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Ensayo sobre la cultura

Cortés

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE.-

Mis dos apellidos vienen de España; no es culpa mía. Si quiero definirlo qué es ser mexicano, debo de partir de las realidades históricas, buenas o malas. El tal vez, no existe. Lo mexicano implica la conquista española, como la azteca y todas las mayas, ya que también estos eran conquistadores.

En la parte norte del país debemos de contar a los chichimecas, tribus nómadas que no asentaron cabeza, o las tarascas que supieron derrotar a los conquistadores aztecas. No es lo mismo ser mexicano que ser indígena. Sé que la conquista se ve de diferente manera desde las dos visiones. Personajes como Juárez aceptaron su realidad histórica, tanto así que nos dieron la Constitución del 57; en lugar de ponerse a llorar con el "nos quitaron, nos conquistaron que nos pidan perdón, que se vayan del país".

Muy por el contrario, supieron enfrentar a los franceses, y poner las bases de la modernidad en nuestro país. Fue quien comenzó la construcción de los ferrocarriles, que continuó Díaz, quien también participó en la derrota de Maximiliano. Ya llegaremos ahí.

Después de Colón se desató la fiebre de América. Ahora ya no existía la incertidumbre. Embarcarse significaba ir en pos de la riqueza. Todo el mundo tenía la oportunidad de salir de la pobreza y hacerse rico, con mucha suerte y poco esfuerzo. Eso es lo que creían.

En la fiebre del oro pasó lo mismo. Después que Estados Unidos se apropió de California, los antiguos hacendados perdieron sus propiedades porque no eran estadounidenses. El conquistador se apropió de sus tierras por el mismo derecho que usaron los españoles en relación a los indígenas; El derecho de conquista. En todo el mundo ha sucedido y seguirá sucediendo.

Diego Colón recibió de herencia ser gobernador de la española. Diego Velázquez recibió la encomienda de conquistar Cuba. Entre sus hombres iba Cortés pero aún no destacaba. Era inquieto, eso sí.

Una vez conquistada Cuba, Velázquez se dedicó a la vida fácil. Mandaba a otros a que conquistaran por él. No arriesgaba más que una inversión. Primero a Francisco Hernández de Córdoba y luego a Juan de Grijalba. Descubrieron la Península de Yucatán y navegaron la costa hasta Tabasco. Vislumbraron algo diferente a lo encontrado en las islas, nada más. Se organizó una tercera expedición que fue la de Cortés, pero éste no era tan dócil ni tan timorato como los dos anteriores. Pensaba por sí mismo y no iba a trabajar para otro. Desde un principio se lo advirtieron a Velázquez, pero fue tarde cuando quiso dar marcha atrás. Cortés se le escapó.

Aquí comienza la aventura narrada por muchos, inventada por otros, repudiada, aplaudida. Lo queramos o no, es el antecedente de nuestra nacionalidad. Antes, ni siquiera la unidad geográfica, cultural, política. Es la conquista la que nos comienza a unificar.

Desde un principio Cortés conoció los sacrificios humanos; ese hecho impidió a los españoles tratar de comprender la religión de los indígenas. No perdamos de vista que acababan de vencer a los musulmanes y de correr a los judíos además de implantar la Inquisición. Aquello era también una especie de guerra santa en contra de lo demoniaco. Por lo menos fue el pretexto para que pasara lo que pasó.

En Tabasco conoció a dos personajes que le fueron muy útiles: a la Malinche, y a Gerónimo de Aguilar, que había naufragado junto con otros españoles y por un tiempo había convivido con los indígenas mayas y aprendió su lengua. Por él conocemos la existencia de Gonzalo Guerrero, otro náufrago quien tomó la decisión de hacerse indígena y pelear al lado de ellos en contra de los españoles.

Malinche y Aguilar fueron los lenguas de Cortés. Malinche manejaba el maya y el náhuatl, Aguilar, el maya y el español.

Cortés sabe que ya no puede regresar a Cuba, y sigue su viaje hasta Veracruz. Desembarcó en el lugar más inhóspito. Hubo de fundar varias veces la misma ciudad.

Ahí Cortés comienza a demostrar que tiene olfato político. Se da cuenta de que existe un gran imperio que tiene azuzados a todos los demás pueblos. También se da cuenta de que temen a sus caballos, de que tratan de alejarlos con presea: le llenan un casco de oro. Si lo superan en número, hay que aprovecharse de la situación política para vencer. A los subyugados, como siempre pasa, les vende la idea de ser el salvador.

Libros: Bernal Días del Castillo: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España. Bernardino de Sahagún: Historia general de las cosas de la Nueva España. (En sepan cuantos son baratos).

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