Vivimos tiempos colmados de problemas. La reconfiguración del orden internacional, compleja, peligrosa e incierta prosigue en una fase de continuos sobresaltos. Para millones de personas cada día es más difícil comprender las razones, los motivos e intereses que están definiendo el rumbo de los acontecimientos mundiales, sobre todo cuando los medios de comunicación hacen de los obstáculos, las crisis, las catástrofes, las regresiones y contradicciones, las noticias principales, pero rara vez explican o dan cuenta de aquellos acercamientos y diálogos, de las negociaciones diplomáticas, de los esfuerzos para alcanzar acuerdos, en la búsqueda para alcanzar soluciones al desconcierto mundial.
La guerra al este de Europa continúa recrudeciéndose. Transcurridos 500 días del inicio de la invasión rusa a Ucrania ningún gobierno, empresa o ciudadano del mundo pueden hacerse los desentendidos. Los últimos acontecimientos son particularmente preocupantes. Rusia, finalmente, cumplió sus amenazas y dejó de renovar, la semana pasada, su participación en la Iniciativa negociada hace un año, con la intervención decisiva de Turquía y el respaldo de las Naciones Unidas. Con esta determinación, ha quedado en vilo el acuerdo de cereales del Mar Negro que ofrecía importantes garantías para la seguridad alimentaria mundial. Han retornado la incertidumbre, la inestabilidad y los descalabros en los mercados de alimentos, que algunos anticipan serán temporales, aun habiéndose ahondado los enfrentamientos bélicos entre dos de los principales proveedores de granos a nivel global.
Casi inmediatamente, en la confrontación existencial por Crimea, Rusia ha realizado bombardeos diarios sobre Odesa, Mykolaiv y Chomomorsk, principales puertos ucranianos de exportación de millones de toneladas de granos. También han hecho amenazas creíbles de que aquellos barcos cargueros que naveguen en aguas al noroeste del Mar Negro serán considerados objetivos militares legítimos, pudiendo ser atacados. Algunas instalaciones ucranianas, infraestructura de acopio y silos claves para la salida marítima de las exportaciones agrícolas ucranianas han sido destruidas. El segundo componente del acuerdo, -menos conocido-, mediante el cual las exportaciones agrícolas y de fertilizantes rusas quedaron exentas de las sanciones occidentales, está en riesgo. Ello preocupa sobre todo a China, a la propia Turquía, al Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, a una veintena de países de Asia, África y Medio Oriente, por sus graves impactos negativos directos. Sin embargo, es probable que se sostenga.
Moscú ha redoblado sus reclamos para que se remueven todas las barreras a sus exportaciones agrícolas y de fertilizantes, incluido que el Banco Agrícola Ruso sea readmitido al sistema internacional de pagos SWIFT. Naciones Unidas ha propuesto una salida de compromiso para que futuras transacciones se hagan en dicho sistema, pero a través de una entidad bancaria subsidiaria rusa. Podría haber avances favorables en la reunión cumbre Rusia - África, en San Petersburgo, esta misma semana. Tengamos además presente el encuentro entre Erdogan y Putin, en Moscú, anunciado para agosto. A Rusia al igual que Ucrania les urge seguir obteniendo divisas; son al igual que clientes, socios y aseguradores dependientes, como para dinamitar por completo los tratos establecidos. Procurarán frenar un incremento severo en los costos y evitar otra escalada de precios. A pesar del agravamiento del conflicto, gracias a la implementación internacional del acuerdo, Ucrania aseguró el tránsito y la entrega de más de 32 millones de toneladas, mientras Rusia logró suministrar 60 millones de toneladas métricas de granos en los mercados externos.
Ucrania, por su parte, para avanzar en su contraofensiva, ha comenzado a utilizar bombas de racimo, proporcionadas por los Estados Unidos, a pesar de estar prohibidas desde 2010 por una convención del derecho internacional humanitario. Situación y decisión totalmente inaceptables y condenables. En la última cumbre de la OTAN, recién celebrada en Lituania, los países occidentales refrendaron sus compromisos con la defensa de Ucrania. Acordaron endurecer y redoblar las sanciones contra Rusia. No sólo continuarán otorgando y ampliando el respaldo financiero y el apoyo diplomático al gobierno de Zelensky, sino que intensificarán la cooperación militar y apresurarán el entrenamiento especializado que se deriva necesariamente del suministro de aviones de combate, sistemas avanzados de misiles, tanques, radares y drones de última generación. También suministrarán las refacciones y municiones indispensables. Nuevas amenazas provenientes de Bielorrusia han vuelto a encender las alarmas en Polonia, luego que Lukashenko, aliado primerísimo del Kremlin, aceptara albergar a miles de mercenarios del renegado e impredecible grupo Wagner.
El denominado bottom line es que ningún país, ningún gobernante, ni nadie tiene el derecho para socavar o destruir la seguridad alimentaria de ninguna nación. Debieran ser completamente inadmisibles cualesquiera que sean los intentos para chantajear o sabotear respecto de en qué condiciones y cuáles son los países que pueden decidir cómo y que naciones pueden disponer comida en la mesa de sus ciudadanos. Por ello, es posible anticipar que persistirán los esfuerzos de diplomáticos turcos, de las Naciones Unidas, rusos, ucranianos, chinos y europeos para asegurar las operaciones futuras, mediante el establecimiento de nuevos corredores y lugares de carga y exportación de granos y de otros productos alimenticios, contando para ello con una eficaz, segura y rápida inspección de las embarcaciones en alta mar y en los puertos.
Una señal muy alentadora es que, a pesar del retiro de los funcionarios rusos, el Centro de Coordinación Conjunta del Acuerdo de granos del Mar Negro, sito en Estambul, mantendrá sus operaciones gracias a la intervención de funcionarios turcos y el trabajo diplomático continuo, discreto y eficaz de la Secretaria General, la UNCTAD, el PMA y la FAO.
@JAlvarezFuentes
