualmente: si no protegemos y preservamos la biodiversidad no conseguiremos afrontar el deterioro de los ecosistemas.
Tenemos que hacer efectivo, en todas las regiones, el pacto global para una migración segura, ordenada y regular. Urge repensar radicalmente la demografía y concentrar nuestros esfuerzos en los derechos de las niñas y las mujeres. De igual manera es apremiante negociar y adoptar un marco jurídico vinculante que garantice la ciberseguridad, regule la inteligencia artificial y la economía digital, priorizando los derechos humanos. Reformemos las instituciones para lograr un multilateralismo efectivo.
@JAlvarezFuentes