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Jimulco, dos décadas del ANP. La protección (I)

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En 2003 el R. Ayuntamiento de Torreón declaró los terrenos de seis ejidos como Reserva Ecológica Municipal Sierra y Cañón de Jimulco, decisión trascendental por ser la primera área natural protegida (ANP) de categoría municipal que se creaba en México, y si bien ya no es la única, con sus 57,000 hectáreas, sigue siendo la de mayor extensión. Dos décadas después, vale la pena hacer un balance sobre el estado en que se encuentran los ecosistemas y la biodiversidad que alberga ese territorio y la población que en él reside.

La declaratoria de un ANP en México se basa en la normatividad federal, o en las estatales y municipales, la cual se fundamenta en un Estudio Técnico Justificativo (ETJ) en el que se determinan los motivos por los cuales debe protegerse y conservarse el capital natural existente en un territorio. Todas las ANP tienen rasgos que les destacan por el hábitat o especies que en ellas habitan, el caso de Cuatrociénegas o el Cañón de Fernández como humedales en medio del desierto, Mapimí con su flora y fauna representativa del desierto Chihuahuense, por mencionar las más conocidas.

En el caso de Jimulco destaca su Isla de Cielo y el modesto humedal en el río Aguanaval. La primera, es un lunar en la sierra, de aproximadamente cinco mil hectáreas, donde encontramos un bosque templado de encino-pino en medio del desierto, a una elevación de más de 3 mil metros de altura (dos kilómetros más alta que la zona metropolitana), y la segunda, un corredor ribereño de alrededor de 25 km sobre el cauce del río Aguanaval (los cañones de El Realito y La Cabeza), donde brota medio centenar de manantiales durante todo el año.

La asociación de ecosistemas y hábitat diferentes (bosques templado y ribereño, matorral desértico e intermontano) en un gradiente altitudinal relevante, crea las condiciones para que en este espacio exista una flora y fauna silvestre relevante y singular, donde a la fecha se han registrado más 800 especies de las cuales casi el diez por ciento de ellas son endémicas (únicas del lugar o de México), riqueza biológica que constituye un importante capital natural en esta parte del estado de Coahuila y el norte de México.

Cuando se descubre la importancia del patrimonio natural de Jimulco, en ese territorio se realizaba un aprovechamiento irregular de sus recursos naturales, como la extracción de plantas que se usaban para ornato en los desarrollos urbanos, la caza furtiva de fauna silvestre, sobre todo de venado cola blanca o captura de aves canoras, la extracción de plantas con valor comercial como orégano, mezquite, candelilla, entre otras.

Al momento de que Jimulco se convierte en un espacio protegido, gran parte de estas prácticas han sido erradicadas o reducidas a casos puntuales. La protección implicó que los aprovechamientos que ahí se realizan sean regulados, es decir, que se usen sus recursos naturales de manera acorde con la normativa, lo cual implicó que las extracciones de plantas se efectúen con base a programas de manejo, que se prohíba la caza furtiva de fauna o la captura de aves; en el área ha ocurrido un cambio importante en estas prácticas, no sin tensiones con y entre los habitantes de las comunidades del área que participaban en esas actividades irregularmente, las cuales si bien en casos específicos aún persisten, ocurren de manera aislada, no de manera generalizada.

Pero este cambio no hubiera sido posible si no se involucran los habitantes de las comunidades ubicadas en la ANP. Se ha venido modificando la percepción que tenían de que por ser terrenos que pertenecen a sus ejidos podrían extraer sus recursos sin regulación, por otra en la que se reconoce la importancia de conservarlos, algo que no solo beneficia a los lugareños de Jimulco, sino a todos los habitantes de la Comarca Lagunera, ya que esta ANP brinda servicios ambientales invaluables como la captura de CO2 (principal gas de efecto invernadero) y en la generación de oxígeno, en la recarga de los acuíferos y en la propia conservación de biodiversidad.

Durante estas dos décadas, hemos observado como grupos de ejidatarios y de la población residente en los ejidos que tienen la propiedad legal del territorio que abraca el ANP de Jimulco (donde habitan alrededor de 4,500 personas), se han involucrado en la protección de su capital natural, destacando quienes forman parte del Comité de Vigilancia Comunitaria (CVC), reconocidos por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) como coadyuvantes que cuidan, evitan y denuncian a quienes cometen delitos ambientales, sean personas de sus comunidades o foráneas, tales como cazadores y capturadores furtivos de fauna, a quienes provocan incendios forestales, extraen plantas ilegalmente o contaminan el cauce del río o en sus poblados con desechos líquidos o sólidos.

A partir de un incendio ocurrido en 2011, en el que se afectaron 60 hectáreas, se formó un Brigada contra Incendios Forestales, con apoyo de la Secretaría de Medio Ambiente (SMA) y la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), cuyos integrantes realizan acciones de prevención (brechas corta fuegos en las zonas de mayor riesgo, y otras) y de control de incendios. Por la ubicación de su residencia en las comunidades dentro del ANP, ante una contingencia ambiental como los incendios, cumplen una función de primer contacto para contenerla, en tanto se activan los sistemas de protección civil institucionales, con resultados tangibles de modo tal que no se ha repetido un evento como el de hace trece años.

Esta participación comunitaria en la protección y conservación de esta ANP, también constituye un rasgo singular con respecto a otras, la cual está conformada por voluntarios que desempeñan una función permanente en el cuidado del capital natural existente en ella, por ello Fundación Jimulco, la asociación civil que actualmente la co-adminstra y las autoridades municipales les reconoce la labor que realizan en el cuidado del patrimonio natural que alberga la reserva ecológica de Jimulco, participación comunitaria que debe visibilizarse.

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