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Esther Hernández Palacios

Esther Hernández Palacios, literata entregada a la obra de Enriqueta Ochoa

Llegó a concluir que la literata había inaugurado una nueva poesía que recuperaba los valores más profundos de la feminidad

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SAÚL RODRÍGUEZ

Esther Hernández Palacios descubrió la poesía de la lagunera Enriqueta Ochoa mientras cursaba sus estudios en la Facultad de Letras de la Universidad Veracruzana (UV). Era alrededor de 1969. Desde que decidió estudiar literatura supo que la poesía sería su campo de trabajo. Entonces se empeñó en arar la palabra, en buscar la semilla tras su raíz. Así se licenció en Letras Españolas por la misma UV, obtuvo su maestría en Letras Modernas por la Universidad de Toulouse-le-Mirail (Francia) y se doctoró también en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana.

Como profesora, su especialidad transitó en la poesía mexicana de los siglos XIX y XX. En este último periodo, Enriqueta Ochoa siempre tuvo un lugar especial. La lectura de sus poemas la llevó a descubrir algo más allá de lo que logró plasmar en sus textos sobre la torreonense. Se acercaba a ella, confesaba, con asombro, en busca de alguna tradición, de lograr interpretarla.

En su ensayo Enriqueta Ochoa: la configuración de un femenino sagrado (Fondo de Cultura Económica, 2019), el cual tardó en concluir, pues quería mantener sus versos en la experiencia estética y no contaminarlos ni profanarlos con su bisturí crítico, considera que Enriqueta Ochoa es pieza angular de la poesía mexicana, en particular de la escrita por mujeres, situándose en un punto estratégico.

“Desde esta perspectiva leo la poesía de Enriqueta Ochoa y valoro sus aportaciones a la poesía contemporánea desde su voz de mujer; simultáneamente me ocupo de su pertenencia en la tradición de la poesía mística, considerada esta en su más amplia concepción […] La poesía de Enriqueta Ochoa me condujo a un ámbito más amplio: la teología feminista contemporánea, el estudio de las religiones, la etnología y la arquemitología…”.

En otro texto titulado Enriqueta Ochoa: una poesía por venir, Hernández Palacios escribe que desde la aparición del libro Las urgencias de un Dios, el cual reúne poemas escritos entre los 19 y 22 años de edad de la poeta lagunera, hasta las últimas entrevistas que otorgó en vida, su obra “es un hilo tenso que congrega el esplendor fundacional del Génesis, el peso de la culpa y el goce del cuerpo del Cantar de los Cantares”.

Desde su perspectiva, tanto Ochoa como su poesía carecían de propiedades: es ingobernable, metahistórico. No obstante, su análisis tampoco buscaba despojarla del mundo ni radicarla en lo etéreo. Observaba que su profundo sentir religioso la acercaba a los libros sagrados y ostentaba un aliento poético que la unía a Virgilio, Horacio, Manuel José Othón o Miguel de Unamuno. Mientras que su dolida humanidad recordaba a la novelística rusa de Tolstoi, Chéjov o Dostoievski.

En la parte final de Enriqueta Ochoa: la configuración de un femenino sagrado, en el apartado El lenguaje de la Diosa, la autora habla sobre cómo la obra de la poeta mantiene vivos los símbolos de la Diosa. “El mundo se feminiza, se vuelve una madre redonda que da de mamar al sujeto poético. Con lo que se acentúa, además del carácter maternal, el que se relaciona con la naturaleza”.

Así, la investigadora llegó a concluir que Enriqueta Ochoa había inaugurado una nueva poesía que recuperaba los valores más profundos de la feminidad, al tiempo que hablaba desde otro lugar: el de la especie. Resaltaba también la presencia del mito, valores, reflexiones, belleza, magia y conocimiento que fraguaban en ella la llamada cultura de la Diosa.

Buscaba justicia

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Esther Hernández Palacios falleció el domingo 12 de marzo en la localidad de La Orduña, municipio de Coatepec, Veracruz. Tenía 71 años. En 2010, su hija, Irene Méndez Hernández Palacios, fue asesinada en Xalapa tras recibir 26 impactos de bala. Se trató de un atentado donde su yerno, el empresario Fouad Hakim Santiesteban, fue secuestrado y posteriormente asesinado. Desde entonces buscó justicia.

Ante la ineficiente ayuda de las autoridades, Esther decidió recurrir a la palabra y escribió México 2010, diario de una madre mutilada. Se trata de un libro testimonial que contiene su dolor, por eso está firmado como Ester, sin la H, para referenciar su pérdida. La profesora solía comentar que lo escribió por dos razones: para mantener viva a Irene y para levantar la voz.

La obra fue acreedora al Premio Bellas Artes de Testimonio Carlos Montemayor 2011, publicada por la editorial Ficticia y filmada en un documental titulado Esther sin H (2021), dirigido por la cineasta mexicana Alejandra Islas. Esther Hernández Palacios es recordada por ser una mujer de letras y de lucha.

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