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Reportaje

Emergencia Acapulco: Otis y la crónica de un desastre no esperado

El 25 de octubre, el huracán más fuerte que se haya registrado en la costa guerrerense azotó al puerto, sumiéndolo en una destrucción y un caos cuyas consecuencias permanecen a la fecha.

Emergencia Acapulco: Otis y la crónica de un desastre no esperado

Emergencia Acapulco: Otis y la crónica de un desastre no esperado

ANGÉLICA SANDOVAL

Hay fenómenos naturales que destruyen, atemorizan y dejan cicatrices. La madrugada del 25 de octubre de 2023 fue un apocalipsis para el puerto de Acapulco, Guerrero, una de las joyas turísticas del país. El ciclón Otis rebasó los modelos internacionales de pronóstico meteorológico y en menos de 12 horas pasó de ser tormenta tropical a huracán categoría 5, la de mayor intensidad en la escala de Saffir-Simpson, ocasionando vientos de 270 kilómetros por hora.

Antes de este meteoro y de acuerdo con cifras oficiales, en México se tenía registro de cinco huracanes devastadores provenientes del océano Atlántico: Janet en 1955, Beulah en 1967, Anita en 1977, Gilbert en 1988 y Dean en 2007; mientras que en el Pacífico mexicano había sido Patricia en 2015.

Este año golpeó Otis y el resultado fue catastrófico: una crisis humanitaria. Hubo pérdidas humanas, desapariciones de personas, derrumbes totales de techos y paredes en viviendas, grandes hoteles, hospitales, centros comerciales y un sinfín de edificios; además de daños extremos a muelles, vialidades bloqueadas por los escombros, vegetación arrasada por la fuerza de los vientos, afectaciones a la fauna, inundaciones y enfermedades.

EN CARNE PROPIA

Fue una experiencia que me marcó de por vida. Quedé atrapada en la habitación 372 del Hotel Pierre del Grupo Mundo Imperial, en el peor huracán registrado en la historia de Acapulco. El potente Otis destrozó el ventanal de mi cuarto, derribó lámparas, instalaciones eléctricas, termos, papelería, mobiliario de madera e hizo temblar el baño en el que me refugié. Han transcurrido casi dos meses del insólito ciclón tropical y aún recuerdo los terribles alaridos en los pasillos del hotel y el zumbido en mis oídos que comenzó una vez que se rompieron los cristales y el huracán se coló a mi habitación, dejando ramas, lodo, arena y una inundación en la recámara y el sanitario.

Podría decir que aún siento miedo. Sigo con esa sensación de angustia y pena por las miles de familias que se quedaron en la costa grande y que hoy están experimentando una peor salud mental que quienes evacuamos la zona de desastre en las primeras 72 horas.

Llegué a Acapulco el domingo 22 de octubre para participar en un seminario de periodistas y dar cobertura a la Convención Internacional de Minería organizada por la Asociación de Ingenieros de Minas, Metalurgistas y Geólogos de México A.C. (AIMMGM). Nos reunimos más de 30 colegas mexicanos y venezolanos. Al evento asistieron unas 10 mil personas; alrededor de 200 eran originarias de la Comarca Lagunera.

Minutos después de las 19:00 horas del martes 24 inició la inauguración del segundo evento minero más importante de América Latina, en el Centro de Convenciones de Mundo Imperial. El secretario de gobierno de Guerrero, Ludwig Marcial Reynoso Núñez, hizo la declaratoria inaugural. Disculpó a la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, quien no pudo asistir porque se encontraba coordinando acciones preventivas ante el impacto de Otis. Cuando terminó el evento, envié de inmediato la nota informativa a la redacción de El Siglo de Torreón y hasta las 21:00 horas no había indicaciones de desalojo del recinto. Incluso autoridades y mineros todavía hicieron un recorrido por una expo.

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Imagen: EFE/ David Guzmán

Los periodistas nos trasladamos a la plaza comercial La Isla, a una cena que invitó Industrias Peñoles en el restaurante La Vicenta. A las 21:39 capturé el primer video donde ya se podía observar el viento que agitaba los árboles. El tema principal en la cena era el huracán, pues momentos antes el gobierno federal, a través de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), había alertado que impactaría tierras costeñas entre las 4:00 y 6:00 horas del miércoles. A las 22:52 ya se había intensificado la lluvia, por lo que decidimos retirarnos del lugar, pensando que entre más temprano llegáramos al hotel, más tiempo tendríamos para prepararnos y resguardarnos en un sitio seguro.

VAS A CORRER CUANDO NOSOTROS TE DIGAMOS”

Nos dividimos en dos grupos. Me fui en el primer viaje a bordo de una camioneta de turismo a las 22:57 horas. Hicimos quince minutos de trayecto y cuando llegamos al hotel, ya no había energía eléctrica y el viento había arreciado. Preocupados, solicitamos informes en la recepción, pero lo único que nos dijeron fue que nos quedáramos en nuestras habitaciones y que ellos nos avisarían si había necesidad de trasladarnos a un albergue que habían habilitado allí mismo.

Empapados, tres periodistas, tomados de los hombros, corrimos hacia nuestras habitaciones. Atravesamos la alberca, el restaurante y dos edificios mientras tratábamos de esquivar ramas y láminas que ya empezaban a volar. De los nervios, subí un piso más y ahí perdí contacto con ellos. Descendí del cuarto al tercer piso, pero hice una pausa cuando vi que cayó un espejo. Dos camareros del hotel me interceptaron: “Colócate detrás de nosotros y vas a correr cuando nosotros te digamos”. Así fue. Corrimos al cuarto 372, con la ropa mojada y una mochila que cargaba con una laptop, mi teléfono celular y una cartera. Uno de los trabajadores abrió mi habitación y me dijo que cerrara las cortinas del ventanal, pues no les había dado tiempo de proteger los tres cristales con cinta adhesiva colocada en forma de X.

Se retiraron para acompañar a una huésped que deambulaba por el pasillo con crisis nerviosa. A las 23:47 horas volvió la electricidad, pero solo fue por unos minutos. Intercambié un par de mensajes con mi madre: “Están diciendo en las noticias que en Acapulco llegará un huracán muy fuerte, ponte muy lista, hija”, me escribió. “No te preocupes, ya duérmete, yo estoy muy bien, mañana nos escribimos, cualquier cosa yo te aviso, te quiero, má”, le contesté mientras me cambiaba de ropa apurada y cogía agua embotellada y un papel higiénico para guardarlo en mi mochila.

OTIS NOS TOMÓ POR SORPRESA

A las 23:50 horas, una compañera que se había quedado en el segundo grupo escribió en un mensaje que venían en el autobús y que era imposible llegar al hotel: “Estamos pegados al hotel pero no podemos bajar del autobús, para que sepan dónde estamos”.

Acto seguido, comenzaron a circular mensajes en los teléfonos celulares de quienes estaban en sus habitaciones: “En el cuarto 209 se rompió nuestra puerta y ventanas”, “métanse al baño, es el lugar más seguro”, “metan sus cosas de valor y aléjense de las ventanas. Calma, esto pasará pronto, quédense en el sitio donde se sientan más seguros”, “ya se fregó mi ventana, se venció el pasador y no me acerco a cerrarla porque se oye cabrón”, “tuvimos que poner el mueble, se rompió la ventana”.

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Habitación 372 del Hotel Pierre del Grupo Mundo Imperial. Imagen: Angélica Sandoval

A las 00:30 horas, estaba encerrada en el baño y Otis había aumentado su intensidad. Transcurrieron once minutos y se rompieron los tres cristales del ventanal, uno tras otro. El sonido del huracán era ensordecedor, tanto, que tomé una toalla para cubrirme los oídos mientras sujetaba la puerta del baño, que era empujada con mucha fuerza. “Ya se quebró mi vidrio, auxilio, estoy encerrada en el baño, ya también la puerta amenaza, 372, perdón, me estoy inundando”, escribí en el teléfono, pero el mensaje ya no se envió; se había caído la señal de Internet.

Mi relato de terror no es muy diferente del de los demás huéspedes. Escuché gritos, llantos, el estallar de los vidrios de las demás habitaciones, la caída de láminas y árboles, mientras la lluvia seguía colándose por la puerta principal hasta el sanitario. Después de dos horas de acecho, destrucción y cansancio, dos personas del hotel ingresaron al pasillo del tercer piso. Lo supe porque preguntaron en voz alta si estábamos bien. De inmediato abrí la puerta y casi a las tres de la mañana me llevaron a un albergue donde me reuní con mis demás compañeros.

La lluvia no cesó, por lo que llegué al refugio con la ropa y el calzado mojados. Fue una noche en vela y al amanecer siguió el calvario. La joya turística estaba destruida, colapsada. Seguíamos sin electricidad, con corte de agua potable y sin conexión a Internet. Había postes de luz tirados y vehículos volcados, habitaciones que quedaron a la intemperie, plafones caídos, muros desgajados, sistemas de videovigilancia desechos, palmas derribadas, cientos de vidrios esparcidos en las calles al igual que colchones, televisores, ventiladores y sábanas.

Alrededor de las 14:00 horas, nos percatamos de que en el Hotel Princess, que quedó destruido, había una planta de electricidad y una antena de Internet satelital. Con muchos obstáculos provocados por la fuerza de la naturaleza, llegamos, y finalmente pudimos comunicarnos con nuestras familias. Luego volvimos al hotel, donde nos ofrecieron alimentos racionados en charolas y vasos de unicel. Utilizamos las hieleras de las habitaciones para acarrear agua de lluvia para los sanitarios y para la higiene personal.

Pasadas las 30 horas del paso de Otis, proliferaban los mosquitos, se incrementaban las temperaturas en el albergue y empezaba a escasear la comida y el agua embotellada. Ninguna autoridad municipal, estatal o federal había llegado a la zona hotelera hasta ese momento.

EL RESCATE

Fue el jueves por la tarde que pudimos salir de la zona de desastre. Lo hicimos caminando y cargando nuestro equipaje por la calle Simón Bolívar, que asemejaba un pantano. Cuando llegamos al bulevar de las Naciones, el panorama fue aún más desalentador. Había saqueos de tiendas de conveniencia y centros comerciales, robo de neumáticos y asaltos. Una mujer intentó agredirme físicamente cuando se percató de que estaba grabando los actos de rapiña. Me quiso tomar del cuello, pero una periodista zacatecana intervino: “Tranquila, ya nos vamos a ir de aquí”, le dijo.

La mujer se alejó con un carrito de supermercado repleto de artículos, pero sin apartarnos la mirada. En ese momento, subimos a un vehículo de Industrias Peñoles, gracias al cual pudimos salir del puerto de Acapulco con destino a Ciudad de México. Llegué con moretones en las piernas, con los tenis mojados, con dolor en las plantas de los pies y con malestar emocional. Di gracias a Dios por esta segunda oportunidad de vida, sin dejar de pensar en la importancia de la resiliencia comunitaria y el respeto por la naturaleza, nuestra casa común.

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Imagen: EFE/ David Guzmán

MI CASA QUEDÓ COMO UNA LATA APLASTADA”

Fernando llevaba unos siete meses trabajando como mesero en el Hotel Pierre. Otis lo sorprendió en su jornada laboral, aunque logró resguardarse en el salón Conquistadores que había sido habilitado como albergue para cientos de huéspedes. Pensó que era un sitio seguro, pero el poder del huracán rebasó la infraestructura. Había tres puertas; en cada una amarraron sábanas, colocaron muebles y entre más de 15 personas las empujaron fuertemente para impedir el paso del ciclón.

“Desde la medianoche los hombres no dormimos porque cuando estaba el viento, se levantaban las sillas que estaban afuera y se querían quebrar los vidrios. Estábamos tronándonos los dedos y apoyándonos los que estábamos ahí, nos turnábamos para poder aguantar. Mi angustia era muy grande porque mientras empujaba la puerta pensaba en mi familia, llegué a imaginarme que mis niñas de dos y cuatro años habían muerto”, relató.

Después de más de 24 horas de aislamiento, el joven de 27 años salió desesperado del hotel con rumbo a la colonia Luis Donaldo Colosio, donde rentaba una vivienda construida con lámina y madera. Había tramos en los que el agua le llegaba casi a la cintura y el paisaje eran escombros.

“Cuando llegué, vi la casa destruida y me imaginé lo peor porque no encontraba a mis hijas ni a mi pareja, parecía una lata aplastada, como si la hubieran achicharrado. Volví a la vida cuando supe que ellas habían logrado salir e irse a la casa de mi suegra, que vive a unos metros. Su casa también quedó destruida, pero lograron resguardarse”.

Fernando y su familia convivieron con agua nauseabunda, toneladas de basura y mosquitos, además de que se enfrentaron a la falta de electricidad y cobertura de telefonía móvil, así como a la inseguridad. El acapulqueño salía todos los días con una mochila en búsqueda de alimentos y productos de higiene.

“Recorrí todas las tiendas, pero no había nada a la venta, entonces tuve que animarme y sacar pañales, toallitas, galletas, agua, lo que pudiera llevarme en la mochila y aguantar en las manos, inclusive me encajé dos clavos en un pie. Parecía como una zona de guerra, vi a personas peleándose la comida y la gasolina, y luego empezaron a saquear cosas materiales, hasta la joyería. Eran todos contra todos, los cajeros automáticos los querían abrir. No teníamos señal y no podía entrar la ayuda, yo pensé que era el fin de Acapulco. Todo esto me partió el corazón y más porque a los que no teníamos mucho, el huracán nos quitó todo. Es un sentimiento inexplicable, es algo muy fuerte y muy profundo porque va a pasar mucho tiempo para que Acapulco vuelva a ser el de antes”, dijo Fernando con la voz entrecortada.

Transcurrieron doce días y ante la falta de información y la frustración hacia las autoridades, el joven llevó a su esposa e hijas a casa de su abuelo y tomó la decisión de salir en solitario con destino a Tijuana, Baja California, apoyado por familiares y por el grupo de periodistas que habían estado en el seminario.

“Les dejé un buen de despensa que había sacado de las tiendas y unas cajas con un poco de arroz, aceite y azúcar que me dio el gobierno. Tenías que madrugar para que te las dieran y durabas como cuatro o siete horas en la fila, cada día tardaban más y no alcanzaba para todos”. En este mes de diciembre, Fernando inició un curso de inducción en una fábrica de lentes. Su intención es empezar a generar recursos para el próximo año poder reunirse con su familia. Dice que la reconstrucción de la ciudad “está en manos de todos, la gente tiene la actitud de salir adelante y con ánimos de que Acapulco vuelva a brillar y sea mejor que antes”.

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Imagen: EFE/ David Guzmán

DECLARACIONES DEL PRESIDENTE

La mañana del 25 de octubre, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se trasladó vía terrestre desde la Ciudad de México a Acapulco para encabezar una reunión de seguridad en el centro de mando. Llegó por la noche, ya que el vehículo militar en el que se transportaba quedó atascado por los deslaves en la autopista México-Acapulco. El mandatario cruzó a pie la comunidad llamada Kilómetro 39 y pudo arribar al puerto gracias a un “aventón” que le dieron unas personas que participaron en la Convención de Minería. Fue una visita fugaz, pues al día siguiente ya se encontraba en la capital mexicana.

En la conferencia matutina del 26 de octubre, AMLO lamentó las primeras 27 pérdidas humanas oficiales. “Eso es lo que más duele, porque lo material se puede atender y lo vamos a hacer con mucha responsabilidad. Un pésame a todos los familiares. De los desaparecidos tenemos tres que son elementos de la Secretaría de Marina”.

Dijo que debía tomarse en cuenta toda la zona afectada, incluida la zona rural de Acapulco y de Coyuca de Benítez, además de que ya se encontraban en el sitio más de mil trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), pues lo más importante era restablecer la electricidad para garantizar el abasto de agua. También afirmó que estaría asegurado el combustible y el servicio de salud a través de brigadas médicas además de que, para labores de auxilio, había presencia de alrededor de 10 mil elementos del Ejército, Secretaría de Marina y Guardia Nacional. A los pocos días de la tragedia, el gobierno federal informó que había alrededor de 273 mil 844 viviendas afectadas en Acapulco, así como 600 hoteles y condominios, y 120 hospitales y clínicas.

BATALLA POLÍTICA

La catástrofe natural sacó a relucir la desaparición del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), creado en 1996 como un mecanismo presupuestario para apoyar de manera eficaz y oportuna a la rehabilitación de la infraestructura federal y estatal afectada por desastres naturales. Diana González, periodista de El Siglo de Torreón, informó que los casi 18 mil millones de pesos de los que hoy dispone el gobierno federal para atender desastres como el ocurrido en Acapulco, Guerrero, a través del Fonden, representan la mitad de los recursos disponibles en 2020, antes de su extinción como fideicomiso (mas no como programa de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público), cambio que se tradujo en que los recursos ahora dependen de la aprobación de fondos presupuestales anuales sometidos a reducciones.

El presidente del Partido Acción Nacional (PAN), Marko Cortés Mendoza, aseguró que ante la eliminación de dicho fideicomiso, “solo se dispondrá del monto que de forma absolutamente discrecional define el gobierno, sin transparencia y sin reglas. Por lo que en la discusión del PEF 2024 exigiremos que regresen los recursos del Fonden”. Agregó que a ello se sumaba la incapacidad de la gobernadora de Guerrero, Evelyn Cecia Salgado Pineda, pues “no solo no se le ha visto en labores de ayuda en el estado, sino que reina el caos, el desorden y la rapiña, gracias al vacío que hay en su gobierno”. También recriminó que, haciendo uso electoral de la tragedia, el presidente impidiera que organizaciones y representantes de la sociedad civil entregaran ayuda a damnificados, y que a la gente que iba en busca de sus familiares, los Servidores de la Nación les quitaran víveres, ropa o medicinas en los caminos, lo que implicaba “otro saqueo”.

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Personal de la Marina empaqueta y traslada despensas a una zona afectada. Imagen: EFE/ David Guzmán

A las críticas sobre la desaparición del Fonden también se sumaron los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón. Pero López Obrador se defendió y recordó que ese fideicomiso era como una caja chica para los políticos corruptos, y que por ello los recursos no llegaban a la población en situación de emergencia. Aseguró que en su gobierno ya no era así.

“Tenemos un recurso para eso, garantizado, pero además no se trata de fideicomisos, no se trata de fondos para atender emergencias. Cuando el pueblo de México necesita apoyo se puede utilizar todo el presupuesto público, no hay límites. Y, afortunadamente, tenemos presupuesto precisamente porque no permitimos que se roben el dinero del pueblo”, sostuvo.

Al 31 de octubre, la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, había dicho que de acuerdo a las cifras oficiales de la Fiscalía General del Estado, el saldo era de 46 personas fallecidas y 58 desaparecidas. Aunque David Méndez Huerta, propietario de Funerales Huerta de Acapulco, puso en duda la cifra oficial, al explicar que hubo cuerpos que fueron sepultados sin permisos y en panteones ejidales, donde no se requiere documentación.

La periodista Karla Galarce, de la Agencia Quadratín Guerrero, entrevistó al empresario con 43 años de experiencia, quien señaló que “eso de que son 40 muertos por el huracán no es cierto, yo calculo que andan rondando entre las 400 personas que han muerto a consecuencia del huracán, más los desaparecidos”.

CONSECUENCIAS DEL DESASTRE

El 30 de octubre, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) anunció que estaba trabajando en colaboración con las autoridades estatales y federales para brindar asistencia humanitaria y proteger a la niñez y la adolescencia afectada por el paso del huracán Otis. Compartieron que más de 296 mil niñas, niños y adolescentes en cinco municipios mayormente afectados necesitaban asistencia humanitaria, además de que había cinco hospitales con daños moderados y 177 mil 804 estudiantes de educación básica perjudicados tras el cierre de escuelas.

También alertaron sobre el riesgo de enfermedades relacionadas con el estancamiento de agua, deshidratación, atención médica reducida y abusos a su integridad física y emocional debido al posible aumento de la violencia y el crimen.

Por su parte, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), declaró que Guerrero es la tercera entidad con la escolaridad promedio más baja y que la reconstrucción de las escuelas para el pronto regreso a clases no era una prioridad para el gobierno, por lo que podría agravarse la ya deteriorada situación educativa.

A mediados de noviembre, y de acuerdo a estimaciones de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), los primeros cálculos del daño alcanzaron los 11 mil 424 millones de pesos (661 millones de dólares). El huracán Otis se ubicaría en el octavo lugar entre los siniestros más caros del país, por debajo del sismo del 7 de septiembre de 2017, cuyas pérdidas fueron por el orden de los 699 millones de dólares.

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Imagen: EFE/ David Guzmán

La agencia calificadora Fitch Ratings dijo que esperaba que el impacto crediticio fuera insignificante en la rentabilidad de la industria aseguradora mexicana y que no afectaría el capital de las reaseguradoras de manera individual. Informó el primero de noviembre que las estimaciones preliminares de pérdidas catastróficas ocasionadas por Otis, tanto económicas como aseguradas, ascendían a los 16 mil millones de dólares.

Del 10 al 25 de noviembre, la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) informó que un equipo multidisciplinario se encontraba en Acapulco y Coyuca de Benítez ofreciendo atención primaria, de salud mental y promoción de la salud en las zonas más afectadas. Habían brindado 599 consultas primarias y psicológicas, incluyendo la entrega de medicamentos, y alcanzado a más de 500 personas con actividades comunitarias de educación y prevención. Atendieron a menores de edad y adultos con infecciones respiratorias y estomacales a causa de las condiciones de vida tras el huracán. También brindaron servicios a personas con enfermedades crónicas que perdieron sus medicamentos y que tenían dificultad para acceder a unidades de atención en el sistema público debido a los daños a la infraestructura y la falta de personal.

Otro sector considerado fueron las mujeres embarazadas que no habían tenido acceso a controles médicos a raíz de la tragedia y pacientes con enfermedades mentales que se agudizaron tras el desastre. El mayor reto para MSF fue el acceso a las comunidades y la identificación de los lugares más adecuados para brindar atención.

PLAN DE RECUPERACIÓN Y RECONSTRUCCIÓN

El primero de noviembre, el gobierno federal anunció un plan de recuperación y reconstrucción de Acapulco y Coyuca de Benítez por 61 mil 313 millones de pesos invertidos en 20 rubros que incluyen apoyo a familias de personas fallecidas y desaparecidas; adelanto del pago de Pensiones y Programas para el Bienestar; ampliación de diez mil jóvenes al Programa Jóvenes Construyendo el Futuro; aumento al doble del número de becas de nivel básico; prórroga por seis meses en el pago de IMSS, Infonavit y Fovissste, y exención por el servicio de luz de octubre de 2023 a enero de 2024. También se consideró una canasta básica semanal para 250 mil familias durante tres meses; apoyo para viviendas censadas (ocho mil pesos a todas, y de 35 mil a 60 mil pesos según las afectaciones); apoyo de 45 mil pesos para locales comerciales dañados; créditos a la Palabra Financiera para el Bienestar; Plan de Recuperación de Infraestructura Urbana; exención de impuestos (IVA e ISR) al SAT, de octubre de 2023 a febrero de 2024; instalación de cuarteles de la Guardia Nacional; créditos sin intereses de Nacional Financiera para pequeñas empresas; apoyo por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) en el pago de la mitad de los intereses de créditos de la banca comercial a 373 hoteles de Acapulco; rehabilitación de infraestructura carretera; entrega de paquetes de enseres domésticos; recuperación de la infraestructura de energía eléctrica por parte de la CFE; nuevo apoyo a todas las escuelas a través del programa La Escuela es Nuestra y ayuda extraordinaria para 34 mil 609 productores y pescadores.

Tras el paso de Otis y derivado de una solicitud por parte de la gobernadora del estado, Evelyn Cecia Salgado Pineda, el jueves 2 de noviembre el gobierno de México publicó en el Diario Oficial de la Federación la Declaratoria de Desastre Natural para 47 municipios de Guerrero, figurando Acapulco y Chilpancingo.

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Soldados del ejército mexicano ayudan en las labores de rescate en una comunidad del puerto. Imagen: EFE/ David Guzmán

Cabe hacer mención que Citi, la firma financiera estadounidense, considera que la recuperación de Acapulco será lenta y parcial, pues los recursos que anunció el gobierno federal son insuficientes: “Equivalentes a apenas 0.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), parecen muy alejados de los necesarios para una reconstrucción total de la zona afectada, por lo que podrían implicar una recuperación muy lenta y parcial de la economía de Acapulco”.

Una parte de los recursos financieros que se necesitan para la reconstrucción de Acapulco serán provenientes de la iniciativa privada, principalmente del sector turístico y los servicios afines. Incluso se ha destacado la realización de convenciones y congresos, entre ellos la 87 Convención Bancaria que se realizará el 18 y 19 de abril del próximo año y a la cual se espera la asistencia de unas dos mil personas. Del 8 al 12 de abril, el puerto también será sede del Tianguis Turístico 2024. Otros países también se han sumado a la ayuda humanitaria.

LA REALIDAD ES OTRA

La periodista Karla Galarce considera que si bien en el pasado ya habían experimentado la fuerza de la naturaleza en Acapulco, Otis desnudó a las autoridades y exhibió la improvisación y falta de capacidad e información para poner a salvo a pobladores y turistas.

“Yo pensé que habría una advertencia de las autoridades y ni madres, no la hubo, no, no la hubo. Yo no daba crédito a lo que estaba viendo al día siguiente de que Otis tocó tierra”. Incluso asegura que en este municipio comenzaron a recibir auxilio por parte de las autoridades una semana y media después del siniestro.

Karla ya había vivido el huracán Paulina, que golpeó al puerto en categoría 4 en 1997, así como el azote de los ciclones tropicales Manuel, por el océano Pacífico, e Ingrid, por el Golfo de México, en 2013.

Dijo que a casi dos meses de la devastación, la comunicación sigue siendo intermitente en Acapulco y que, lamentablemente, la falta de vocerías oficiales ha propiciado la desinformación.

“Resulta que quien ahora se ha convertido en un vocero de la información de los apoyos, víveres y de todas las tareas que están haciendo los tres niveles de gobierno, es el presidente de la República, el licenciado Andrés Manuel López Obrador; pero ante la vastedad de problemáticas que se presentan en el país, pues prácticamente queda invisibilizada la situación en Acapulco. La circulación de información está basada en lo que se genera en redes sociales y que se refuerza con especulaciones de la gente porque no hay una contextualización del dato duro. No sabemos dónde va a ser la entrega de enseres, detalles del censo y hay muchas viviendas que todavía carecen de techo y de agua potable. Además, hay deficiente recolección de basura y falta de limpieza de la ciudad, derivados también de una falta de coordinación entre los gobiernos estatal y municipal, y de la falta de responsabilidad y conciencia de la ciudadanía”.

Al 6 de noviembre, el secretario de Gestión de Riesgos y Protección Civil de Guerrero, Roberto Arroyo Matus, informó que se habían retirado más de 400 mil toneladas de escombros y basura en Acapulco, logrando despejar las arterias vehiculares más importantes de la ciudad.

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Trabajos de limpieza en Acapulco. Imagen: Facebook/ Evelyn Salgado Pineda

Aunado a ello, Karla Galarce señaló que tienen encima una coyuntura electoral, pues Guerrero renovará 84 alcaldías en 2024, además de que habrá sucesión de diputaciones locales y escaños en el senado de la República. Para la periodista, los distintos partidos están buscando sacar raja política de la tragedia.

SIN AMARGA NAVIDAD”

La sacudida que dejó el huracán Otis en el puerto de Acapulco y en otros municipios de Guerrero, trajo una ola de solidaridad por parte de los mexicanos que continúa a más de un mes, y de una forma excepcional. No es extraña, pues ha habido otras tragedias, como los terremotos de 1985 y de 2017, en las cuales el pueblo mexicano buscó la manera de ayudar con un esfuerzo impresionante, encendiendo una luz al final del túnel para las personas afectadas, principalmente para quienes lo perdieron todo.

En Guerrero se superó la polémica que surgió respecto a que el Ejército Mexicano había tomado el control sobre la ayuda humanitaria que llegaba de distintas partes del país y del mundo. La iniciativa privada, gobiernos municipales y estatales, instituciones educativas, asociaciones civiles y religiosas y ciudadanía en general, instalaron centros para la recolección de víveres e hicieron donativos económicos en apoyo de millones de damnificados.

En Acapulco, al menos lo que pudo documentar El Siglo de Torreón en la zona hotelera, la Asociación de Ingenieros de Minas, Metalurgistas y Geólogos de México A.C. informó en las primeras 48 horas después de Otis que, como organizadores de la XXXV Convención Internacional de Minería Acapulco 2023, todas las personas que asistieron al evento estaban saliendo —a bordo de autobuses— hacia Ciudad de México y Chilpancingo, con destino a sus sitios de origen. Esto gracias a la participación, apoyo y solidaridad de empresas mineras, proveedores, voluntarios y el gobierno del estado de Guerrero.

Andrés Manuel López Obrador dijo en los últimos días de octubre que “su sueño, su ideal” es que Acapulco no tenga una “amarga Navidad” y que las familias estén muy contentas, además de que para este mes habría una recuperación significativa en espacios públicos y viviendas. Empresarios y banqueros calcularon que la reconstrucción de la ciudad tardará cuando menos dos años y coincidieron en que se debe reactivar la industria turística, pues es la principal fuente económica y de empleo. En contraparte, López Obrador consideró que la recuperación del puerto será en menos tiempo y que todo dependerá de las inversiones que se hagan en el sector hotelero.

En Acapulco, el Grupo Mundo Imperial anunció la reapertura gradual de sus instalaciones. Por ejemplo, el Hotel Pierre abrirá sus puertas el próximo 2 de febrero de 2024, con 229 habitaciones, y el Hotel Palacio Mundo Imperial el jueves 1 de febrero con 700 habitaciones y centros de consumo y playa operando. Se programaron 100 habitaciones adicionales para el jueves 14 de marzo.

Sobre el Hotel Princess, uno de los hospedajes más devastados tras el paso de Otis, se dio a conocer que su apertura se definirá en los próximos seis meses. El pasado 12 de noviembre, se aclaró que las fechas estaban sujetas a cambios y concluyeron con un mensaje: “Agradecemos sinceramente su solidaridad en este viaje hacia la recuperación. Juntos estamos construyendo un futuro más fuerte y prometedor para Acapulco. Nuestro mundo no se detiene y estamos ansiosos por compartirlo de nuevo”.

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Escrito en: Angélica Sandoval Acapulco Otis huracán desastre emergencia reconstrucción de Acapulco

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