La ira, según el diccionario, representa un "sentimiento de enfado muy grande y violento"; al padecerla se presentan estados emocionales incontrolados, graves y peligrosos.
Entre más frecuente y/o prolongados se presenten las crisis emocionales incontroladas más peligrosas; grave, cuando se trata de personas con perfiles psicológicos anormales y peor aún, teniendo poder para ejercer poder iracundo. Pareciera que eso le está sucediendo a nuestro presidente López.
Cuando el iracundo "estalla", puede tener actos descontrolados, muchas de las veces sin medir consecuencias. Representan el descontrol desbordado, provocando que la persona desestabilizada agreda verbal o físicamente y aplique su poder económico, social y/o político contra aquel que le "disparó" tal emoción negativa.
Pasado el momento, -"como una llamarada"- la reacción ante lo hecho les genera ansiedad y dolor psíquico; dado el caso, si además se presenta con otras patologías cómo el egocentrismo, la fuerza es dirigida a buscar como resolver lo causado con el acto fallido, no a solucionar el problema ocasionado.
Los psicólogos hablan de la ira agresiva y pasiva; la primera puede presentar desapasionamiento o desinterés por participar en la solución de algún problema; derrotismo, "darse por vencido"; autoreprimirse para engañar y no mostrar el enojo; culpabilidad y aparente ensimismamiento; mostrarse servicial y gentil, tratando de ocultar su malestar y despertar sentimientos de lástima -ganancias- con quienes están relacionándose.
La ira agresiva se manifiesta con ataques -bullying-; actos antisociales como el vandalismo o de destrucción de objetos cercanos; y, contrario a los pasivos, gustan de demostrar el enojo -injustificado- y tratan de involucrar a los cercanos; suelen utilizar apodos y publicar antecedentes negativos de las personas agredidas y responsabilizarlas de lo acontecido.
No dudan en ejercer toda la fuerza de que disponen para agredir, lastimar y ofender. El peligro está en su permanente estado, con pensamientos obsesivos, llegando a la manía, que le quita oportunidades para la reflexión inteligente.
La senadora Xóchitl Gálvez, defendiéndose ante las agresiones sufridas, ha logrado exponer el verdadero perfil de nuestro presidente, acostumbrado a mandar y recibir absoluta obediencia anticrítica.
Se "desnuda" cometiendo un error tras otro, cuando, saliéndose de lo planeado, estalla en vituperios contra quien él mismo declaró como su oponente, cuando aún no es, al menos, como candidata de la oposición.
Conocí a Xóchitl, hace cosa de 30 años, cuando nos impartió una conferencia sobre edificios inteligentes -antecedentes de la ahora inteligencia artificial- y debo decirle que aquella joven, con rasgos indígenas, incluidas expresiones de sencillez y empatía, sumaban a su inteligencia -sobresaliente- el dominio de los sistemas de redes computacionales. Su éxito entre profesores y alumnos fue sobresaliente.
Sus respuestas eran claras -como ahora- sin rebuscamientos o intenciones escondidas, con facilidad para encontrar metáforas que ilustraban lo explicado en su presentación y, con el trato en lo personal, despertaba confianza y simpatía entre las personas que convivimos con ella esas horas de estancia en La Laguna. Y hace una semana volvió para refrendar tal personalidad.
Así, al confrontar ambos perfiles psicológicos -AMLO y Xóchitl- podemos comprender cómo se pudo dar el "cortocircuito" entre ambos.
De Xóchitl, conocemos su trayectoria, desde antes de que AMLO le entregara su "estrellato", pero bastó el error de cerrarle las puertas de Palacio Nacional -violando la orden legal- para que la senadora utilizara sus capacidades inteligentes y empáticas para propinarle su primera derrota.
Luego vendrían otras, que seguramente Usted ha conocido por los medios, cuando contra los ataques aparentemente infundados da respuestas demoledoras, siempre con la contundencia que no deja espacio para el contraataque de su oponente.
Ahora, el reto de decir verdad a costa de dejar la presidencia -también imposible- contra desistir de las aspiraciones a ella, genera especulación entre los mexicanos.
¿A quién se le ocurre enfrentar opositores que no son pares?, máxime teniendo la posibilidad de utilizar el recurso de las corcholatas, cuando por cierto abrirían cuatro frentes contra uno.
Quise escribirle lo anterior, para que podamos reflexionar y comprender mejor lo que está sucediendo con nuestro presidente nacional y poder dimensionar el peligro que corremos todos los mexicanos, cuando el poder -casi absoluto- es utilizado con propósitos de atender la ira y voluntariedades desbordadas.
Desconocer lo jurado en la toma de posesión de la presidencia de México, desdeñando nuestra Constitución Política -"a mí no me vengan que la ley es la ley"- y mostrar rebeldía entre distintas órdenes dictadas -apegadas a ley- de instituciones judiciales, son una clara advertencia de lo que puede acontecernos en el futuro inmediato.
No quiero pensar en aquel México de caudillos dictatoriales, disfrazados de demócratas, que pensábamos eran del pasado.
Ahora es tiempo de que dejemos el confort de observar -cómodos en ese sillón favorito-desfilar nuestro destino nacional, como un espectáculo que nos es ajeno.
Lo invito a reflexionar y actuar, pero siempre en la legalidad. ¿Lo hacemos?