Han transcurrido 475 días de la invasión de Rusia a Ucrania. Varios frentes de guerra permanecen abiertos, muchos escenarios siguen cambiando. Luego de millones de refugiados, cientos de miles de muertos y heridos, tanto militares como civiles, decenas de millones de vidas destruidas y afectadas, cabe preguntarnos cuáles serán algunas de las consecuencias regionales y mundiales de este conflicto. Si abandonamos la siniestra actitud que pretende hacer normal e inevitable la guerra, si prestamos la atención debida, más allá de los despachos noticiosos, que en los últimos días informan sobre el inicio de la esperada tercera contraofensiva de las fuerzas ucranianas y los cálculos y preparativos defensivos rusos, habiéndose intensificado los combates en la región al sur de Zaporiyia, quizás podamos vislumbrar y comprender que, desde hace tiempo, una guerra total está en curso.
Se trata de una guerra que se libra en todos los planos, siendo el principal, pero no el único, el de la confrontación militar. El momentum parece ahora tenerlo Ucrania, como consecuencia directa de la continua, vasta y decidida ayuda militar, el respaldo diplomático y el apoyo político y económico occidental. Muy bien combinados con la eficaz, incansable y asertiva comunicación y liderazgo internacional del presidente Zelenski. Todo ello ha favorecido los avances ofensivos, hasta conseguir la recuperación del 40% del territorio nacional ocupado por las tropas invasoras al inicio, principalmente al noreste y suroeste del país, en las regiones de Járkov y Jerson; luego de haber resistido los avances rusos en Donetsk, al este, y haber ganado -en la medida en que no fueron derrotados- la batalla de Bakhmut, aun cuando debieron pagar un altísimo costo en vidas.
Mientras las fuerzas ucranianas mantienen el objetivo final de expulsarlas por completo de su territorio, incluida Crimea, ocupada y anexada por Rusia en 2014, las tropas rusas y los cuerpos paramilitares de mercenarios de Wagner, la empresa de un oligarca ruso, no parecen disponer de las capacidades humanas, materiales y logísticas requeridas para intentar recuperar la iniciativa. Continuar recurriendo a ataques usando misiles y drones contra centros urbanos, proseguir con la sistemática destrucción de instalaciones de infraestructura vital, como la reciente voladura interna de la represa hidroeléctrica de Kajovka, sobre el rio Dniéper, provocando grandes inundaciones, ponen de manifestó la obstinación de Putin y persistencia de los planes del alto mando ruso, frente a la determinación y movilización de una nación entera, con fuerzas bien equipadas y entrenadas, resueltas a todo. Ataques ucranianos contra objetivos en territorio ruso no pueden descartarse, de ahí la propuesta apresurada de establecer una franja de seguridad en la región de Belgorod. Cada día es más evidente que las posibilidades de una negociación son inexistentes, mientras los contendientes consideren que pueden imponerse y ganar la guerra.
En el importantísimo frente internacional, Rusia acaba de anunciar el despliegue de ojivas nucleares en Bielorrusia, su principal aliado, para julio próximo, coincidiendo con la cumbre de la OTAN, cuyos planes de expansión sigue su curso, programada para los días 11 y 12 en Lituania, otro país fronterizo. La Cancillería rusa acaba de notificar a los países miembros del Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa su decisión de retirarse del acuerdo, a partir del 7 de noviembre, en respuesta a los procesos de adhesión de Finlandia y Suecia a la alianza militar transatlántica, y en vista de la celeridad con la que continúa evaluándose la aceptación de Kiev, habiendo algunas objeciones y exigencias de Turquía. En Moldavia, Ucrania ha recibido un apoyo unánime, en ocasión de la segunda reunión de la Comunidad Política Europea, la reciente iniciativa concebida por el presidente de Francia que reúne a 20 otros estados paneuropeos con diferentes perfiles, además de los 27 miembros de la Unión Europea.
Es cada vez más claro que la invasión rusa de Ucrania traza un mundo multipolar, inestable y desordenado, pero sobre todo más dividido. Basta recordar que 141 países votaron en Naciones Unidas condenando a Rusia por la invasión, pero sólo 33 le han impuesto sanciones. El tablero mundial está cambiando y es cada vez más inseguro al proliferar los conflictos. La actuación de muchas naciones resulta desconcertante. A escala global, se están sucediendo una serie de desequilibrios y reequilibrios de poder, particularmente en Eurasia. Las situaciones de tensión hacen necesarias e indispensables las líneas de comunicación, que requieren mantenerse abiertas para evitar, hasta donde es posible, que aquellas escalen o se salgan de control.
En su reciente cumbre, los cancilleres de los BRICS insistieron en que las viejas formas, como las medidas unilaterales, las sanciones económicas, no sirven para poder hacer frente a las nuevas situaciones, como la guerra en Ucrania. Esta ha dado lugar a una alianza más agresiva entre las potencias europeas, Estados Unidos y dos de los grandes países asiáticos, Japón y Corea del Sur, con Australia y la India como protagonistas en el Indo Pacifico. Se ha buscado aislar a Rusia respecto de Occidente, empujándola a reforzar sus relaciones con China, el otro gran actor fundamental, poniendo al descubierto la verdadera importancia del Sur Global, justo cuando el poder aumenta o disminuye de manera notable, con la reconfiguración de las alianzas y las limitaciones en la capacidad de influencia de aquellos que dirimieron los destinos del mundo.
Si la guerra en Ucrania se prolonga y extiende, la era presente será recordada como aquella en la que el mundo acabó de desquiciarse.
@JAlvarezFuentes
