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Escuchar el silencio

LAURA ELENA PARRA

Mi servicio social universitario lo realicé en el Instituto lagunero de la audición y el lenguaje, A.C. Esa fue una de mis mejores experiencias como docente. Tenía a mi cargo un grupo de niños pequeños, inquietos, sordos (y mudos, la mayoría, porque no escuchaban y no sabían articular palabras) a quienes tenía que enseñar, a través de distintas técnicas y ejercicios, a pronunciar sus primeras palabras.

Era realmente significativo observar cuando conectaban el movimiento de los labios con las sensaciones corporales y las acciones que tenían que realizar para emitir una palabra. Aún ahora que lo recuerdo me invade una sensación de emoción, alegría y agradecimiento por haber sido parte de ese proceso de aprendizaje que ayudó a aquellos niños (que hoy serán hombres y mujeres de entre 46 y 48 años) a adquirir herramientas que les permitieron comunicarse con los otros. Este aprendizaje es tan importante para el desarrollo de las personas sordas como aprender el lenguaje de señas.

La Federación Mundial de Sordos señala que "existen aproximadamente 70 millones de personas sordas en todo el mundo. Más del 80 por ciento vive en países en desarrollo".

Se piensa que la lengua de señas es tan antigua como la humanidad y que ha sido utilizada por distintas comunidades a lo largo de la historia, no sólo por personas sordas sino por personas oyentes, por ejemplo, en algunas comunidades de monjes con voto de silencio o el caso de los HOPAS (hijos oyentes de padres sordos, también llamados CODA), para quienes la lengua materna es la lengua de señas y no el español o su lengua oral local.

Una de las referencias más antiguas acerca de la existencia de la lengua de señas se encuentra en el Crátilo diálogo escrito por Platón aproximadamente en el año 360 a.C., que dice: "Contéstame a esto: si no tuviéramos voz ni lengua y nos quisiéramos manifestar recíprocamente las cosas, ¿acaso no intentaríamos, como ahora los sordos, manifestarlas con las manos, la cabeza y el resto del cuerpo?".

En el siglo XVI, fray Pedro Ponce de León (1508-1584), monje benedictino español, creó una escuela para niños sordos en el monasterio de San Salvador de Oña ubicado en Castilla y León. Les enseñó a comunicarse entre ellos utilizando el alfabeto manual, a base de señas, que usaban los monjes que habían hecho voto de silencio.

Por otra parte, en Francia, hacia 1755 el abad francés Charles Michel de L'Éée fundó en París la primera escuela pública para personas sordas y, desarrolló un alfabeto manual y un lenguaje de signos. En México la primera Escuela Nacional para sordos se fundó en1827.

La lengua de señas o signos se expresa a través de movimientos y expresiones que se realizan con las manos, los ojos, la boca y el resto del cuerpo. Esta lengua de señas no es universal, existen más de 300 lenguas de señas, una por cada lengua oral; esto se debe a que cada lengua corresponde a un contexto y sistema cultural que ha evolucionado de acuerdo a los tiempos y las necesidades de cada sociedad, por lo que varían de una comunidad a otra.

En resumen, la Federación trabaja para que se respeten y se ejecuten los derechos humanos de las personas sordas. También busca crear conciencia acerca de la importancia de preservar la lengua de señas como parte de la diversidad lingüística y cultural; esta es una tarea que todos debemos [email protected]

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