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Entrevista

Karen Villeda, desnudez de las cuerdas

"Para mí la muerte es un proceso natural, pero creo que a veces puede ser un tema que está lleno de secretos".

Andrea Martínez

Andrea Martínez

SAÚL RODRÍGUEZ

Percibe a la muerte como un proceso natural, pero también como un tema lleno de secretos. Karen Villeda (Tlaxcala, 1985), habla en la presentación de Teoría de cuerdas (Vaso Roto, 2023) sobre el deceso de su tía. Es un sábado lluvioso, el octavo día en la Feria Internacional del Libro Monterrey. Al interior de Cintermex la acompañan los jóvenes poetas Diana Garza Islas y Bruno Javier. Ambos aportan su lectura. La herida personal y familiar se abre con ese respeto que sólo puede otorgar la poesía.

Tenía quince años cuando le confirmaron que su tía se suicidó. También se llamaba Karen. La poeta y coordinadora de Literatura en el INBAL heredó el nombre de esa ausencia. Pero las versiones no concordaban: siempre había pensado que su tía falleció en un accidente automovilístico. “No es que yo hubiera querido saberlo”, escribe en su libro. Tampoco lo consideraba necesario. Su tía fue encontrada con una cuerda rodeando su cuello el 17 de octubre de 1985. Karen Villeda tenía apenas tres meses de nacida y recibió toda esa tristeza en medio de un raro sentimiento de esperanza.

Sin saberlo, comenzó a ocupar el lugar de su pariente en la familia. Tener el mismo nombre la hizo depositaria de expectativas y causó un impacto que la marcó en su formación como persona. Sigmund Freud habla de la confusión entre el duelo y la melancolía en unos de sus ensayos. Quizá eso fue también lo que sucedió en la familia de Villeda: “Dicen su nombre todo el tiempo porque hablan de ti. / Pero me están llamando. / A mí. / Como si el nombre cambiara porque es mío”.

En El mito de Sísifo, Albert Camus indica que “no hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio”. Definir si la vida vale o no la pena ser vivida, equivale a responder la pregunta fundamental de la filosofía. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) arrojan que al año se registran 700 mil suicidios en el mundo: 12.8 por cada cien mil hombres y 4.2 por cada cien mil mujeres. La mayoría de los estudios científicos indican que los hombres suelen emplear métodos violentos para suicidarse (como el ahorcamiento con una cuerda), mientras que esto es más raro en las mujeres. Entonces, una duda habita en la familia de la autora y obliga a contextualizar con otras estadísticas: la muerte de su tía pudo ser un feminicidio.

La cuerda ata, sujeta, pero a la vez une. Su morfología se compone de fibras entrelazadas como un lenguaje indescifrable. Se dice que los egipcios fueron los primeros en usarla hace más de tres mil 500 años. Según la circunstancia, puede quitar o salvar una vida. Mide distancias y, ante cierta tensión, su vibración es capaz de generar sonido. En el ámbito científico, la teoría de cuerdas propone que las partículas subatómicas, en apariencia puntuales, en realidad responden a “estados vibracionales” de un objeto extendido más básico llamado “cuerda”. En lo poético, Teoría de cuerdas es la obra más personal de Karen Villeda.

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El libro es publicado por Vaso Roto Ediciones.

La cuerda es un instrumento que sirve para medir distancias, atar cosas e incluso te puede llegar a salvar la vida. ¿Qué te dicen todos estos usos y acepciones?

A partir de esta cuerda surge una serie de metáforas que también se basan en las acepciones de esta misma palabra. Por ejemplo, está la teoría de cuerdas en el área de la física. También, como tú lo mencionas, esta serie de cuerdas que atan a las personas. En este caso, me está atando a mí, a mi historia familiar y a la relación que tiene mi tía con ella y, sobre todo, su historia personal, la cual prácticamente no pude conocer. También pienso en esta idea de cuerda-cordura, por eso es Teoría de cuerdas: quién está cuerdo y quién está loco, cuál es la cordura, cómo altera los afectos y la manera en la que yo como mujer estoy en el mundo. Me llamaba mucho la atención que había un montón de acepciones, como instrumentos de cuerda, o esta serie de fraseos: “darle cuerda a alguien”. Por eso aparece esta serie de metáforas a lo largo del libro, a partir de esta imagen de la cuerda, de alguien que se cuelga y de que yo estoy colgando de esa misma cuerda.

¿Escribir poesía es como intentar sostener una cuerda que se te escapa de las manos?

Sí, creo que a veces es así, sobre todo porque, en mi caso, hay palabras que no termino de alcanzar y creo que es la batalla constante que tengo como poeta: tratar de explicarme mi forma de estar en el mundo. A veces hay palabras que se me escapan. Es como tener la palabra en la punta de la lengua, pero en realidad no la puedes decir. Creo que eso tiene mucho que ver con el proceso de escribir poesía, para poder encontrar la manera de decir las cosas poéticamente. Es una constante lucha con esa palabra que se te escapa todo el tiempo.

Cuando se tensa una cuerda y vibra, produce sonido, tal como ocurre con algunos instrumentos como las guitarras. ¿Cuáles son las principales tensiones existenciales que vibran y sonorizan a Teoría de cuerdas?

En este caso, las cuerdas de la guitarra me parece que son capas que aparecen a lo largo del libro. Sobre todo, están relacionadas hacia cuáles son las falsedades (porque no podemos hablar de mentiras). Me parece que fue una manera en que mi familia se protegió a sí misma de no poder enfrentar la realidad, y entonces se inventaron estas realidades falsas. Pero, por otro lado, hay una tensión en saber cuál es la verdad y cuál tendría que ser la verdad para mí, que probablemente es muy diferente a la de mi madre, a la verdad de mi hermano, a la verdad de mi propio tío, a la verdad de mis abuelos, de qué fue lo que sucedió. Entonces, creo que es como una tensión constante que empieza por estas capas de lo creíble o no creíble, de lo que es falso y lo que es verdadero… pero lo que es verdadero también pasa por cierto filtro de lo que te conviene adoptar ante la realidad. No diría que es la historia que nos contamos, porque es un libro de poesía; sería como los poemas que nos estamos contando a nosotros mismos para poder explicar la realidad, lo que sucedió.

Y A LA INVERSA

Diana Garza Islas abre la presentación con un discurso que bien podría ser un poema. Tiene el micrófono en la mano derecha y sostiene una hoja de papel en la izquierda. Su lectura sobre la obra de Villeda es profunda y pronto da con un secreto de la misma: el empleo de la Y. La Y es la vigésima sexta letra del alfabeto. Une y separa palabras, frases u oraciones. Puede ser consonante o vocal. Para Villeda, la Y a la inversa asemeja a dos cuerdas donde cuelgan su tía y ella misma. Algo las une. Octubre es un mes de sumo significado. La escritura de Teoría de cuerdas, obra que ganó el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2018, tardó cerca de una década. Villeda estuvo sumida en una profunda depresión durante el proceso. “¿Hacerlo o no hacerlo?”, la pregunta vagaba en su mente. “El libro de tu vida en dos capítulos: los días que no piensas en / matarte y los días en los que sí”. En La moda negra (Sexto Piso, 2011), el psicoanalista británico Darian Leader afirma que hoy en día la depresión está en todas partes. También da ejemplos de “homeopatía” con el ausente: el doliente habita su espacio, se apropia de aspectos del comportamiento, sus peculiaridades y su forma de ver el mundo. Pero, ¿cómo hacerlo con los muertos a quienes no conocimos?

—Es como este linaje de los que no están y que también tienen un impacto en quiénes somos, cómo te marcan esas ausencias cuando tú eres la presencia. En realidad, el proyecto se llamaba Algo.

La escritora Isabel Zapata fue quien propuso el nombre de Teoría de cuerdas. Villeda muestra sus heridas con honestidad y comparte una anécdota, cuando la maestra Elsa Cross le indicó que la desnudez de la poesía está en el propio poema. ¿Se puede comprender el dolor de los otros? Villeda escribe en su traducción del poema “Lamia”, de John Keats, que la poesía no se traduce, se transmite.

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Universidad de Guadalajara.

¿Qué postura tienes ante la muerte?

Para mí es un proceso natural, pero creo que a veces puede ser un tema que está lleno de secretos, que puede parecer algo que no se habla, sobre todo si existe una historia como a la que a mi familia le tocó. Incluso me parece bastante curioso que en un país como éste, donde celebramos la muerte, sobre todo en estos meses de octubre, noviembre, que hacemos fiesta con ella, nos cuesta trabajo entender que estamos rodeados de estas muertes, desde hace mucho tiempo: primero con la guerra sucia, luego con la guerra contra el narcotráfico. Es también cómo nos posicionaríamos ante la muerte: cuál es la postura que debemos tener ante estos muertos y muertas. En el caso de los feminicidios, cuál es nuestra postura ante eso y también cuáles son los reclamos que debemos hacer para que exista justicia en este tipo de muertes. Pero la muerte, en general, es un proceso natural que a veces, cuando eres niño o niña, no te hablan de eso: “Tu tío se fue de viaje”, y en realidad tu tío está muerto. “Tu abuelo se fue al cielo”, y no explican bien qué es el cielo. Me extraña tanto que metamos estos lenguajes para podernos explicar qué fue lo que pasó.

Dices que este libro no revivirá a tu tía, pero su lectura me evoca una imagen: ¿qué hacemos con los sueños de nuestros muertos?

“¿Qué hacemos con los sueños de nuestros muertos?”… es una gran imagen poética: ¿qué hacemos con los sueños de nuestros muertos? En algún momento, cuando estaba escribiendo este libro, hace algunos años, tenía un sueño recurrente: acudía al cementerio donde mi tía está enterrada. No es donde está el mausoleo familiar, el lugar donde se encuentran mis abuelos y otros parientes. En este sueño había una voz constante que me decía: “Tienes que moverla de este lugar”. Y era un sueño recurrente, lo tenía seguido, y me preguntaba si tal vez ese era el sueño que mi tía estaba soñando. No estaba soñando el sueño de mi tía, estaba soñando el sueño de una persona muerta diciendo: “Tienes que moverme de este lugar y llevarme a donde debo estar”, que es el mausoleo familiar. Pero mi tía no está en ese mausoleo. Me perturbaba muchísimo. Amanecía bastante consternada, hablaba con mi mamá y me decía que, en un nivel práctico, todo eso era bastante difícil: exhumar un cuerpo, moverlo de sitio. Pero la voz me decía: “¡Tienes que moverla de ahí!”, y es como si me lo dijera mi tía, viéndose a ella misma muerta: “¡Tienes que moverla de ahí!”. Era un sueño bastante perturbador. ¿Qué hacemos con los sueños de los muertos? No tengo una respuesta.

¿Por qué tememos a todo aquello que no logramos nombrar?

Me parece que, cuando lo nombramos, le damos un sitio en el mundo y tal vez no tenemos la capacidad de recibir la concepción completa de qué significan algunas palabras. Imagino, por ejemplo, la palabra odio. Entonces, creo que tiene que ver un poco con eso, que a veces nos cuesta nombrar, porque al nombrarlo le estás dando existencia. Y es bastante duro que al nombrar esa palabra… tal vez hasta la historia que tú te cuentas para poder enfrentar la vida, como sucedió con mis abuelos, que tal vez fue más fácil decirle a sus nietas y nietos que su hija Karen había tenido un accidente de auto, antes de verbalizar un suicidio, cómo se lo explicas a unas niñas y unos niños. Y ni siquiera tiene que ver con el silencio, más bien es intercambiar las palabras: algunas que nos duelan menos, algunas que nos cueste menos pronunciar.

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Presentación de Teoría de Cuerdas en la FIL MTY 2023.

Antes de que te notificaran del posible suicidio de tu tía, ¿te imaginabas una narrativa sobre ella? Sí, sí. La imagen que estaba en mi cabeza era que había tenido un accidente en la carretera Puebla-Tlaxcala, lo cual tenía mucho sentido porque ella iba y venía a Tlaxcala los fines de semana, después de terminar sus clases en Puebla. Imaginaba que se había accidentado en alguna curva de esa carretera. A veces, cuando era niña y pasábamos por esa zona, pensaba: “¿Dónde habrá muerto mi tía?”. Y a veces lo preguntaba y decían lugares, aquí y allá. Pero realmente es lo que estamos platicando ahora: esas historias se cuentan para no confrontar una verdad mucho más dolorosa, incluso peligrosa, porque si es un suicidio, imagínate, ¿una familia cómo se enfrenta a ese tipo de acto? Y si es el caso de un feminicidio, ahí también habría un inmenso dolor que la familia tendría que afrontar. Es un recuerdo, pero un recuerdo falso a partir de una narrativa que no era verdadera. También versas que los culpables tienen nombre pero no lo sabemos. Cada crimen, cada feminicidio, cada desaparición en el mundo tiene un culpable del que desconocemos su nombre. En algún momento pensé, cuando ya estaba terminando el libro en 2018, en ir a buscar el expediente de mi tía a la Procuraduría de Puebla. Una amiga mía que ha trabajado esos temas incluso se ofreció a acompañarme. Y no lo hice. Me dijo: “Va a ser muy difícil, porque ya han pasado muchos años. Tal vez ya no exista ese documento, tal vez esté perdido en medio del laberinto burocrático”. Y mi madre me decía: “¿De qué serviría tener un nombre (del presunto culpable) si realmente no sabemos qué fue lo que pasó?”. Y es eso, si no sabes qué fue lo que pasó, es difícil culpar a alguien. Pero es cierto lo que dices, claro que hay nombres, claro que hay culpables, pero en un sistema judicial como éste… más bien, sabemos qué paso, pero, ¿quién lo hizo? Y si sabemos quién lo hizo, ¿cómo sería esta justicia?

Algo que llamó la atención durante la presentación de Teoría de cuerdas, fue que Diana Garza Islas enfatizó el empleo que haces de la Y como analogía de una cuerda capaz de separar y unir palabras. ¿Lo pensaste de esa manera al momento de escribir el poemario?

Sí, la Y tiene que ver con la repetición, con el conector y, sobre todo, pensando que la Y a la inversa parece dos cuerdas de las que estaríamos colgando mi tía Karen y yo. Entonces, de esta manera estoy en esta misma cuerda. Esa imagen sí la encontró Diana, yo pensaba que era mi secreto dentro del libro, pero sí la encontró. Y claro, es muy consciente esta repetición, como pensar cosas que pongo, conectores, qué fue lo que pasó y “ella soy yo”. Tiene que ver con esta serie de confrontaciones sobre quién soy yo, porque hay partes de mí que sí son de ella, bajo ciertas expectativas que tenían mis abuelos o mi propia madre, al llamarme como a su hermana.

Compartiste el proceso emocional que viviste al escribir esta obra. Pienso en tus palabras: “El libro de tu vida en dos capítulos: los días que no piensas en / matarte y los días en los que sí”.

Tiene que ver con esta depresión que finalmente también es un velo y no te permite distinguir lo falso de lo verdadero. Es bastante complicado estar así, sobre todo porque estás, básicamente, expuesta a toda esta disyuntiva: “¿Hacerlo o no hacerlo?, ¿hacerlo o no hacerlo?”. Es algo que todo el tiempo está en tu cabeza y es difícil porque a veces sientes que si lo verbalizas te salvará de hacerlo. Pero al encontrarse en tu cabeza es muy difícil estar en el presente, porque esos días, cuando pensaba en hacerlo, tenía que ver con el futuro, y cuando pensaba en no hacerlo, tenía que ver con el pasado, pero nunca estaba en el presente.

Cuando Elsa Cross te dice que la verdadera desnudez de la poesía está en el poema, ¿qué te replanteas personalmente en cuanto a tu trabajo?

Que tenía que ser valiente para nombrar. Y antes de ser valiente para nombrar también tenía que aprender a nombrar las cosas. Sobre todo porque lo dijo durante una presentación y después lo dijo en una reseña. Para mí fue una gran lección de vida y como poeta, sobre todo viniendo de alguien que ha sido mi mentora. Ella fue la primera maestra de poesía que tuve, en una beca que gané en Tlaxcala, en 2008. Entonces, para mí fue muy importante que me dijera eso, porque sí, tenía razón, como lo comentaba con Diana, es bastante difícil de pronto encontrar esta desnudez, sobre todo porque la poesía tiene bastantes recursos con los cuales podemos cifrar las palabras. A mí me encanta toda esta parte experimental y lúdica de la poesía, me encanta lo que puedes esconder detrás de algunas palabras, cuando no revelas; me encanta lo críptico y fue como dar ese salto de tener esa valentía, y tener la valentía era aprender a nombrar y entender por qué no estaba nombrando. Particularmente, en el libro Babia (UNAM, 2011), me parece que una manera de protegerme respecto a mi historia personal con mi padre, era no terminarlo de nombrar del todo.

Como lo indica un verso de tu libro, ¿crees que la esperanza es un lugar despiadado?

Sí, es lo que creo sobre la esperanza. A veces, tener una esperanza puede servir como consuelo en medio del cinismo. Pero a veces esa esperanza nos ciega y no nos permite atravesar por el dolor. Más que confianza necesitamos certezas en algunos casos.

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Escrito en: teoría de cuerdas poesía Karen Villeda

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